¡Conversión a la derecha! o ¡conversión a la izquierda! son voces de mando comunes en los ejercicios de gimnasia, que al ser ejecutados hacen cambiar la orientación en 90 grados, a un grupo de personas, generalmente integradas en escuadras, cuyos rostros, por ejemplo, en vez de estar orientados al norte pasan a contemplar el este o el oeste, según la orden recibida, todo eso acompasada y rítmicamente.

La armonía y vistosidad de la maniobra no suele ser la misma cuando la ejecutan civiles que cuando se trata de militares. Estas suelen ser impecables.

Cuando la voz de mando que se escucha, mientras uno está en formación, es: ¡Doble conversión a la derecha! o ¡doble conversión a la izquierda!, significa que nuestro cambio de orientación será de 180 grados, lo que implica que en vez de seguir mirando el norte vamos a ver el sur, al concluir el movimiento o viceversa.

Así que una doble conversión es darle la espalda, completamente, a lo que estábamos viendo o a la meta a la que nos estábamos dirigiendo.

Antes de continuar y dejando en claro que no me quiero referir ni a conversiones ni a dobles conversiones políticas, le haré presente una doble conversión hermosa, sin voz de mando, que la naturaleza nos regalaba cuando contemplábamos cómo las embarcaciones de alto bordo, ancladas en el canal de navegación del río Guayas, frente a Guayaquil, esperando ir a desembarcar o recibir mercadería en el muelle de la Aduana, cercano entonces al cerro Santa Ana, giraban lentamente 180 grados a medida que las aguas del río Guayas que habían estado corriendo hacia el mar, precisamente por la influencia de este por su marea, se tornaban aguas arriba; para después de casi doce horas hacer la maniobra contraria. ¡Vaya espectáculo!

La doble conversión que quiero aludir es a la que nos invita la Iglesia católica, en este nuevo tiempo de Adviento, para la meditación, la reflexión y la penitencia que hagamos individualmente o en grupos familiares o parroquiales, nos sirvan y nos ayuden para que encontremos el rumbo que corresponde a nuestra estirpe de cristianos comprometidos y retomemos todas aquellas devociones, buenas costumbres, acciones caritativas y de compromiso social y político, que solíamos practicar o comencemos a realizar aquello que no nos atrevíamos a efectuar…

Para algunas personas esto puede implicar incorporarse en la nueva onda de un accionar positivo que se percibe en muchas esferas del acontecer humano, gracias a la prédica y el ejemplo del nuevo papa Francisco.

Me parece que estamos en un tiempo de gracia y que debemos aprovechar la nueva oportunidad que se nos da para ser y hacer aquello que el Señor sigue esperando confiadamente de cada uno de nosotros.

¿Qué nos corresponde? ¿Escuchar a los profetas, del Antiguo y Nuevo Testamento y a los de nuestros días y poner en práctica sus prédicas? ¿Hacer una simple conversión? ¿Tal vez una doble conversión sería genial? ¿Sería tan amable en darme su opinión?