Las sanciones para los que contaminan nuestras lindas ciudades con ensordecedores ruidos van de 4 a 50 salarios mínimos, pero nadie respeta ni hace respetar esta clara disposición a pesar de que un 25% de los ecuatorianos ya tenemos deficiencias auditivas.

Manifiestan los entendidos que el ruido es la principal causa para la pérdida de audición. El oído está compuesto de células y de nervios que son diariamente afectados.

Muchas personas no notan el daño porque la exposición excesiva al ruido causa pocos síntomas y rara vez es dolorosa, mas las sospechas son sensaciones vagas de presión o de pesadez en los oídos, asumiendo que si desaparecen podemos escuchar normalmente.

Pero no es cierto, algunas de las células del oído interno ya fueron destruidas, lo que se comprueba solo con un minucioso examen de audición, necesario cada año, especialmente en niños y ancianos.

Por ruidos estrepitosos que se generan en las noches, desgraciadamente ya han fallecido ancianos por paros cardiacos.

Por lo tanto, necesitamos una urgente y agresiva cruzada contra el excesivo ruido, encabezada por la Municipalidad de la ciudad de Guayaquil, que fue líder en campañas humanitarias, a través del Departamento de Medio Ambiente, más la colaboración de la Comisión de Tránsito y la Policía Nacional con la aportación ciudadana. Potenciales afectados denunciaban oportunamente los abusos en cada una de las zonas perjudicadas para que las autoridades tomaran los correctivos del caso.

No se puede tolerar bajo ningún concepto un minuto más del aterrador ruido de las alarmas de puertas, de almacenes, de vehículos y del ruido de parlantes con estridente música, ni el ruido de los tubos de escape de motos, motores de autos, colectivos, pitos, bullas callejeras, etcétera. No se puede seguir tolerando el intenso ruido del tráfico de las ciudades, porque todo esto ubica al ruido entre 140 y 160 decibeles, condenándonos a sufrir de algún grado de sordera. Solo nos queda la esperanza de que las autoridades competentes tomen cartas en este asunto tan perjudicial para el ser humano y sancionen drásticamente tanto abuso.

Fernando Renella Coll,
Guayaquil