Opinión internacional |

Ya saben los lectores de EL UNIVERSO que Cristina Fernández de Kirchner tiene aciertos y errores, como todos los mortales. Lo malo es que no todos pensamos así en la Argentina: el país está dividido por una grieta profunda. Para unos, todos son aciertos, para otros, todos son errores. No hay grises ni términos medios. Y depende para dónde se corra la grieta nuestra presidenta se pone más contenta o más… digamos vehemente. Pero hay algo que nadie discute: la viuda de Kirchner es una laborante de la política. No para nunca, pero al contrario de su marido muerto –que tampoco paraba nunca y así lo fue– Cristina Fernández no es tan buena en eso de crear poder.

En medio de ese frenesí laboral, cuando se queda un rato sola, se le da por tuitear (subir mensajes en su cuenta de Twitter que hoy tiene más de 2’300.000 seguidores) y lo hace de un modo desenfrenado. En realidad no escribe tuits sino un texto más largo, como este que usted está leyendo, que alguien –quizá ella misma– corta en párrafos de 140 caracteres y manda por la popular red social. Queda entonces una sucesión de textos cortos y cortados que hay que leer de abajo para arriba para entender todo su sentido. Para colmo, siempre quedan entreverados con tuits ajenos de amigos que uno también sigue.

Resulta que Cristina Fernández de Kirchner acaba de tuitear desde San Petersburgo, en Rusia, donde asiste a la reunión del G-20, que los medios argentinos no cubrieron la elección en la intendencia (alcaldía) de San Carlos de Bariloche, donde ganó su partido. Hace dos semanas se enojó también porque los diarios no publicaron con el suficiente destaque que su partido fue el que más votos sacó en las elecciones primarias abiertas y obligatorias… en la Antártida. Lo explico para los que no conocen: San Carlos de Bariloche es una ciudad turística, en la zona cordillerana y lacustre de la Patagonia. Algo así como Baños de Agua Santa en el Ecuador. En esa ciudad hubo un golpe institucional que terminó con el gobierno del intendente elegido por el pueblo y hubo que llamar de nuevo a elecciones para reemplazarlo. Y en la Antártida solo hay bases militares con muy pocos habitantes que pasan temporadas allí. En las bases viven, también por temporadas, científicos que estudian los peces, el clima, los pingüinos… Bueno, en una base que se llama Marambio, en la que hay 56 personas y de ellos tres militares, solo votaron los tres militares y el partido del gobierno sacó el 100% de los votos. A pesar de estar comprometido el secreto del voto, hay que suponer que los militares son acérrimos defensores del modelo y parece que eso es lo que quería decir Cristina Fernández, aunque no lo dijo porque quizá nadie lo iba a creer.

Pero lo curioso del enojo de la presidenta con los medios que no publicaron sus magros triunfos es que el gobierno maneja la mayoría de los medios de comunicación de la Argentina. De los 17 diarios que hay en Buenos Aires solo cuatro, redondeando para arriba, no son progobierno. La mayoría de los canales y señales de televisión también responden al gobierno. La presidenta argentina debería enojarse con su propia tropa en lugar de hacerlo con los diarios y emisoras de radio y televisión independientes. Pero no, se enoja con Clarín y La Nación y a veces con Perfil (un “diario” que sale los sábados y domingos) porque no titulan como a ella le gustaría y porque no publicaron destacado que el kirchnerismo ganó en la Antártida o en San Carlos de Bariloche. Porque sí se publicaron esas noticias en los diarios independientes, pero, claro, no fue el título principal de la portada de esos días.

Estos episodios expresan dos cosas que paso a explicar:

1. Los mejores lectores de diarios son los funcionarios políticos y a muchos de ellos les gustaría componer los títulos todos los días. No saben el trabajo que nos toma a los periodistas hacerlo a toda velocidad cuando cae la tarde y hay que cerrar el diario. Pero aceptaríamos felices alguna sugerencia de ideas que se expresen en pocas palabras cortas que cuadren en el espacio siempre limitado, no rimen y no produzcan cacofonías.

2. Nadie lee ni oye ni mira los medios del gobierno. Ni siquiera los funcionarios del gobierno. No les interesa. No se venden ni se compran. No sirven. Porque los que sirven son los creíbles, los confiables, los que la gente compra y lee porque informan, analizan, interpretan, opinan con inteligencia… Y porque son los que gratifican como una buena taza de café humeante.