LONDRES

Henry Hazlitt, economista y periodista estadounidense, escribió en su libro Economía en una lección que “la verdadera riqueza consiste en aquello que se produce y consume: alimento, ropa, vivienda. Representan riqueza las carreteras, automóviles y fábricas; los libros y cuadros de arte”. Sin embargo, Hazlitt advierte “la ambigüedad verbal que confunde dinero y riqueza […] todos sabemos que si dispusiéramos de más dinero podríamos adquirir mayor número de bienes; con triple cantidad de dinero, nuestra «riqueza» sería tres veces mayor”.

El problema de que exista más dinero del que realmente se genera es que esto repercute directamente en los precios. Con la justificación de aumentar el poder adquisitivo, se imprimen billetes haciendo creer a los receptores de este ‘dinero extra’ que su riqueza ha aumentado al poder adquirir más bienes. La realidad es que cuando no hay producción que respalde este dinero, difícilmente aumenta la capacidad de comprar más. Tal como lo dicen las leyes de oferta y demanda, si hay algo en abundancia, ese algo pierde valor y, por lo tanto, circular más dinero que la riqueza o producción generada resulta en inflación. Un claro ejemplo es lo que ha venido ocurriendo en los últimos años con el dinero en Argentina.

Si no hay producción esto resulta en escasez de productos. Si la sociedad no produce más, no tiene ningún sentido emitir más papel moneda, pues no hay bienes que intercambiar con ese dinero adicional. El excongresista estadounidense Ron Paul explicaba que crear dinero sin respaldo es moralmente lo equivalente a falsificar dinero. Es lo mismo que fraude y robo porque, al colocar dinero en la economía, se quita poder adquisitivo a los ahorristas, “robándoles” así, secreta y fraudulentamente, el valor de su dinero. La razón es que el dinero se ve devaluado porque cuando circula en abundancia y sin respaldo, pierde valor. Los venezolanos han experimentado este fenómeno durante la última década.

Hay quienes celebran la impresión del dinero, y en específico la inflación porque al diluirse el valor del dinero se diluye también el valor de las deudas. La Reserva Federal en Estados Unidos ha venido liderando una política inflacionaria que produjo una significativa inflación de activos entre 2001 y 2007, y que resultó, entre otras cosas, en la crisis del 2008, cuando las malas inversiones fueron el inevitable final de una distorsionada expansión del crédito. En este caso, la forma en que se generó inflación fue con el incremento artificial del crédito en la economía. Esto resultó en un complicado desfase en los sistemas productivos (más dinero para comprar la misma cantidad de bienes) cuyas consecuencias sufrimos hasta el día de hoy.

Si consideramos que «riqueza» es el resultado de la interacción de los medios de producción y no el «dinero» en sí, un país con abundante dinero no es necesariamente un país rico. Con esto dicho, nuestra incapacidad de imprimir «dinero» no nos hace más o menos «ricos» sino la facilidad y/o eficiencia con la que interaccionan nuestros medios de producción. No obstante, el hecho de carecer de una política monetaria sujeta a manejos políticos tal como Argentina y Venezuela, ya nos hace al menos un país «afortunado» y la crisis de fines de los noventa sirve para recordarnos cuán afortunados somos hoy con la dolarización.