Se equivocan quienes creen que con la aprobación de la Ley de Comunicación se inaugura una etapa de vigilancia, control, persecución y penalización de la opinión. No ha sido necesaria esa ley para llevar al ámbito penal lo que debería mantenerse en el terreno del debate de ideas. Leyes sobran cuando hay jueces, fiscales e incluso defensores del pueblo que están dispuestos a jugarse por la verdad única e indiscutible. La Ley de Comunicación, entusiasta y disciplinadamente aprobada en larguísimos veinte minutos del viernes, solo será un elemento facilitador de lo que ya se ha venido haciendo. Ejemplos sobran, desde los juicios a periodistas y medios, en los que bailaban millones de dólares –que no eran para enriquecerse–, hasta los linchamientos sabatinos, que tienen eficiente efecto pedagógico. Sí, ejemplos sobran, como los que se produjeron en cascada los días previos a la concienzuda aprobación.

Para comenzar, en medio de sus agobiantes tareas, el líder se dio tiempo para pedir una indagación previa de una persona que envió un mensaje con el texto “retuitea si quieres que muera Correa”. Los abogados tienen ahí mucho material para interpretar, comenzando por la identificación del Correa al que se refiere, hasta llegar, después de arduo trabajo, a la tipificación del delito. Pero quizás tienen más material para desternillarse de la risa, porque no sería raro que por esa vía se llegue a creer que las maldiciones implícitas en las cadenas que circulan por internet constituyen hechizos que deben ser perseguidos y castigados.

En los mismos días, un señor que reivindica su condición de prócer equinoccial en la conquista espacial, amenaza con juicio a quienes han hecho alguna observación sobre el minúsculo aparatito que anda por los cielos. Palabras más, palabras menos, ha dicho que es traición a la Patria (debe ser así con mayúsculas por la seriedad con la que dice). Casi lo mismo que los hinchas afiebrados que no pueden entender que a alguien no le importe en lo más mínimo el juego de la Selección o que un barcelonista apoye al equipo argentino que juega contra Emelec. Es que la Patria es la Patria en la cancha y en las nubes, no vaya a ser que con la crítica lleguemos a comprobar que no existe.

Casi al mismo tiempo, varias veces al día la programación de las radios y los canales de televisión se cortaba con cadenas que culpaban a un diario quiteño del execrable delito de haber puesto un titular a una noticia que venía de una agencia de prensa. El diario publicó la carta completa del funcionario que pedía aclaración. No era suficiente, debía humillarse, pedir perdón, reconocer la culpa. Tozudo el diario, no entendió que cuando el pueblo está encarnado en uno solo, este tiene defensor propio, y ahora tendrán que encontrarse en los juzgados.

Hay más ejemplos, como el llamado a no olvidar que de ese 30 no se habla y que la verdad está dicha y pronto será suscrita por la ímproba comisión. La ley solo los hará crecer y multiplicarse.