Ventajoso sería apoyar producción de planta nutritiva

La producción de jícama en Ecuador está perdiendo vigencia (producto ancestral al igual que la mashuascoa y la quinua), la planta crece hasta 3 metros y se puede sembrar en surcos de 80 centímetros de distancia entre una y otra planta, con distancia espaciada de un metro; se la cosecha al año y contiene el 90% de agua, es resistente a las enfermedades zonales, es orgánica por cuanto no requiere nutrientes ni fertilizantes, y cuando se la cosecha queda el terreno apto para sembrar otros productos. Su semilla es venenosa y sirve para elaborar insecticidas que contienen retenona –insecticida natural– contra plagas y sarna.

Se puede utilizar la jícama para la alimentación de niños en etapa escolar, es una fruta que tiene un sabor a manzana o pera, y sirve para colación escolar, jugos; cocinada o cruda es nutritiva, rica en vitaminas y calorías. Las hojas también son comestibles y sirven para reducir peso en las personas con obesidad, se la consume en infusiones. La producción la podría apoyar económica y financieramente el gobierno por intermedio del Banco Nacional de Fomento, la Corporación Financiera Nacional, o con préstamos de instituciones internacionales como la FAO. Además, es un producto medicinal que de acuerdo a estudios sirve para curar la diabetes por la gran cantidad de vitamina C e insulina que es el sustituto del azúcar. Se la podría sembrar en pequeñas parcelas domésticas para uso familiar y para el consumo interno del país, como lo hace México, de donde es originaria y se comercializa en supermercados a $ 1 el kilo, y se la consume como producto básico alimenticio para habitantes de modestos recursos. En Ecuador aún no se la comercializa y no se la utiliza de manera correcta. Los pocos productores la usan para autoconsumo en las provincias de Bolívar, Imbabura, Tungurahua, Cotopaxi, Chimborazo, Cañar, Azuay, Loja y otros lugares secos; sin embargo, han perdido el interés de seguir produciendo la raíz de la planta, que no es un tubérculo, y podría ser utilizada como parte de la soberanía alimentaria del gobierno; faltando por supuesto el apoyo al agro del país, con préstamos blandos y a largo plazo, utilizando gran cantidad de tierras ociosas para tal fin.

José Víctor Arrobo,
economista, Guayaquil