La imagen de una mujer siendo arrastrada por tres hombres para sacarla de su local, un asadero de pollos ubicado en La Aurora, es el caso más reciente relacionado con extorsiones en esta zona de Daule.
Los comerciantes, puertas adentro y bajo anonimato, cuentan parte de estas historias que empiezan con “mensajes”, en los que les piden dinero para no atentar contra sus almacenes o, incluso, contra los mismos dueños o empleados.
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El peor de estos hechos le sucedió a Willian Patricio G. G., de 34 años, quien era propietario de una tienda en La Aurora. Desde ese punto fue secuestrado y luego hallado muerto.
Willian era uno de los cuatro comerciantes, asfixiados y con signos de violencia, encontrados muertos en el interior de una cisterna en Nueva Prosperina.
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Debido a estos desenlaces, en La Aurora hay miedo y también denuncias. El deseo es generalizado: quieren que esta ola de extorsiones pare.
“Envían mensajes por WhatsApp, a veces hacen llamadas de números extranjeros; son números de Colombia, Chile y Venezuela”, describe Elías, dueño de un local esquinero, sobre la modalidad que usan estos grupos delincuenciales.
Elías dice que esto de las extorsiones en La Aurora empezó hace aproximadamente un año, en 2024.
Ese problema se agravó hace un mes. El envío de mensajes se intensificó con una frecuencia semanal. Exigen el pago de valores que van desde los $ 3.000, $ 5.000 e incluso $ 20.000. Caso contrario, advierten que pondrán dinamita.
Ante esa presión, él decidió poner la denuncia en la Fiscalía. La actualización que ha recibido es que su caso está en investigaciones por el momento. Pero los mensajes no se han detenido. Siguen.
“Lo que toca es confesarse uno con Dios, pedirle mucha fuerza y seguir trabajando hasta donde aguantemos”, menciona Elías ante la situación que atraviesa y comparte con más comerciantes de esta área.
Como medida de seguridad mantienen un grupo de WhatsApp entre todos, en el que alertan de anomalías o sospechosos que recorren La Aurora.
Para Elías, lo de las extorsiones se volverá inmanejable cuando estos sujetos se acerquen presencialmente a su local. Se trata de personas que se identifican como parte de la Mafia 18 o Los Tiguerones y firman con un ícono de delfín.
Si ese día llega, Elías asegura que su única opción será cerrar el negocio. Por ahora, solo está “resistiendo”.
Pero Carmen no contó con la misma ‘suerte’ y ya recibió esas visitas a las que se refiere Elías. El nerviosismo es tal que ella atiende con mascarilla y habla con un tono de voz bajísimo, casi a susurros.
“Si siguen insistiendo, aquí ya tendríamos que morir”, señala Carmen, quien hace dos años abrió un pequeño bazar y teme por la vida de sus familiares.
Los mensajes que ha recibido no han sido dirigidos a ella, sino a sus dos hijos. Esta pesadilla empezó hace un mes. Lo contactaron a uno de ellos por mensajes y le exigieron el pago de $ 3.000.
“Él buscó ayuda. Hizo un depósito de $ 2.000 porque solo le daban dos días”, recuerda esta mujer, quien desde ese día se mantiene asustada.
“La sorpresa fue que a las dos semanas, de otro número, lo volvieron a contactar”, cuenta Carmen. La exigencia esta vez fue de $ 4.000; $ 2.000 por la vida de cada uno de sus hijos.
“Eso no se ha pagado. Entonces, el otro día vinieron en moto y se sentaron aquí”, describe Carmen señalando la parte externa de su tienda.
La misión de esa pareja era crear presión, porque —según le dijeron— fue enviada por la persona que mandó los mensajes inicialmente.
Carmen no piensa denunciar. Seguirá abriendo su tienda, ya que este es el único ingreso para las atenciones médicas que requiere su esposo.
Mientras tanto, espera que esto no pase a mayores. Pero el miedo es innegable. En los últimos mensajes, los criminales han incluido fotos de sus familiares y de su tienda. El fin es intimidarlos, acosarlos, cansarlos.
Lo de la toma de fotografías se ha vuelto una práctica común, ya sea a instituciones, a negocios o a personas propietarias de esos negocios, pues se registran los pasos de quienes más pueden.
El dueño de una empresa, Leonardo, revela que ha hecho todo lo humanamente posible para mantener a raya estas amenazas. Pese a todo, nada cambia ni mejora.
“Esta gente es tan sinvergüenza que se pone a tomar fotos afuera de los locales, y cuando salen de la oficina, les toman fotos también”, relata este hombre.
Leonardo no ha recibido directamente mensajes, pero tuvo que anular el número de la compañía cuando empezaron a escribirle por este medio.
Los mensajes que llegó a recibir no indicaban ninguna cantidad de dinero, pero le hacían una advertencia. “Que como nosotros no hemos colaborado con ellos que esperemos represalias”, declara.
El malestar se ha generalizado tanto que, debido a la inseguridad, hay personal que ha renunciado. “Ahorita tengo a tres compañeras haciendo teletrabajo desde mi casa. Ellas no quieren ir allá porque tienen miedo”, asegura.
Desde que el negocio se instaló en La Aurora, este ejecutivo puso cámaras de seguridad; ahora ha reforzado su sistema.
Incluso, hace dos semanas tuvo que contratar un guardia de seguridad armado para la tranquilidad de sus colaboradores. El guardia ahora es el encargado de recibirlos y despedirlos en la puerta de esta fábrica.
Esta nueva contratación le significa un rubro extra que va entre los $ 1.600 y los $ 1.800 mensuales. “Si no es la pandemia, es el invierno; y si no es el invierno, son las vacunas; y si no son la vacunas, pasa algo, pero no nos dejan sacar la cabeza”, lamenta Leonardo.
Los detalles de lo que vive él desde su negocio, como imágenes de personas que se acercan a tomar fotos de la fachada o extraños que merodean el lugar, fueron entregados a la Policía Nacional.
Además, asegura que la presencia de un destacamento de la Comisión de Tránsito del Ecuador (CTE) en la avenida principal de La Aurora no previene el paso de motos y autos sospechosos. “No hay control”, confiesa.
Por eso puso su denuncia, pero no ha tenido más noticias. “Yo creo que no les interesa hasta que haya un muerto importante”, reflexiona.
Por las averiguaciones que ha hecho, Leonardo sabe que quienes amenazan y extorsionan en el sector son de dos bandas. Unos serían de Durán y otros de Pascuales.
Lo que espera, al igual que el resto de los comerciantes, es que la Policía Nacional actúe y que las denuncias suyas y de sus compañeros sienten un precedente. (I)