Cuando Fidel Valarezo Hidalgo, de 50 años, intervino para evitar el robo del que era víctima una mujer en el sector de Urdesa no pensó en que el antisocial al que embistió con su camioneta por tres ocasiones podía estar armado.
Tampoco, dice, pasó por su mente matar al presunto ladrón que segundos antes de que él entre en escena había arrebatado el bolso de la mujer y se disponía a huir en una moto. La intención de este profesional de la ciencia veterinaria era inhabilitar la motocicleta, para que el antisocial ‘se quedara sin el vehículo que le permita seguir cometiendo fechorías’, remarca.
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Y aunque reconoce que un par de impactos que dio con su carro al sujeto tuvieron tal fuerza que lo tiraron al piso, cree que hizo lo correcto.
“Pensaba en mi familia, o sea, pensé puede ser mi mamá, puede ser mi hermana, mis hijas. A todos nos han robado alguna vez y uno siente mucha impotencia, porque uno trabaja para tener sus cosas, para algo y que venga alguien y te quite lo que has trabajado te indigna”, menciona el hombre oriundo de Quito en diálogo con este Diario.
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El episodio viralizado en redes sociales esta semana ocurrió el viernes 30 de junio en la tarde, al final de la jornada laboral. Valarezo refiere que como era fin de mes, la mujer a la que ayudó había cobrado y tenía dinero entre sus pertenencias.
Él pasaba por allí y al ver la escena intervino. Después de las embestidas que dio al supuesto ladrón y de lanzarlo al piso este logró reponerse y huir del sitio, pero dejando tirado el bolso que segundos antes había arranchado a la mujer.
Luego del hecho que fue captado por videos de seguridad el hombre siguió de retro en su camioneta al motociclista, pero no lo alcanzó. Posteriormente retornó al punto del robo para recoger a la mujer y llevarla hasta su casa. Ella estaba muy asustada, nerviosa y no asimilaba aún lo que había ocurrido.
Ya con los ánimos calmados, Valarezo recuerda que hace años en su natal Quito él y un grupo de amigos auxiliaron a una mujer que era maltratada por quien aparentemente era su pareja. El episodio ocurrió en la Mitad del Mundo.
No pertenece a ninguna institución de socorro, tampoco es voluntario de alguna, pero dice que cuando ve un hecho injusto lo mueve la indignación, pues considera que no es factible que un mundo donde los “buenos somos más”, sean las minorías que actúan al margen de la ley las que infundan pánico en la ciudadanía.
En torno a las opiniones en favor y en contra que surgieron en Twitter a raíz del episodio, Valarezo insiste en que su afán no fue dañar al presunto ladrón sino darle un escarmiento e inhabilitar la moto.
En esa plataforma él se identificó, dijo ser quien intervino en el suceso viralizado en redes sociales y hasta pidió colaboración para reparar lo daños que tuvo su camioneta y que, según ha cotizado, demandarán una inversión de $ 600, ya que debe reemplazar el parachoque.
¿Por qué decide hacerse visible y no mantener el anonimato en un escenario de inseguridad como el de Guayaquil?
”No debemos tener miedo, porque o sea, si la gente que trabaja, la gente decente, la gente buena somos más vamos a tener miedo por unos cuantos ladrones, pues no es así. Ellos son los que deben tener miedo. Por eso puse mi nombre (en redes sociales), porque yo no tengo nada que esconder”, recalca y cuestiona que el día del ataque a la mujer haya habido personas que veían el hecho desde los balcones de sus casas, pero no hacían nada para socorrerla.
Valarezo, radicado en Guayaquil desde hace 17 años por cuestiones de trabajo, piensa que hasta cierto punto el temor sembrado por la delincuencia ha llevado a un nivel de indiferencia que a ratos parece deshumanizar a las personas.
“Ese es el problema, el miedo, y no deberíamos tener miedo. Deberíamos unirnos y salir a las calles, ser solidarios, porque pude haber sido yo o usted y lo que la gente hace es ver de lejos, tomar la foto y no lo ayudan. Dicen como no es a mí, no pasa nada”, expresa él y aclara que su postura no busca un protagonismo porque “no soy un héroe, sino una persona común y corriente que trabaja día a día para su familia”.
La unidad, dice, puede contribuir a tener una ciudad más segura, ciudad de la que ya no piensa salir, pues su actual esposa es guayaquileña y los dos hijos que tiene con ella también lo son.
Camioneta embistió por tres ocasiones a antisocial y evitó robo a mujer en Urdesa
“Ya ahorita soy más guayaquileño que el encebollado”, bromea el veterinario que también vivió un tiempo en Estados Unidos por asuntos laborales.
Más allá de lo anecdótico de este episodio, la situación ha llevado a discutir en el marco de la legalidad los principios que deben cumplirse para que una acción sea considerada de legítima defensa. También reactivó la discusión en torno a la necesidad de incorporar o no en la ley la figura de la legítima defensa de terceros que antes existía en el Código Penal. (I)