Dificultad para conseguir empleo, cierre de escuelas y colegios femeninos, la obligación de llevar hiyab al igual que solo poder salir acompañadas de un hombre y hasta el retiro de maniquíes y el cierre de salones de belleza, puesto que no respetan la rigurosa interpretación de la ley islámica (sharia), son las realidades a las que se enfrentan cada día las mujeres afganas desde el regreso al poder de los talibanes, que ya cumplió seis meses.

En agosto pasado, los talibanes prometieron alguna flexibilidad respecto de las mujeres, que durante su primer régimen (1996-2001) estuvieron privadas de casi todos sus derechos, pero tal parece que su objetivo era obtener la aprobación de la comunidad internacional.

El nuevo Gobierno ha evitado promulgar reglas demasiado estrictas en este sentido a escala nacional, han sido las autoridades provinciales las que definieron qué obligaciones deben respetar las mujeres.

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El regreso al poder de los talibanes en agosto terminó con dos décadas de conflicto en Afganistán y para algunas mujeres el fin de los combates ha representado un alivio en cuanto a los combates, pero para otras las restricciones impuestas por los fundamentalistas multiplica su desesperación.

El 15 de agosto de 2021, los talibanes estaban ya a las puertas de Kabul y recuperaron el poder. Foto: EFE

“Antes había aviones en el cielo y bombardeos... Estamos contentos de que los talibanes hayan tomado el poder y de que haya paz.. me siento más serena”, dice Friba, madre de tres hijos en Charikar, en la provincia de Parwan, un pueblo ubicado en la ladera de un monte cerca de Kabul.

Pero aunque la seguridad ha mejorado, la mujer reconoce que sigue luchando cada día por sobrevivir. Para salir adelante, la familia depende de pequeños trabajos agrícolas y donaciones de comida.

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En cambio para Zakia, de 24 años, el regreso de los insurgentes se tradujo en una pausa indefinida a sus estudios. Recuerda que estaba en clases el 15 de agosto de 2021 cuando el profesor avisó de que los talibanes estaban ya a las puertas de Kabul.

“Mis manos empezaron a temblar. Saqué mi teléfono del bolso para llamar a mi marido y se cayó varias veces”, cuenta y dice que desde entonces no ha regresado a clases tanto por el temor como por no poder pagar la matrícula.

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Antes del regreso de los talibanes, Roya solía recorrer el centro de Kabul para enseñar a bordar a decenas de alumnas. Foto: AFP

Roya es otra afgana que solía recorrer el centro de Kabul para enseñar a bordar a decenas de alumnas y por la noche, confeccionaba vestidos y camisas para la futura tienda que soñaba abrir con sus hijas. Pero su escuela, financiada con fondos extranjeros, cerró cuando los talibanes regresaron y desde entonces no volvió a ver a ninguna de sus alumnas.

Actualmente, Roya pasa los días en casa. El hogar depende ahora de los ingresos de su marido, un vigilante que trabaja a medio tiempo por algunos dólares a la semana.

Mujeres salen a protestar

Estas realidades han hecho que en el país se vuelvan recurrentes las protestas de mujeres en contra del régimen, que recién nombró a una primera mujer como parte de su gobierno. La designación de la doctora Malalai Faizi para estar al frente de un hospital de maternidad en Kabul abre un paso hacia una posible relajación de las restricciones laborales femeninas en Afganistán, pero persisten las dudas.

La designación de la doctora Malalai Faizi para estar al frente de un hospital de maternidad en Kabul abre un paso hacia una posible relajación de las restricciones laborales femeninas en Afganistán, pero persisten las dudas. Foto: EFE

Para la politóloga ecuatoriana Arianna Tanca, todos estos cambios en la vida de las afganas son algo que traía implícito el regreso de los talibanes, aunque manejen un discurso más moderado por tener la atención de todo el mundo sobre ellos y así tranquilizar a la comunidad internacional.

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“Es normal que sucedan estos actos como para lavar la imagen, pero una vez pasados los meses ya empiezan realmente a hacer lo que querían hacer”, dice y agrega que diferentes organizaciones de DD. HH. están siguiendo los pasos del régimen.

Virginia Gómez de la Torre, directora de la Fundación Desafío y exmilitante de la Coalición Nacional de Mujeres en Ecuador, coincide con Tanca en que lo que sucede era algo de esperarse y lamenta los casos de periodistas, profesoras y otras mujeres que ocupaban altos cargos y han sido desplazadas.

Dice que en países como Afganistán el patriarcado, el machismo y la misoginia están arraigados, pero que se debe reconocer que con el régimen anterior a los talibanes las mujeres sí lograron acceder a espacios de poder y educación, entre otros.

Tanca menciona que lo interesante es ver cómo las mujeres afganas se han tomado las calles reclamando sus derechos.

“Es muy importante porque en ocasiones anteriores no es que no existían, pero hoy cuentan con un apoyo mucho más grande, porque una vez que se ha iniciado la lucha por los derechos humanos y la igualdad de género, ya no hay vuelta atrás... no se quiere retroceder de lo que ya se ha logrado”, subraya y destaca la valentía que tienen las mujeres afganas para reclamar sus derechos pese a los riesgos que puede correr su vida.

En esta foto de archivo tomada el 16 de enero de 2022, mujeres afganas gritan consignas y sostienen pancartas durante una marcha de protesta por los derechos de las mujeres en Kabul. Foto: AFP

Para Gómez, esas mismas protestas son “un acto de heroísmo, un acto temerario de valentía”.

“Estas mujeres están expuestas a la muerte, en esos regímenes protestar es un acto de sobrevivencia... en esos casos cuando una mujer ya no tiene nada que perder, le toca salir y ofrendar su vida en función del legado que van a dejar a las que siguen”, apunta.

No obstante, Gómez reconoce también que desde la comunidad internacional es difícil lograr un cambio en un régimen que se sostiene bajo una teocracia, pero destaca la valentía de las mujeres que salen a las calles. Tanca, por su parte, dice que desde Occidente es necesario seguir visibilizando lo que ocurre en Afganistán para generar presión al régimen y apoyar a las organizaciones que trabajan en el país.

Principales restricciones para mujeres afganas

  • Talibanes afirman que permiten trabajar a las mujeres, pero ya no pueden acceder a empleos públicos, salvo en sectores concretos como el sanitario y el educativo. Decenas de miles de mujeres perdieron sus empleos tras el retorno de los talibanes, poniendo fin a dos décadas en que pudieron acceder a nuevos trabajos, como en la policía o la justicia.
  • El Gobierno talibán dice reivindicar el derecho a la educación para las niñas; no obstante, la gran mayoría de institutos de secundaria les han cerrado sus puertas desde agosto. Actualmente, se conoce que las escuelas reabrirán a fines de marzo para todos, pero la escasez de maestras y la prohibición a los hombres de enseñar a niñas auguran nuevas dificultades.
  • La mayoría de universidades privadas reabrió, incluso un mes después de su regreso, pero faltan docentes, pues al imponerse la separación en clases masculinas y femeninas no dan abasto. Las universidades públicas reanudaron sus cursos la semana pasada y ocurre lo mismo.
  • En su etapa anterior, los talibanes impusieron el uso en público del burka, un velo entero con una especie de rejilla a la altura de los ojos. Ahora hay carteles en todos los comercios de Kabul que indican que las mujeres “deben” al menos vestir un hiyab, manto que cubre la cabeza pero deja el rostro descubierto, aunque se ilustran con fotos de burka, sugiriéndolo como más recomendable.
  • Por decreto, las mujeres deben estar acompañadas por un familiar cercano masculino en viajes largos entre ciudades. Y a los taxistas se les ordenó no recoger a mujeres con la cabeza descubierta.
  • Las cadenas de televisión ya no pueden emitir series con actrices. Y las periodistas deben usar el hiyab ante cámaras.
  • Un alto funcionario talibán aseveró que “no es necesario” que las mujeres practiquen deportes. Pero los islamistas han evitado formalizar esto, dado que los fondos provenientes de las federaciones que controlan el deporte mundial, incluidos el cricket y el fútbol, se congelarían si las mujeres no pueden practicarlos. (I)