La muerte del príncipe Felipe de Reino Unido hace una semana recordó a todos la popularidad que pueden tener las monarquías en el mundo, especialmente en Occidente, donde están presentes en varios países de Europa y América.

Por cercanía e historia, es más fácil saber quién es el rey de España (Felipe VI) y de Reino Unido (Isabel II), pero en Europa hay varios países y territorios en los que un monarca sigue siendo el jefe de Estado, aunque su poder en la práctica —y constitucionalmente— es nulo y tienen un rol más ceremonial o cívico.

Las monarquías parlamentarias, donde el poder emana del Parlamento constituido por elecciones, son Reino Unido, España, Suecia, Países Bajos (Holanda), Bélgica, Noruega, Dinamarca. En estos países el rey o la reina son los jefes de Estado: firman las leyes y nombran a los primeros ministros o presidentes de Gobierno por protocolo, pero no pueden participar en la vida política ni mostrarse parciales hacia alguna corriente política o partido. Su rol es el de representar la unidad del país -no siempre lo logra-, principalmente en los que tienen varios territorios con diversas identidades o particularidades dentro del mismo Estado. Por ejemplo, en Bélgica hay tres regiones: una es de habla francesa (Valona), otra en la que la lengua es el neerlandés —conocido también como holandés— (Flandes) y Bruselas, que es bilingüe, además de una pequeña parte que habla alemán. Otro ejemplo es Reino Unido, que se compone de cuatro países: Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.

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Mientras, hay Estados pequeños en los que el puesto real aún asume funciones en su administración, como el Gran Ducado de Luxemburgo y los principados de Mónaco y Liechtenstein, que además son fuertes financieramente. También está el Vaticano, donde la máxima autoridad es el Papa, y Andorra, donde son copríncipes el presidente de Francia y el obispo de Urgel (España).

Para el analista español Luis Espinosa Goded, radicado en Ecuador, hay que entender primero que la diferencia entre una monarquía y una república no es la democracia, puesto que los países con monarquía parlamentaria son democracias plenas, en la que el poder es representativo a través del Parlamento y el Gobierno que sale de este.

Espinosa añade que hay recordar una frase para tenerlo más claro: “El rey reina, pero no gobierna”. Además de que por la tradición vista por generaciones puede cumplir un papel importante en momentos claves. Pone de ejemplo el papel de Juan Carlos I en la transición desde 1975 y el intento de golpe de Estado en el 81 —aunque el ahora rey emérito recibe muchas críticas por escándalos de los últimos años—, y al rey Felipe por defender la unidad de España en 2017 ante parte de la población de Cataluña que quiere la independencia, algo por lo que también ha sido criticado desde otros sectores.

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“Al final, es un árbitro imparcial de la disputa política para garantizar el orden constitucional... El rey no tiene ninguna labor del día a día en la gestión del país... pero garantiza la unidad de la nación española, que está en disputa ahora, el orden constitucional y la representación de España en el exterior”, dice Espinosa sobre el caso particular español.

Los reyes de las monarquías parlamentarias europeas siempre deben respaldar las decisiones constitucionales que tomen los Gobiernos.

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También comenta que el rey y su familia real tienen un presupuesto como cualquier jefe de Estado. Ante esto suele haber una discusión sobre si es más caro tener un rey o un presidente como jefe de Estado.

Sobre por qué se mantienen como el sistema de varios países, Espinosa dice que es porque aún tienen popularidad y cada país escoge el sistema que crea más conveniente. Añade que en estos casos son funcionales, porque la mayor parte de las monarquías también llamadas constitucionales tiene un gran nivel de democracia, el cual los monarcas cuidan para dejar un legado.

El excanciller ecuatoriano Francisco Carrión comenta respecto al tema que, si bien estos países son totalmente democráticos, su estructura no deja de ser algo “anacrónico” y quizá por ello es imposible entenderlo desde Latinoamérica.

Carrión también señala que hay diferencias entre las monarquías, pues tienen procesos históricos que no son iguales. “No se puede comparar la sueca con la británica o española”, dice.

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“Yo creo que no responden a una modernidad y resulta difícil entender cómo una persona hereda la jefatura de Estado. Tienen un sistema democrático y representativo que da el verdadero poder al Parlamento, pero (...) tienen un simbolismo antidemocrático que, para justificarlo, llaman representación de la unidad nacional, pero en la práctica no siempre sucede”, dice Carrión, quien añade que para hablar más ampliamente se debe analizar caso por caso, ya que —por ejemplo— las monarquías nórdicas son populares porque hay una especie de relación más cercana con el pueblo.

Carrión, quien también fue embajador en Reino Unido y España, opina finalmente que la corona es una institución que bien puede ser superada y remplazada por una Presidencia elegida electoralmente, al estilo de Italia o Alemania, que no son Gobiernos, pero sí jefes de Estado que defienden la unidad nacional.

Mientras el 63% de los británicos sigue respaldando el sistema monárquico, solo el 37% de los jóvenes de 18 a 25 años lo hace, y el 42% prefiere una república, según un sondeo de Yougov realizado en marzo que ilustra los retos a los que se enfrenta la familia real de ese país, según AFP. La popularidad en cada país varía.

Monarquías en América

Si bien la mayoría de las monarquías que gobernaban en América fueron expulsadas en las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, hay países del continente que siguen teniendo monarcas europeos.

Por ejemplo, la reina Isabel II es, a través de los reinos de la Commonwealth, la monarca simbólica de varios países y pequeños Estados en Centroamérica y el Caribe (Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Granada, San Cristóbal y Nieves, Jamaica, San Vicente y las Granadinas y Santa Lucía) y en Norteamérica (Canadá). También reina en varios estados de Oceanía, incluyendo Australia y Nueva Zelanda.

También están los territorios que siguen siendo parte de monarquías europeas. Por ejemplo, la gran isla de Groenlandia es de Dinamarca, y Países Bajos tiene Aruba, Curazao, parte de la isla San Martín, Saba, Bonaire y San Eustaquio.

Reino Unido también mantiene el control de las islas Georgias del Sur, Sandwich del Sur y las Falkland (Malvinas), todas reclamadas por Argentina. (I)