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La falta de restauración y las intensas lluvias serían la razón de su desplome. Foto: Gestión P / UNASUR

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Se alzaba sobre el río Apurímac y figuraba como el último puente de la época incaica. Este camino fue construido a base de paja tejida que se renovaba cada año en una ceremonia declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Las restricciones de movilidad por el COVID-19 imposibilitaron la reanudación de parte de las actividades de las comunidades que estaban a cargo del puente Qeswachaka; la última fecha de arreglo fue en junio de 2020, informó el medio peruano ‘Gestión’. Meses después, la estructura se vino abajo debido a las lluvias de las últimas semanas en Perú.

“La temporada de lluvias y la falta de mantenimiento del puente colgante de 600 años de antigüedad pueden haber sido el motivo del colapso de la estructura”, explicó la Dirección Desconcentrada de Cultura Cuzco, a RPP Noticias.

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Actualmente, un grupo multidisciplinario se dirigió al distrito de Quehue, en la provincia cuzqueña de Canas para encontrar alguna alternativa de restauración del puente ancestral, que además era protagonista de destinos turísticos y culturales en la región andina de dicho país.

El significado detrás del puente ancestral

El puente colgante pertenecía a las antiguas rutas del Qapaq Ñan o Camino Inca, y el motivo de su construcción en paja, en lo alto de un desfiladero del distrito de Quehue, respondía a la necesidad de contrarrestar los terremotos, que son recurrentes en la región sur de Perú.

El puente Q’eswachaka es un ejemplo palpable de la continuidad de una tradición cultural existente desde tiempos prehispánicos”, expresaron las autoridades peruanas en informes a la prensa.

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Las comunidades asentadas a las orillas del río Apurímac se reunían tres veces durante el mes de junio para restaurar las sogas del puente ancestral. Las mujeres de la zona tejían con paja o ichu en medio de celebraciones declaradas Patrimonio Cultural de la Nación en 2009, y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2013 por la UNESCO.

Sin embargo, el portal noticioso DW contó que la fragilidad del puente solo permitía que cuatro personas pasen a la vez. En la ceremonia de renovación solo participaban hombres, que se encomendaban a los dioses del Andes antes de empezar a cambiar cada pieza, sin desmontar la estructura por completo. (I)

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