El 13 de marzo de 2013, los fieles católicos recibieron la tan esperada noticia de quién sería el próximo Papa, luego de la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI. Tras dos semanas de incertidumbre, la Plaza de San Pedro se llenó de júbilo cuando una columna de humo blanco se elevó desde la chimenea de la Capilla Sixtina, anunciando que se había tomado una decisión. El momento fue rápidamente cubierto por los medios de comunicación y se extendió por todo el mundo.