Las vacunas de refuerzo son necesarias, porque, con el tiempo, el número de anticuerpos en nuestra sangre disminuye. En el caso de las vacunas de ARNm, esto suele ocurrir unos seis meses después de la inmunización contra el coronavirus.

Para otras vacunas, como la de un solo uso de Johnson & Johnson, el Comité Permanente de Vacunación de Alemania (Stiko, por sus siglas en alemán) recomienda el refuerzo incluso un poco antes.

Pero ¿será así siempre? ¿Tenemos que prepararnos para que en el futuro necesitemos una vacuna de refuerzo cada seis meses o siempre en otoño, similar a la de la gripe?

Publicidad

Los médicos aún no saben la respuesta a esta pregunta, porque les falta experiencia y datos.

Aquí intervienen varios aspectos: es probable que las vacunas tengan que adaptarse a las nuevas variantes del virus en el futuro, de forma similar a las vacunas contra la gripe estacional que ya existen en la actualidad. Ya hay numerosas vacunas nuevas en fase de desarrollo que tienen en cuenta ciertas mutaciones de la variante delta, por ejemplo.

¿Se está volviendo endémico el SARS-CoV-2?

Además, el curso posterior de la pandemia juega un papel decisivo. No está claro si la pandemia se acabará después de la cuarta o quinta ola, o si el SARS-CoV-2 y sus variantes se convertirán en endémicas, es decir, aparecerán regularmente en ciertas regiones y permanecerán con nosotros durante décadas.

Publicidad

La cuestión de la inmunidad de grupo está estrechamente relacionada con esto. ¿La conseguiremos pronto? ¿Se producirá a través de la vacunación o quizás a través de un contagio involuntario, como el que ya está surgiendo en amplias zonas de África? Dadas las tasas de incidencia actuales, algo así podría ocurrir también en Europa.

Células T de memoria generarían ‘preinmunidad’ contra el COVID-19 en parte de la población de Ecuador

No hay que olvidar las células T de memoria

Pero no son solo los anticuerpos lo que debemos tener en cuenta al considerar nuestra inmunidad. Así lo indica un estudio aún no revisado por pares y publicado por un amplio equipo de investigadores de Gran Bretaña y Singapur en la revista Nature el 10 de noviembre de 2021.

Publicidad

Los investigadores habían encontrado trabajadores sanitarios con alto riesgo de exposición al SARS-CoV-2, pero que no habían tenido ninguna enfermedad reconocible como COVID-19 ni resultados positivos en las pruebas de PCR desde hace meses. Los 58 empleados también pasaron desapercibidos en una prueba serológica de anticuerpos.

Inmunidad sin anticuerpos detectables

Los investigadores descubrieron que esos “trabajadores sanitarios seronegativos (SN-HCW)” tenían más células T de memoria multiespecíficas que un grupo de comparación que trabajaba con un riesgo de exposición significativamente menor.

Estas células T se dirigen en particular contra el llamado complejo de transcripción y replicación (RTC), que es el principal responsable de la replicación del virus.

A su vez, se encontró un aumento de la cantidad de la proteína IFI27 en las 58 personas, lo que se considera un indicio de una infección muy temprana de SARS-CoV-2. A partir de esto, los investigadores concluyeron que todas los trabajadores sanitarios afectados habían tenido una infección de coronavirus abortada o “abortiva”.

Publicidad

COVID-19, resfriado, alergias o gripe, ¿cuáles son sus diferencias?

Por lo tanto, es posible que las células T hayan interrumpido la infección por coronavirus en una fase temprana. Todavía no está claro de dónde sacaron los 58 trabajadores sanitarios su inmunidad de células T inusualmente fuerte: podría ser el resultado de una infección anterior por otro coronavirus, como un virus del resfriado.

¿Llegará la inmunidad de grupo?

Una posible consecuencia de esto es que la exposición repetida a los coronavirus, por ejemplo si el SARS-CoV-2 se convirtiera realmente en endémico y entráramos repetidamente en contacto con algunos patógenos, esto podría hacer que nuestro sistema inmunitario se posicionara mejor contra él: ya sea con anticuerpos o también con células T. Esto nos acercaría definitivamente a la inmunidad de grupo.

Sin embargo, los investigadores recomiendan encarecidamente no descuidarse a causa del descubrimiento. Nadie debe sentirse seguro ni asumir que es inmune al SARS-CoV-2. El riesgo de no ser inmune es muy alto.

Queda la duda de si tendremos que volver a reforzar nuestras vacunas el próximo otoño. Eso se verá cuando llegue el momento. (I)