Era una relación de madre e hija que se aconsejaban, conversaban de todo un poco y reían. Esas escenas Patricia Bermúdez, de 63 años, ya no las experimenta desde febrero del 2020 cuando le arrebataron la vida de su hija Adriana Camacho y la de su nieto Santiago.

Patricia anhelaba ver crecer a su primer y único nieto, pero solo llegó a disfrutarlo hasta sus cinco años de edad. Y a su hija, hasta sus 36 años.

Ambos fueron envenenados por Erick Ortega, quien fue la pareja de Camacho. Los cuerpos fueron encontrados abrazados sobre la cama en una vivienda en el sur de Guayaquil.

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El autor del delito llamó a su madre y confesó el crimen, le dijo que estaba arrepentido y huyó. Sin embargo, en una posterior llamada, la Policía trianguló la ubicación de su celular y lo detuvo en Montañita.

Ortega tenía problemas de alcohol y drogas. Y estaba incumpliendo las promesas que le había hecho (a Adriana) de recuperación.

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Patricia afirma que el dolor que siente una madre al perder un hijo es irreparable. Rompe en llanto cuando ve sus fotografías, la de su nieto o recordar cualquier momento vivido.

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“Ella fue la hija que me hizo madre por primera vez, con la que aprendí a ser madre, me dio mi primer y único nieto. Fue algo injusto... Me hace falta todos los días, a veces cuando me toca arreglar mi cuarto, veo las fotos, y sigue siendo duro acordarme de ella. La pérdida de un hijo no debería ocurrir”, dice Patricia, quien junto a su familia se han apoyado para sobrellevar el luto, que duele más con el actual sistema judicial.

Este caso llegó a una sentencia de 34 años y ocho meses, pero fue tipificado como asesinato. Sin embargo, Patricia y su familia siguen en la lucha para que se procese por femicidio en el caso de Adriana y como asesinato por el menor de edad. Y así lograr la pena máxima de 40 años.

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Patricia reprocha los procedimientos. “Estamos apelando para que sea sentenciado por la tipificación correcta porque había una relación de pareja. Y el asesinato del niño no puede ser un agravante”, dice Patricia.

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La abogada en Cepam (Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer) y quien también lleva el caso, Karen Sánchez, afirma que las víctimas tuvieron una agonía prolongada, es decir que su deceso fue lento. Y esto se determinó con una exhumación.

“Al inicio pensaron que era un suicidio y no se hizo la debida valoración de violencia psicológica”, reprocha Sánchez, quien resalta la falta de profesionalismo y minuciosidad de los casos.

Lamentablemente, estas historias son casi a diario, en algunos casos logran sobrevivir los hijos o en otras ocasiones son quienes presencian estos hechos.

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En Ecuador, cada 30 horas con 31 minutos se registra un feminicidio, de acuerdo al último reporte de la Alianza Feminista para el Mapeo de los Feminicidios.

Solo desde el 1 de enero hasta el 31 de mayo de 2022 se registraron 118 muertes violentas por razones de género, de las cuales 53 son femicidios íntimo, familiar, sexual o de otra índole, cinco son transfeminicidios y 60 feminicidios por delincuencia organizada.

Han ocurrido en 49 cantones, siendo Guayaquil la ciudad con más registros (24); seguido de Esmeraldas con diez casos; Machala y La Troncal con 5; y, Quito y Durán con 4.

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El reporte de la Alianza Feminista también revela que 89 niños, niñas y adolescentes quedaron en situación de orfandad hasta mayo pasado.

Katherine Guerrero es hermana de Selena, quien murió en su cama por múltiples heridas cortopunzantes en el cuerpo que le perpetró su exconviviente Marco.

Katherine no deja de extrañar a su hermana y define aquel momento en 2019 como algo “traumático”. Ella se hace cargo de sus dos sobrinas, que perdieron a su madre cuando tenían cuatro y siete años.

“Es algo terrible, traumático, que nos cambió la vida de un momento a otro. No hay día (que las niñas) dejen de acordarse de su mamá, cómo las cuidaba, cuando les daba de comer, al llevarla a la escuela”, cuenta Katherine, de 42 años.

Ella asegura que el dolor es más latente cuando se busca justicia, que finalmente se resumió en 34 años y 8 meses. Sin embargo, aún no terminan los procedimientos, aún está lidiando por ser la tutora legal de las menores.

“Yo nunca pensé que ella se iba a ir primero. Era muy alegre, le gustaba maquillarse”, recuerda Katherine.

Las hijas de Selena van cada mes a Cepam a recibir atención psicológica, un procedimiento que también ha ayudado a Patricia con la pérdida de su hija y nieto.

Según la coordinadora del Área de Atención del Cepam, Marjorie López, es necesario desnaturalizar la violencia logrando una construcción en las mujeres sobre su ejercicio pleno de derecho y en hombres de desechar las concepciones de poder, de proveedor.

Las mujeres hemos sido construidas y concebidas no como sujetos de derechos sino como objeto y muchas veces como objeto sexual y se reproduce en la sociedad, en propagandas, murales”, opina la experta.

Considera que gran parte de la solución debe provenir del Estado de cuestionar todas las acciones de poder.

“Hay una serie de manifestaciones de violencia que no son extremas sino psicológicas, que no causan daños físicos. Y esto es cuando una mujer es amenazada o encerrada y hay altas probabilidades de que se cometa ese femicidio”, argumenta López, quien indica que el Estado debe apoyar con programas y bonos.

En Cepam existe un promedio de siete a diez mujeres a la semana que buscan un soporte. Y dos o tres veces al mes acuden familiares de las víctimas por apoyo psicológico. (I)