Por Carla Ricaurte,experta en turismo y docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanística de la Escuela Superior Politécnica del Litoral.
El aumento de la tasa de ingreso al Parque Nacional Galápagos ha sido cuestionado en numerosos espacios. Uno de los análisis defiende que solo el hecho de que la tasa no se haya cambiado en más de 20 años justifica su revisión con respecto a la inflación. Algo difícil de debatir si se considera que la tasa se destina para la conservación del Parque y para el desarrollo sostenible de las Islas, a través de la gestión de sus gobiernos locales.
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Esta gestión indudablemente enfrenta desafíos crecientes, incluyendo el cambio climático, el manejo de un turismo que ha ido en aumento, y la provisión de servicios básicos para una población local que también ha aumentado. En otras palabras, lo injustificable en este momento sería no subir la tasa de ingreso.
Más que el incremento el problema apunta hacia la ausencia de mecanismos de elaboración de política pública que incluyan a los diferentes actores que pueden ser afectados por esta decisión y que pueden resistir su ejecución. Los residentes, empresarios locales y los mismos turistas junto con la naturaleza, son los principales beneficiarios del incremento y tienen derecho a conocer cómo éste puede responder a los desafíos que enfrentan.
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Por ejemplo, está el temor justificado de la población local de que los turistas se decidan por otros destinos donde no tengan que pagar tanto, impactando directamente sus ingresos y calidad de vida. El aumento de la tasa es una acción rápida para reducir el turismo masivo, pero es una medida unidimensional que necesita política pública y trabajo conjunto adicional entre operadores, agencias de viaje, visitantes, así como organizaciones públicas y privadas.
Mientras las acciones de manejo de visitantes en las islas se aplican mientras el turista está de visita en el archipiélago, estudios previos demuestran que la conservación y las prácticas turísticas responsables deben mantenerse a lo largo de toda la experiencia turística. La experiencia empieza desde la búsqueda de información sobre el destino, y se extiende hasta la forma en que se reflexiona y se comparte la experiencia con otros después del viaje.
Si el posible visitante ve anuncios en redes que retratan a las Galápagos son un destino de sol y playa, la expectativa y el comportamiento del visitante va a corresponder al de un turista de sol y playa. En una reciente conversación con visitantes ecuatorianos que regresaban de las Islas, un tema emergente fue que no sabían que tenían que llevar zapatos para caminata en lugar de zapatillas de playa. También está el caso viral de la turista que no sabía que no podía llevar a su mascota a un sitio de anidación de tortugas.
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El desconocimiento no nos exime de la ley, pero antes que el castigo, la información sobre la experiencia turística que se va a vivir y lo que se puede esperar de ella es fundamental. En resumen, hay acciones adicionales que se deben trabajar con diferentes actores sociales desde antes y hasta mucho después de que el turista pague su tasa en el aeropuerto. (O)