La vacunación marcó un antes y un después respecto a la mortalidad por COVID-19. Desde febrero del 2020 hasta el 15 de diciembre último se registran 33.586 fallecimientos por esta enfermedad en Ecuador, entre muertes confirmadas y probables.

El 71 % de estas muertes ocurrió durante el 2020. A finales de enero de este año comenzó de forma oficial el proceso de vacunación en el país, que se aceleró tras el cambio de régimen con la llegada al poder del actual presidente de la República, Guillermo Lasso, en mayo pasado.

Hasta el 31 de julio último, cuando se anunció el cumplimiento de la promesa de campaña de inocular con la primera dosis a más de nueve millones de ecuatorianos en los primeros cien días del gobierno de Lasso, el número de muertos por COVID-19 alcanzaba 31.631, es decir, el 94 % del total de fallecimientos que hay hasta ahora.

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Si bien hay un repunte de casos que aún no es tan pronunciado, según especialistas consultados, el uso de las camas disponibles para atender a los pacientes infectados también se redujo.

El Ministerio de Salud Pública reportó al 20 de julio pasado una ocupación del 44 % de las 2.265 camas asignadas en todo el sistema nacional de salud (red pública y privada) para hospitalización por COVID-19.

En el caso de las camas para cuidados intermedios la ocupación llegó al 65 % y en las asignadas para COVID-19 en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) fue del 80 %.

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Los porcentajes de ocupación bajaron al 26 % en las camas disponibles para hospitalización, 23 % en las de cuidados intermedios y 63 % en las de UCI, según el último reporte con corte al 15 de diciembre pasado a nivel nacional.

El infectólogo Washington Alemán afirma que según las cifras del Ministerio de Salud Pública hay un aumento sostenido y leve del número de casos, pero todavía no hay un colapso del sistema sanitario. Esto como consecuencia del feriado de noviembre pasado, el más largo desde que se declaró la pandemia en Ecuador. “Aunque no son cifras comparables con los inicios de la pandemia”.

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El análisis debe centrarse en ver la evolución de este crecimiento leve. Si continúa el aumento o se estabiliza la curva, indica Alemán.

Sin embargo, la relajación de las medidas de bioseguridad hace que el virus circule en mayor proporción, dice la epidemióloga Andrea Gómez. “Esto da también que en el caso de mutar, de cambiar en algún momento tenga una ventaja frente a las variantes anteriores, entre las confirmadas (por la Organización Mundial de la Salud) como de preocupación”.

La ómicron, por ejemplo, se transmite con mucho más rapidez que la variante delta. “Se piensa que es entre dos y tres veces más, lo que equivale a 10 o 15 personas... Lo que queda por conocer es si realmente causa una enfermedad igual, menos leve o más grave que la que provoca la delta y tampoco se conoce la efectividad final de las vacunas. Sí tienen un efecto, pero no se sabe de cuánto”.

La que prevalece en los casos actuales del Ecuador es la delta. “El repunte que vivimos ahora se debe a esta variante y a los feriados que tuvimos. El de diciembre (Navidad y Fin de Año) lo veremos en cuatro semanas”, dice Gómez.

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Cada persona con delta, afirma Enrique Terán, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, puede contagiar entre 4 y 10 más. “Cada persona con ómicron parece ser que contagia entre 14 y 16 personas más, lo que quiere decir que tiene una capacidad de esparcirse sumamente grande”.

La protección de las vacunas en general ante la variante delta se reduce en promedio casi un 50 % del total de efectividad que tenían. “La de Pfizer protege al 46 %, la de AstraZeneca a cerca del 39 % (de los vacunados)”, indica Terán.

La especialista Gómez afirma que hace falta reforzar el seguimiento de los casos positivos de COVID-19 con vigilancia epidemiológica. “Tengo un caso confirmado y hago un cerco a sus contactos, cuántos más han aparecido a partir de este”.

Ante las nuevas variantes se amplía en otros países de la región la vacunación para la población menor de cinco años como en Chile. “En el caso del país todavía no se ha dado ese cambio”.

El 36,6 % de los menores que tienen entre 5 y 11 años de edad en el país se han vacunado con la segunda dosis con corte al 15 de diciembre pasado.

Alemán indica que hay ciertos grupos que son más propensos a que la inmunidad o la efectividad de la vacuna haya caído.

“Un anciano cuyas defensas son malas y no las puede mantener más allá de seis meses, o un paciente con enfermedad reumática en el que la eficacia de la vacuna no se mantiene más allá de seis meses. En ambos casos, la tercera dosis de refuerzo ayuda a que este grupo poblacional frente a la exposición de este virus o de alguna variante pueda reforzar su sistema inmunológico”.

Este refuerzo no implica la relajación de las medidas de bioseguridad. “Tiene que quedar claro que la pandemia no termina. La vacuna disminuye el riesgo de complicaciones, pero si te expones ante una persona infectada pues te puedes infectar, tendrás menos riesgo de que te compliques y mueras con relación al no vacunado, pero no hay una garantía total”, enfatiza Alemán. (I)