La capital del Ecuador recordó este viernes uno de los episodios más sangrientos de su historia: la masacre del 2 de agosto de 1810, cuando decenas de próceres del Primer Grito de Independencia fueron asesinados en los calabozos del Cuartel Real.
El homenaje tuvo lugar en la Sala Capitular del Convento de San Agustín, donde el alcalde Pabel Muñoz y miembros del Concejo Metropolitano de Quito participaron en una sesión solemne y colocaron una ofrenda floral en memoria de los caídos.
Durante su intervención, Muñoz recordó que el 10 de agosto de 1809, fecha en la que Quito se convirtió en la primera ciudad en América Latina en proclamar su independencia, fue un acto deliberado, no un accidente.
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“Fue el resultado de una ciudad ilustrada y rebelde que declaró que la soberanía no le pertenece a los reyes, sino a los pueblos”, señaló. Y añadió que la masacre de 1810 fue un intento por aplastar “la llama de la libertad” que comenzaba a extenderse por todo el continente.
Para el alcalde, la independencia no es un hecho cerrado. “Es una tarea diaria. La justicia social es la dignidad del pueblo quiteño”, afirmó, y propuso que la ciudad debe construirse con los valores que inspiraron a sus próceres: justicia, orgullo, modernidad y resistencia.
En el discurso de orden, Darío Cahueñas, segundo vicepresidente del Concejo, repasó los hechos de hace más de dos siglos y aseguró que el sacrificio de los más de 300 quiteños asesinados “debe ser una guía en la búsqueda de un país más justo e igualitario”. (I)