Aunque padece una enfermedad considerada catastrófica, don Ufredo no se deja vencer. Sentado en una silla de ruedas, cuenta jocosas anécdotas de su vida y bromea con sus compañeros de tragedia mientras espera el turno para su hemodiálisis, el jueves en un centro nefrológico privado del sur de Guayaquil. Ahí acude tres veces por semana desde hace 16 años, cuando, tras un infarto cerebral, sus riñones colapsaron y dejaron de funcionar.

Jubilado del IESS, 68 años, barcelonista y zalamero. Don Ufredo consigue siempre sonrisas de sus amigos, incluso de desconocidos que llegan y, sin formales presentaciones, enseguida se sienten en confianza para conversar con él sobre las cosas de la vida, de la política o del dolor de las punzantes agujas que laceran las venas del brazo izquierdo de Ufredo, donde sobresalen dos grandes hematomas formados por las más de 2.300 diálisis a las que se ha sometido.

Han sido tantas que ya son parte de su rutina. “En este bolso que usted ve traigo galletas y maníes para comer mientras espero. Uno tiene que estar bien alimentado, porque si no ya no se levanta”, cuenta mientras un enfermero le dice que ya mismo le toca su turno, y Ufredo le responde en broma: “De una vez”, y sonríe.

Publicidad

IESS bajo la lupa

A diferencia de todos los pacientes, Ufredo llega sin acompañante, y así, en solitario, en un carro particular que le sirve de expreso, regresa a casa, donde lo esperan su esposa, una hija y nietos. “Mi hija me quiso dar un riñón, pero le dije que no. Yo ya he vivido bastante; si me tengo que ir, me iré”, dice mientras llega una paciente amiga que, para saludarlo, le extiende la mano, que él besa con mascarilla puesta.

Las hemodiálisis, que duran agotadoras jornadas de cuatro horas, no solo le filtran y purifican su sangre: también le devuelven las fuerzas y el optimismo para seguir cada día con la alegría de quien vive agradecido. “Claro, las diálisis son dolorosas, pero uno soporta. Aquí me atienden bien; bueno, antes era mejor: nos daban chocolate caliente”, dice Ufredo sonriente y elevando la voz, para que los médicos tomen nota de su sugerencia.

El risueño Ufredo cambió de humor hace unos años, cuando el IESS devolvió su historia clínica al hospital Teodoro Maldonado Carbo para que ahí se realizara las diálisis. “La atención no era buena; hasta la presión se me subía: yo soy hipertenso. De tanto quejarme, las enfermeras se cansaron y me derivaron nuevamente aquí, donde me siento mejor. En la próxima sesión seguimos conversando”, cuenta este jubilado antes de que el enfermero lo interrumpa y lo lleve a conectar a las máquinas.

Publicidad

Ufredo entró a su sesión médica, otros pacientes salieron y media docena se quedó esperando turno en una fresca sala acondicionada con un televisor que informaba de los últimos chismes de la farándula. Concentrados en la pantalla o en sus celulares, hay quienes logran olvidar por ratos la enfermedad con la que batallan, la insuficiencia renal crónica, la primera entre las clasificadas como catastróficas, seguida de todos los tumores malignos o cánceres, las que mayores recursos demandan del IESS.

Desde el 2020 hasta el pasado 5 de abril, el IESS ha pagado $ 548 millones a clínicas privadas, llamadas prestadores externos, por las atenciones de los asegurados que padecen enfermedades catastróficas y a quienes no alcanza a tratar en sus propios hospitales.

Publicidad

La cifra ha ido en aumento. En 2020 llegó a $ 152 millones, en 2021 a $ 192 millones y en 2022 a $ 197 millones. En el primer trimestre del 2023, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) ha pagado $7 millones por estas dolencias catastróficas, una cifra baja en relación con los servicios prestados y de la que se quejan –aunque no públicamente– algunos centros externos consultados por este Diario.

El IESS no está pagando las planillas; los pocos pagos son a cuentagotas a algunas dializadoras. Nos deben de seis, ocho meses. Sé que hay unas a las que les deben más, pero ahorita ninguna quiere hablar, porque estamos en inspecciones; si reclaman, con más ganas no nos pagan, o tal vez no renuevan el contrato

Directivo de un centro privado, en donde un centenar de jubilados del IESS se hace diálisis.
Pacientes reciben atención médica en prestador externo del IESS, donde se realizan tratamientos de hemodiálisis, en el sur de Guayaquil. Foto: El Universo

La deuda del IESS con estas unidades supera los $ 40 millones, precisó la representante de la Asociación de Centros de Diálisis del Ecuador, Cristina Freire, quien menciona la provincia de Loja, donde la situación es más crítica, pues no se les ha pagado desde hace un año. En esta provincia se atiende a 500 pacientes renales en los centros externos del IESS.

“IESS en Guayas adeuda desde hace 10 meses. El último pago fue en junio de 2022. Son 5.000 pacientes renales derivados de IESS que se atienden en 85 centros de diálisis en el país”, comentó Freire, y agregó que el “IESS en Guayas adeuda desde hace 10 meses: el último pago fue en junio de 2022″.

Los incumplimientos se repiten en otros centros y hospitales adonde el IESS deriva a pacientes con males catastróficos, por ejemplo Solca, y algunas clínicas que realizan cirugías para extirpar tumores malignos. “A todos nos deben. Pagan una planilla y se atrasan con tres; pagan la segunda planilla y se van acumulando 5, y así. En estos días nos han comunicado que van a hacer auditorías antes de pagarnos las planillas atrasadas; no sabemos cuánto tiempo va a tomar eso”, contó el jefe administrativo de un centro médico que atiende a afiliados en general, una gran parte jubilados.

Publicidad

Las auditorías que el IESS hace a las clínicas con las que tiene convenios son obligatorias, según una disposición del Ministerio de Salud que busca determinar la calidad de la atención que recibe un paciente y si los servicios dados son pertinentes en lo médico y tarifario. El noviembre pasado, el IESS contrató en $ 5,6 millones las auditorías del 2017 al 2021, pero –archivadas y pendientes de pago– aún hay atenciones dadas desde el 2011.

La falta de personal y el aumento de prestadores externos (de 157 en 2019 pasaron a 357 en 2022) son las principales causas del represamiento de expedientes médicos, a las que se suman el tiempo de casi cinco meses que toma el proceso de revisión de documentos, análisis y liquidación de pagos.

En marzo, un nuevo contrato adjudicó el IESS para auditar expedientes médicos, esta vez de jubilados y pacientes con enfermedades catastróficas, por $ 5,3 millones. Estas auditorías regirán para el 2023, en que se prevé que prestadores externos cubran 4 millones de atenciones a este grupo vulnerable y que el Estado cumpla lo anunciado en diciembre: que acredite al IESS los valores por estas atenciones. (I)