La vida cotidiana de Cangahua se resume en 120 fotografías en la exposición ‘Sisay warmi, mujeres que florecen’

Seis paredes del Parque Urbano Cumandá se adornan con 120 fotografías que cuentan la historia de doce mujeres de la parroquia Cangahua, en la provincia de Pichincha.

Para crear esta exposición denominada Sisay warmi, mujeres que florecen –inaugurada el 18 de febrero–, doce fotógrafas emergentes exploraron el campo de Cangahua, una de las parroquias más antiguas del cantón Cayambe, donde viven las doce mujeres que dominan esas tierras con orgullo y valentía.

Ahí, las doce fotógrafas sintieron la textura de la tierra, el perfume de las plantas, el murmullo de los arroyos, la sinfonía que resulta de la mezcla del efecto del viento y los diversos sonidos de los animales. Recibieron la bendición que significa para un fotógrafo ver y descubrir, en algunos casos, el azul pastel del amanecer, en otros, la neblina deambulando como trozos de algodón sobre los árboles y sembradíos, y en otros, las líneas doradas que salen del otro lado de las montañas cuando nace el sol. Pero también experimentaron el frío de las madrugadas andinas que, sin esfuerzo, entra hasta los huesos.

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El Parque Urbano Cumandá, que alberga a esta exposición fotográfica que permanecerá todo el mes de marzo, abrió sus puertas y forma parte de la vida cotidiana de los barrios como un espacio de encuentro de comunidades diversas en 2014. Se levanta en los predios de la antigua Terminal Terrestre Cumandá, que se inauguró en 1986, y después de 23 años (2009) terminó sus operaciones debido a la inseguridad y al descuido.

Las doce fotógrafas que construyeron esta exposición formaron parte de la Residencia Dolores Cacuango, mujeres diversas y distintas, que nació hace un año como parte de un proyecto del colectivo fotográfico SolipsisArt, con la idea de visibilizar y reconocer el trabajo de la mujer rural para la sobrevivencia. “En la pandemia, nosotros teníamos qué comer, pero no sabíamos de dónde salían los productos, entonces, esa es la base que motivó este proyecto”, dice Karla Martínez, integrante de SolipsisArt, de la Asociación de Fotógrafos Ecuatorianos (AFE) y tutora de la Residencia Dolores Cacuango.

La Residencia Dolores Cacuango ganó la convocatoria del Instituto de Fomento a la Creatividad e Innovación (IFCI). Después de ganar el premio hicieron un llamado a nivel nacional para participar en el proyecto. Postularon cerca de cien fotógrafas emergentes y seleccionaron doce: diez de Quito, una de Guayaquil y otra de Cuenca.

Como tutora, esta experiencia me deja el corazón hinchado de orgullo, porque el resultado es maravilloso. Como ser humano, es lindo saber que nos vamos despertando, que nos vamos apropiando, que a través de estos espacios conocemos otros sentires, otro tipo de vida. Es maravilloso reconocerme en una mujer que trabaja en el campo, que tiene mis mismos miedos, mis mismos sueños y que es una vida superfuerte, dice Karla, visiblemente emocionada, con los ojos brillantes, mientras mira las fotos pegadas en la pared.

Una de las cosas que vimos en el tiempo que pudimos compartir con estas mujeres es que a pesar de que el trabajo del campo es muy duro y difícil, no es valorado ni bien remunerado, entonces, los hombres se han visto obligados a migrar a la ciudad y la mayoría de los esposos de estas señoras con las que compartimos trabajan en Quito en construcciones y las que están a cargo del campo, de los animales, de la tierra, de la casa y de los hijos son esas mujeres, cuenta Karla.

¿Por qué participan solo mujeres en esta exposición?

El tema de la propuesta es que sea una residencia creada desde mujeres, para mujeres y con mujeres, por las experiencias que cada una ha tenido en el transcurso de la vida estudiantil y profesional. Creo que los espacios para las mujeres se limitan y por mucho tiempo tuvimos miedo, pero estos espacios también son revolucionarios, entonces, es como hacer nuestra revolución y apropiarnos de paredes llenándolas de arte. Tampoco nosotras nos hemos cerrado al hecho de que sea solo para mujeres, porque tampoco llegaríamos a ninguna parte. El hecho de tratar de hacer las cosas distintas, de marcar un referente no quiere decir que nos vayamos en contra de todo, por eso tenemos a hombres que nos apoyan, dice Karla riendo.

Mi proyecto se llama Emperatriz, es un proyecto fotográfico que abarca todo el desarrollo de una mujer en el campo, no solamente como una mujer trabajadora, sino como alguien que nutre el campo y que a través de este proceso en conjunto con muchas otras mujeres proveen el alimento a la ciudad. No solamente identifica a las mujeres como madres y trabajadoras, sino como un ente que está instalado en todo el universo, que es el proveer, el cuidar y el maternar no solamente a hijos, sino a proyectos como este, proveer de alimentos, proveer de conocimiento, proveer de cosas que tienen que ver con la madre, reflexiona Viviana Toapanta, fotógrafa expositora.

Viviana trabajó con Luz Pilca, una mujer campesina que fue representada como una emperatriz, para ello la fotógrafa encontró una peculiar manera de contar su historia, lo hizo con un tarot.

Luz Pilca fue retratada sentada en una silla en el campo, rodeada de flores, pasto y, al fondo, las montañas; ella representa el arquetipo que se encuentra en el tarot, la carta número tres. En la parte de abajo están doce cartas divididas en cuatro aspectos esenciales de la emperatriz.

La parte sentimental que representa a la emperatriz de copas. La parte del fuego interno como la emperatriz de bastos. La parte del conocimiento como la emperatriz de espadas y el aspecto de lo económico como la emperatriz de oros.

La Residencia Dolores Cacuango nace con la intención de generar un semillero con fotógrafas emergentes que puedan luego trabajar por la imagen visual en deferentes partes del país y de Latinoamérica. Está pensada con un enfoque de construcción, de crecimiento personal y de proyección hacia la comunidad, asegura Yinna Paola Higuera, directora de la Asociación Fotógrafos Ecuatorianos.

La residencia está formulada con una metodología que comprende tres componentes:

El primero tiene que ver con las fotógrafas, su desarrollo personal y su desarrollo técnico, para que la parte técnica no sea un impedimento para la creación.

El segundo está pensado en la formulación de proyectos. Entendemos proyectos como la resolución de preguntas sobre temas sociales a través del apoyo de la fotografía como una herramienta de transformación. Ellas aprenden a formular proyectos, a encontrar esas preguntas y a través de la investigación, el trabajo de campo con la comunidad, encontrar respuestas en conjunto.

El tercero tiene que ver con la divulgación del trabajo, llevar ese trabajo que han desarrollado a diferentes públicos, pero sobre todo a los públicos que son de interés de la pregunta propuesta, llevarlos en diferentes formas, tangibilizarlos y poderlos compartir con la misma comunidad y con diferentes comunidades a nivel nacional e internacional, concluye Yinna.

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