Escondido en un rincón de Carcelén Industrial, en el norte de Quito, se encuentra IKO, una empresa liderada por dos mujeres que dedica todo el esfuerzo necesario a combatir la contaminación ambiental mediante el reciclaje del caucho de las llantas usadas y la transformación del producto en pisos o topes que son utilizados en parqueaderos de centros comerciales o casas.

Tras un portón negro, en medio de una calle adoquinada hasta la mitad, se encontraba Carmen Flores, ingeniera electrónica de 43 años, quien vestía una camisa blanca y un jean.

Bajó de un vehículo con el logo visible de IKO en el pecho y se dispuso a contar efusivamente qué la llevó a incursionar en el mundo del reciclaje.

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“Mi pasión está en que todas las mujeres optemos por estudiar o ejercer carreras llamadas duras como las ingenierías. La pasión por el medioambiente me llevó a buscar alternativas en las que podamos colaborar con nuestros conocimientos y con la producción e industria nacional para generar empleo”, apuntó Carmen.

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En un pequeño galpón, más largo que ancho, una máquina gigante crea la magia de IKO. De su coordinación y ejecución se encarga Gina Palma, ingeniera química y copropietaria de IKO, quien luciendo unos Converse negros, pantalón azul y la misma camisa, se paró al lado de un artefacto aplanador y relató el proceso desde la adquisición de neumáticos viejos.

Llevan en el mercado tres años desde su inauguración en 2022. Han ganado varios premios de sostenibilidad y desarrollo.

“El neumático es elaborado de materia prima virgen, el caucho natural y el sintético. Es un material fuerte que no se biodegrada y puede demorar miles de años para descomponerse. Su reciclaje es complejo por todo el desarrollo al que debe someterse desde la trituración”, explicó Gina.

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El polvo de la llanta, el residuo de caucho que queda suelto cuando las empresas dedicadas a la industria automotriz elaboran el neumático, y el aceite usado con químicos en bajos porcentajes se mezclan en un molino. Se obtiene una pasta y en un molde se forma a alta presión y temperatura para sacar la mercadería.

“Todos los productos elaborados están destinados a la seguridad y protección, entonces tenemos pisos con diferentes aplicaciones, elementos para parqueaderos, protectores de columna y topes que van en los espacios de estacionamiento”, contó Gina, con voz efusiva de mostrar todo el trabajo realizado.

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IKO fabrica hasta 6 toneladas de material de llantas usadas y desechadas. Foto: Alejandro Ortiz

La idea de IKO nació en la Escuela Politécnica Nacional, cuando Gina y Carmen se conocieron mientras caminaban por los pasillos de la universidad y compartían el objetivo de tener una empresa.

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“Gina desarrollaba por su lado y yo por el mío. Fueron los caminos de Dios que nos unieron. Nos conocimos en la Politécnica Nacional y, al conversar, decidimos unir fuerzas, conocimientos y la pasión por un mismo objetivo”, señaló Carmen, con un brillo particular en los ojos al mencionar que fundaron la empresa en 2022 y están por cumplir tres años en el mercado.

Para ellas, las llantas usadas y desechadas significan un camino amplio para generar trabajo, ayudar al medioambiente y enseñar a los demás que es posible realizar un reciclaje responsable.

“El momento en que vemos que el desecho es muy grande y, al no contar con una solución de calidad, supimos que el reto estaba en ese punto”, mencionó Carmen.

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El caucho del neumático genera CO₂. Cuando las llantas se queman o se las deja en la intemperie van soltando este gas de a poco y en un largo periodo de tiempo causan estragos, incluso en la salud.

“Lo que nosotros hacemos es contener este CO₂ en nuestros productos y estamos hablando de que ocupando la capacidad operativa en esta planta evitamos la emisión de 20.000 toneladas de CO₂ cada mes”, sostuvo Gina.

La planta la crearon con un presupuesto muy bajo. Ambas accedieron al capital semilla que entrega el Municipio de Quito y lograron adquirir una máquina procesadora de segunda mano, pero que se mantiene en perfectas condiciones.

Carmen y Gina han recibido varios premios por su esfuerzo, dedicación y, sobre todo, por saber desenvolverse en un oficio que antes se creía que era solo para hombres.

“Tuvimos un premio de innovación y desarrollo, otro de ConQuito, otro de Ekos y el último en una competencia en el exterior donde quedamos segundos para representar al país como uno de los mejores emprendimientos de sostenibilidad”, concluyó Carmen.

Como buenas emprendedoras también están en el mundo de las redes sociales. Gina se encarga de los videos y Carmen colabora con uno que otro material debido a su tiempo, pero tienen ese sueño de convertir a IKO en una cadena de reciclaje gigante.

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“Tratamos siempre de buscar un nombre corto, de fácil reproducción y además le dimos una identidad. IKO responde a la frase en inglés ‘I knock out pollution’, que significa ‘Yo tumbo a la contaminación’”, aseveró Gina.

Marcelo es quien fabrica cada producto, bajo la coordinación de Gina y Carmen. Foto: Alejandro Ortiz

En complemento, quien está en las máquinas es Marcelo, un especialista con ese tipo de artefactos que se encarga de la mezcla. Lleva un año a su lado y le tienen un cariño especial, pues ha sido de gran ayuda para su aprendizaje. (I)