“Finalmente, Ligia Magdalena es rescatada, la liberación de una voluminosa cantidad de escombros y la explosión de emociones que experimenta su alma al salir de las ruinas, con su cuerpo debilitado, pero con un espíritu que se encuentra fortalecido. La fragilidad humana y la resiliencia se hacen evidentes, mientras ella comienza nuevamente, física y emocionalmente, de regreso a la luz”.

Así empieza el capítulo 13, El regreso a la luz, de la novela Bajo las ruinas del alma, del escritor manabita Félix Pilay Toala, de 62 años, que cuenta la historia de Ligia Magdalena, una mujer sobreviviente del terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter, ocurrido el 16 de abril de 2016, en Manabí y Esmeraldas.

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Ella soportó 21 horas y 35 minutos en un agujero formado por el mostrador de la farmacia donde trabajaba y pedazos de paredes y escombros. Tenía cuatro losas encima y, en las últimas horas, a su lado, el cadáver de Pedro, su compañero de trabajo.

¿Qué lo motivó a escribir esta novela, después de nueve años?

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Me motivó el haber vivido esta experiencia. El día del terremoto estuve en mi casa, en Portoviejo. Apenas dejó de temblar, cogí la bicicleta de mi sobrino y salí a recorrer la ciudad. Había muchos edificios caídos, pero este me llamó la atención, porque estaba totalmente en el piso, se veía las cuatro losas, una sobre otra, casi pegadas.

¿Qué encontró ahí, aparte del edificio caído?

Me quedé unas dos horas viendo cómo sacaban personas vivas y muertas.

Al siguiente día regresé como a las 11:00 o 12:00. Había tanta gente preocupada por sus familiares pidiendo a los rescatistas que fueran a otros lugares también. Los rescatistas tenían que decidir si se quedaban o se iban. Como a las 12:00 dijeron: ‘Bueno, aquí ya no hay nada que hacer, ya está limpio, si algo queda, será algún cadáver por ahí’.

Entonces, los hijos de Ligia Magdalena empezaron a gritar para que no se fueran los rescatistas y para que no metieran una máquina a remover todo, porque ellos estaban convencidos de que su mamá estaba viva.

Finalmente, ¿qué pasó?

Era un momento dramático, yo me acerqué a los bomberos, identifiqué al jefe y le dije: Mire, yo conozco a la señora, me acaba de llamar, ella está con vida, pero lamentablemente se le agotó su batería y ya no pudo seguir hablando. El señor me creyó y dijo: ‘Vamos a seguir trabajando’.

¿Usted conocía a Ligia Magdalena?

No, no la conocía.

Entonces, ¿cómo hablaron por teléfono?

No hablamos, le mentí al jefe de los rescatistas, porque me impresionaron los gritos de los hijos, porque lo hacían convencidos de que su mamá estaba viva.

Cuando la rescataron, inmediatamente, quise escribir un libro.

¿Se demoró nueve años en escribir esta novela?

No. Días después, cuando Ligia Magdalena pudo hablar, le dije que quería escribir un libro. Me explicó que había dos personas que querían escribir una novela y que ya hablaron con ella. Le dije que ellos, seguramente, lo podrán hacer mejor, porque yo no soy novelista.

¿Publicaron?

No. Pasaron ocho años y no había tal novela. Cada 31 de diciembre hago promesas de lo que voy a hacer el próximo año. El 31 de diciembre de 2023 hice la promesa de escribir la novela, me reuní con Ligia, entrevisté a más personas, leí más sobre el asunto y el 16 de abril de 2025, nueve años después del terremoto, publiqué esta novela, en Portoviejo. El 24 de julio se hará el lanzamiento en Quito, en el Centro Cultual Benjamín Carrión.

Portada de la novela 'Bajo las ruinas del alma', del escritor manabita Félix Pilay Toala, que cuenta la historia de Ligia Magdalena, sobreviviente del terremoto del 16 de abril de 2016, ocurrido en Manabí y Esmeraldas. EL UNIVERSO. Foto: Alfredo Cárdenas.

¿Esta novela es de no ficción?

Es una novela de género testimonial, pero también tiene ficción, es combinado, porque el lector necesita de la ficción, porque, a veces, el testimonio es bastante seco.

Félix va tejiendo la historia de Ligia Magdalena con una prosa modesta y logra contar —en 15 capítulos, 179 páginas— el sufrimiento, la fe y la esperanza de Ligia Magdalena, atrapada en un pequeño e incómodo hueco, durante 21 horas y 35 minutos, hasta que vuelve a ver la luz.

¿Cuántos ejemplares se imprimieron?

Mil.

¿Con esa cantidad se podría entender que tiene fines comerciales?

Este libro no nació de una necesidad comercial. Cuando me reuní con Ligia Magdalena para hablar de la novela, fue desgarrador. Una persona que estuvo 21 horas y 35 minutos bajo esos escombros, que empezó a trabajar de nuevo en la farmacia cuando ya habían pasado cuatro meses. Pero resulta que hace casi dos años la despidieron y le dieron por ahí como 1.200 dólares. Ella tiene un alma pura, dijo: ‘Bueno, ya voy a buscar otro trabajo’. Ha pasado tanto tiempo y todo el mundo piensa que está demasiado vieja —tiene 55 años— y no le dan trabajo.

Cuando terminé de escribir la novela, le dije a mi esposa: Mira, tengo este plan, quiero sacar los costos y el resto quiero entregarle a Ligia. Mi esposa me dijo que está bien. Le dije a Ligia que los vendiera y cogiera todo el dinero. Los hijos la están ayudando a vender, yo estoy vendiendo para sacar el costo y el resto es para ella.

¿Cómo es la situación de Ligia Magdalena ahora?

Vive sin posibilidades de trabajar y me duele. No lo digo en el libro porque lo transformaría en un tema político y le quitaría la esencia, pero a Manabí llegaron 3.500 millones de dólares para la reconstrucción, pero ninguna de estas víctimas ha recibido algo de indemnización por parte del Estado, hay gente que todavía vive en carpas. Se llevaron los 3.500 millones de dólares, hicieron obras que no tenían nada que ver con los daños del terremoto, como una enorme carretera lejos de Manta, por eso están ahora en juicio. Desde que salió la novela, la gente empezó a pensar en el terremoto, a reavivar la cuestión, y hay alguna gente que está haciendo opinión en función de esto. Creo que de alguna manera nosotros inyectamos algo ahí, dice, claramente indignado.

¿Usted quiere dar algún mensaje con su libro?

Es un libro que está dirigido al conjunto de la sociedad ecuatoriana, no solamente a Ligia Magdalena, es un tributo a las personas que perecieron en ese desastre y a las que estuvieron en esa situación y que gracias al coraje y a la fe pudieron salir, concluye con los ojos húmedos. (F)