Con una bicicleta eléctrica de carga, Segundo Díaz o don Segundo, como lo conocen en el barrio Bellavista, norte de Quito, pasa todos los miércoles por diferentes casas recogiendo una caneca llena de residuos orgánicos y dejando una limpia.

Los lleva a una estación de compostaje, ubicada en un parque del sector, para mezclarlos con desechos secos formados por hojas secas, ramas y poda de césped, con lo que se hace una especie de lasaña; es decir, se mezcla todo.

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Elena Rodríguez es quien lidera la iniciativa barrial. Foto: Carlos Granja Medranda

El lugar está bien cuidado. Hay seis composteras, perfectamente distribuidas una junto a la otra, y no se percibe ningún olor que pueda resultar desagradable.

Elena Rodríguez, coordinadora de la iniciativa, contó que ese planteamiento nació en 2023 en ese barrio como un plan de intervención en sus espacios públicos, en el que se incluye el primer parque para la niñez temprana, de 0 a 6 años, replicado en otras zonas de la urbe.

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Tuvieron la idea de reunir sus residuos orgánicos, definir un modelo de gestión local, armar una estación de recolección y, en lugar de enviarlos al relleno sanitario, usarlos internamente.

El modelo de gestión es pasar una vez a la semana por los 50 domicilios de las familias que son parte del grupo, se recoge un balde y se deja uno vacío. Recolectan aproximadamente media tonelada al mes.

Después lo llevan a una estación de compostaje para, en unos meses, obtener un abono que se reparte entre quienes forman parte del club del compost y le dan otros usos en el mismo parque.

Hay una guía para el manejo básico de residuos orgánicos. Se pueden almacenar restos de cáscaras de fruta, de huevos, de verduras, restos de café, de bolsas de té, pepas de fruta, corchos de vino, pelos de mascotas, pan seco, hojas secas.

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No hay que incluir restos de comida cocinada, arroz, fideos, puré, huesos, carne, lácteos, aceites, plásticos, heces de mascotas.

Después de 3-6 meses se empieza a obtener compost, aunque el tiempo ideal es de alrededor de cinco.

“El proyecto tiene un componente fuerte de educación ambiental. Tenemos videos explicativos y (un) manual de cómo funciona. No implica movilizaciones por la ciudad; permite que el barrio tenga una aprendizaje sobre sus propios consumos. Es algo que se maneja a nivel local”, dijo.

Reveló que es una iniciativa ciudadana sin fondos públicos. Hubo apoyo de varias organizaciones y ganaron un fondo para construir la estación ambiental tras participar en un concurso.

Aplicaron a un fondo para proyectos de mitigación de emisiones de metano y cambio climático de la Alianza Basura Cero Ecuador.

Además hay aporte mensual para la recolección y quienes no pagan llevan los residuos a la estación.

El abono se lo reparte a los miembros del club. En departamentos se puede utilizar para mejorar la calidad de la tierra en las macetas, en jardines, directamente a la tierra para mezclarlo.

Junto a la estación ambiental hay una especie de invernadero donde también se usa el abono. Se han cultivado tomates, rúcula, frutilla en un club de huertos.

Y hay otras plantas, al aire libre, donde ya se cosechaban calabacines. El espacio contempla un herbolario en el que hay ruda, cedrón, romero, y a través de un tanque azul se recolecta agua lluvia para riego.

Próximamente se pondrán lombrices pues, adujo Rodríguez, son más rápidas para descomponer los residuos. La idea es que el club pueda replicarse en otros barrios de la capital.

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Otro de los impulsos es el de un parque para niñez temprana en el que hay plantas de diferentes características. Foto: Carlos Granja Medranda

Yasna Vivanco participa en el club del compost desde hace poco más de un año. Para ella es muy satisfactorio saber que se contribuye de alguna manera a la disminución de basura de la ciudad. Antes, indicó, separaba lo orgánico y lo llevaba a otro lugar. “Es muy significativa la diferencia de la cantidad de basura que se saca separando lo orgánico. Ahora saco la basura una vez a la semana y es prácticamente limpia”, indicó.

Belén Proaño, moradora de Bellavista, sostuvo que se busca reducir el impacto de los desechos en el relleno sanitario de la ciudad. Además hay unión barrial.

Una caracterización de los residuos generados en el Distrito Metropolitano reveló que en el 2024 aproximadamente el 50,48 % de los residuos eran orgánicos.

El Municipio de Quito informó que impulsa un proyecto de composteras comunitarias que busca transformar los desechos generados en los hogares y espacios comunitarios en compost, un abono natural que contribuye a la reducción de residuos y fomenta el cuidado del medioambiente en las zonas urbanas y rurales.

A decir del cabildo, son una alternativa práctica y asequible para la gestión de residuos orgánicos en hogares, conjuntos habitacionales, urbanizaciones, instituciones educativas y otros espacios comunitarios.

Lo lidera la Empresa Pública Metropolitana de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs EP), que entregaría unas 200 composteras en 2025. El objetivo de extender la iniciativa.

Rodríguez destacó que también han impulsado un parque para niñez temprana que queda frente a la estación de compostaje. Se caracteriza por un área de juegos donde hay arena de playa para que los niños con los pies descalzos puedan tener contacto, y una serie de plantas que emiten un olor agradable.

Hay sitios similares en Quitumbe, Carapungo, Alangasí, La Floresta. (I)