La economía informal pasó a ser una de las más importantes en Ecuador, especialmente en tiempos de pandemia a causa del COVID-19, en los que el recorte de personal en las empresas, la crisis económica y el confinamiento decretado en marzo del año pasado alteraron las modalidades de empleo para muchos. Pero ¿qué ocurrió con aquellos que dependían de su movilidad para subsistir?

Según datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), las fuentes de ingresos del 51,1% de los ecuatorianos se encuentran en el sector informal, que se ha extendido en varios puntos de las ciudades. Por ejemplo, las calles de Guayaquil se revisten de vendedores informales de caramelos, legumbres, accesorios de belleza, productos naturales, mascarillas y guantes (ahora), entre otros.

Antes de la primera ola a causa del coronavirus el porcentaje de personas en el sector informal era del 46,7%. Foto: Tammy Armijos

Y con las restricciones y falta de oportunidades laborales, el emprendimiento ha encontrado acogida en las redes sociales, que actúan como vitrinas virtuales para aquellos que además de contar con el servicio de internet tienen las destrezas para manejar artefactos electrónicos. Sin embargo, hay un sector menos proclive a debutar en estos espacios, más aún cuando han repetido la rutina presencial durante décadas: los adultos de más de 60 años de edad.

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Redes sociales impulsan ventas de negocios en Guayaquil

La primera ola de la pandemia los amenazaba especialmente por ser grupo de alto riesgo, y cuando se declaró el confinamiento, la preocupación por los alimentos diarios y pagos de otros servicios básicos resultaron un agravante no solo para su salud, sino también para su supervivencia, puesto que muchos viven solos o mantienen a nietos menores de edad.

Este es el caso de tres adultos mayores de 60 años de edad que día a día recorren las calles de Guayaquil pese a la emergencia sanitaria, acompañados del sol porteño, su mercadería y las esperanzas de recuperar lo invertido.

En Ecuador, los de 20 a 49 años se han contagiado más de COVID-19, pero los que más mueren son los de 65 años en adelante

Don Holger Piña nació en Riobamba y de lunes a viernes pasea por la plaza San Francisco en busca del sustento diario, y bajo la sombra de los árboles coloca la tabla llena de boletos de lotería para vender. Ha repetido la rutina durante 30 años desde que llegó a Guayaquil.

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Holger Piña nació en Riobamba y se dedica a vender juegos de lotería desde hace tres décadas. Foto: Tammy Armijos

Todos los días que trabaja él invierte $ 30, y cuando los días “son malos” —expresa— su ganancia es de apenas $ 7, después de incurrir en los pagos necesarios, como el 14% que le corresponde a la empresa. Dicho valor, según su relato, no le alcanza más que para comer y el pasaje diario, pero es una actividad de subsistencia que decidió asumir porque vive solo.

Guayaquil: Comercio informal precisa organizarse para poder subsistir

Rodríguez Torres actualmente vive solo y su familia migró para Estados Unidos. Foto: Tammy Armijos

En las afueras de la parada de la Metrovía del Banco Central está Ulvio Ordóñez Torres, de 62 años, vendiendo cigarrillos y cajitas de fósforos. Su recorrido es extenso: comienza por el barrio del Centenario, barrio Cuba, recorre la Victoria, la Caja del Seguro y, “cuando las piernas lo permiten”, comenta, avanza hasta la Terminal Terrestre. Así educó y alimentó a sus hijos, quienes hoy viven en el extranjero.

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En medio de la crisis sanitaria, Ordóñez tiene como ganancia diaria $ 20, de los $ 60 que invierte día a día en la mercadería. Cuando se inició el confinamiento, asegura que obedeció y logró subsistir durante esa temporada gracias a sus ahorros: “Los viejos solos como yo siempre tenemos guardado algo, pero se me acabó y me tocó volver a salir”. Y así, con las medidas de bioseguridad pertinentes, retomó sus actividades, aunque con ciertos obstáculos.

Ulvio padece de problemas de circulación, por lo que su recorrido era un problema y se le dificulta caminar. Sus ahorros no le permitieron costear sus medicamentos durante la cuarentena y tuvo que adaptarse paulatinamente para volver a vender sus productos. Sin embargo, asegura que su esfuerzo valdrá la pena, porque con sus ganancias está aportando voluntariamente al IESS: “Sueño con jubilarme y descansar”.

Asegura que hasta el momento no se ha contagiado de COVID-19.

En los alrededores de la cdla. 9 de Octubre, Don Medardo se moviliza a pie vendiendo productos naturales para alimentar a sus nietos.

Por otro lado, Don Medardo, de 60 años, vive en el Guasmo sur con dos de sus nietos, a los que ayuda a mantener; y aunque no cuenta con un trabajo estable, él “se gana la plata a la brava y a la buena”, relata. En ocasiones su ganancia es de $ 5 diarios, y cuando la jornada no es tan productiva, suele llegar a casa con solo $ 3.

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A pesar de la crítica situación, estos tres adultos se sienten agradecidos por la vida y con los cuidados siguen con su forma de subsistir. (I)