Claudia Tobar, cofundadora de Kamina y con catorce años de experiencia como catedrática de la Universidad San Francisco en innovación, es parte del nuevo proyecto de educación financiera que propone, a través de una plataforma tecnológica y la inteligencia artificial, acompañar a los ciudadanos en generar el bienestar financiero. Alerta que la educación financiera tradicional no está dando resultados y que más bien la gente continúa repitiendo malos hábitos que les lleva a la “espiral de endeudamiento”. La ciudadanía tiene problemas en acceder a créditos por limitaciones que tiene que ver con el síndrome del impostor. Cuenta que el estrés financiero es una de las causas de suicidio.
¿Qué es Kamina y qué busca con respecto a la educación financiera?
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Kamina es una fintech ecuatoriana que intenta resolver el problema del acceso a una educación financiera transparente. Además puede dar acceso a créditos, con correcta asesoría. Nos pusimos la meta de entender cómo funciona la dinámica del dinero, pues esta es una herramienta de desarrollo social de la que pocos sabemos jugar las reglas del juego.
¿Cómo puede un ciudadano beneficiarse de su programa? ¿Tiene algún costo?
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Queremos democratizar la educación financiera. Tenemos un plan de acción B2B en el que empezamos con las empresas. Les ofrecemos de manera gratuita esta plataforma y se busca que sus empleados mejoren su bienestar financiero que tiene repercusiones positivas para la productividad: baja el ausentismo, reduce enfermedades. En un segundo momento llegaremos a un modelo B to C, es decir, directamente a los ciudadanos. No nos monetizamos de la gente, sino que nos aliamos con instituciones financieras para llegar con una educación transparente, pero rompiendo los esquemas tradicionales.
¿Ya están trabajando con alguna entidad financiera?
Estamos en la etapa de construir el modelo, no tenemos un socio. Ahora queremos llegar a los bancos con esta disrupción y desafiar el modelo existente. Lo que vemos es que hay un interés en los bancos de captación de ahorro y de entrega de crédito, buscan atraer a sus clientes al principio y a veces no les vuelven a ver sino hasta que están en la lista de morosidad. Entonces queremos ser un socio estratégico, pero creando nuevas métricas. Nuestro modelo es de la tripe A: acceso, acompañamiento y asesoría. Esto es acompañar reconociendo que la educación financiera formal ha sido nula. Lo que hemos aprendido sobre finanzas ha sido en la calle, e incluso repetimos malos patrones, que al final nos llevan a una espiral de deuda, que es el comienzo del fin para aumentar el estrés financiero.
¿Cuáles son los hallazgos del informe sobre el estrés financiero que ustedes hicieron?
Nos acercamos al usuario para entender la realidad. Parte de los datos que tenemos es que el 70 % de las personas acceden a créditos informales: dinero que le presta la mamá, el papá y el chulco. Y las motivaciones para no ir a la banca son, en muchos casos, limitaciones psicológicas y emocionales. Sobre todo para las mujeres. Hay miedo y muchos tienen el síndrome del impostor, que es no sentirse merecedor de este crédito. Por eso pensamos que antes que darles la teoría sobre el dinero tenemos que atacar la emocionalidad. Que se entienda que es posible salir del círculo de pobreza, que las mujeres tenemos otros caminos de independencia. Estas limitaciones vienen de una idiosincrasia muy latinoamericana que es lo que el sociólogo Jaime Costales llama “la desesperanza aprendida”. La gente piensa que no debe sacar un crédito, han escuchado a sus padres decirles que no vayan a sacar crédito, pues los bancos son el demonio y piensan que si lo hacen están yendo contra sus valores.
¿Y expresamente sobre el estrés financiero y el suicidio?
La pandemia visualizó la importancia de la salud mental. El estrés financiero es un agravante. Hemos descubierto un componente subjetivo y otro objetivo en el estrés financiero. El objetivo trata sobre ingresos y egresos. El subjetivo es la percepción de falta de control que tengo. Se dice que las personas con estrés financiero tienen el doble de posibilidad de tener pensamientos suicidas. El suicidio es una de las causas más importantes de muerte en el mundo. Tenemos una responsabilidad de prevención. En Ecuador, el 20 de noviembre se juntaron entidades públicas y privadas para firmar el acuerdo nacional para la educación financiera. Como fintech queremos estar en esa comisión para aportar, ser parte de la solución.
¿Cómo sería ese aporte desde las fintech?
Los esfuerzos pasados en educación financiera han sido basados en seminarios, en talleres, comunicación, visitar pueblos. Pero estos programas han estado limitados porque la inversión es alta y porque no hay monitoreo de cuáles son los resultados. Sin embargo, las fintech con el apalancamiento que tienen en la tecnología pueden tener un exponencial de poder de llegar a la población. La conectividad ha mejorado en el país de manera impresionante, y podemos utilizar la inteligencia artificial que es un aliado en este tema.
Cuando alguien escucha fintech, se puede pensar en una empresa que hace botones de pago electrónicos. Pero ustedes se enfocan en educación.
Somos una fintech porque resolvemos un problema financiero a través de la tecnología. Lo que queremos decirles a los usuarios es: ‘hay reglas de juego y hay que aprender a jugarlas’. No todos los usuarios necesitan crédito, pero sí tener una cultura de ahorro, deben prepararse para un shock de emergencia.
Hicimos un convenio con un laboratorio canadiense filipino The decision lab: el laboratorio de las decisiones, que tiene investigadores de ciencia del comportamiento, psicología del comportamiento, economía del comportamiento. Este laboratorio hace investigación aplicada para entender los motivadores y bloqueadores para comportarse. Este convenio permite entender el comportamiento con base en el arquetipo de personalidad. La aplicación que usamos es una especie de navegador de tráfico que nos indica cómo llegar, dónde hay tráfico, a qué hora llegas. La plataforma de navegación financiera puede funcionar igual. Parte de nuestras ventas serán para crear programas en alfabetización financiera. (I)