En Ecuador, tres de cada diez chicas no asisten a la secundaria, y en todo el mundo las mujeres representan el mayor porcentaje de personas analfabetas, con dos tercios del total.

Así lo revela un estudio de Plan Internacional y la organización Citi, según el cual invertir en educación para que las niñas y adolescentes puedan culminar sus doce años de estudios ayudaría a mejorar el PIB de los países en desarrollo hasta 10 % para el año 2030.

El estudio comparó la inversión en la educación de las niñas con otras inversiones alternativas, incluida la infraestructura. Se dedujo que el retorno de esta última, en los países de economías emergentes, sería del 2 %, mientras que de la educación sería de 2,8%.

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Esto se debe a que si las niñas acceden a una educación de calidad en sus años de estudio completos tienen más oportunidades de acceder al mercado laboral y aportar a la economía nacional.

Sin embargo, para que suceda se deben enfrentar algunos desafíos. En Ecuador solo el 45 % de estudiantes culmina la secundaria, la mayor deserción se produce en la población indígena y en el sector de adolescentes embarazadas.

De la misma forma, este es el segundo país con la tasa más alta de embarazo temprano en Latinoamérica, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) mujeres.

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Para la líder de programas de Plan Internacional Ecuador, Catalina Vaca, para retomar los estudios luego de un embarazo pasan alrededor de tres años.

“En la Costa es más fácil que las chicas vayan al colegio; en la Sierra indígena es más complicado, porque si una niña indígena queda embarazada ya está relegada al hogar” dijo.

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Según Unicef, el no tener hijos en edades tempranas aumenta en 6 % la probabilidad de terminar la primaria y secundaria, mientras que en 11 % la de llegar a la universidad.

Provincias críticas

Las provincias con más nacimientos en niñas de 10 a 14 años y de 15 a 19 son Morona Santiago y Orellana, acorde con la última información del INEC, publicada en 2019. Los estereotipos de género perpetrados dentro de las familias también actúan como una barrera para que las niñas y adolescentes puedan culminar sus estudios.

De acuerdo con Vaca, el trabajo infantil doméstico al que son sometidas las niñas hace que ellas se queden en el ámbito privado de la casa y que sean susceptibles de ser vistas como seres que necesitan protección y, en muchos casos, que deben dedicarse a estas labores prioritariamente.

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Según datos de Plan Internacional Ecuador, a partir del tercer curso de secundaria hay más deserción escolar femenina, pues en algunas comunidades todavía se prioriza la educación de los hombres sobre la de las mujeres.

El año pasado, la pandemia de COVID-19, la falta de acceso a las tecnologías y la violencia de género intrafamiliar agudizaron el problema, pues el Ministerio de Educación reveló que 1.922 niñas desaparecieron de los registros del sistema educativo nacional.

Más de 130 millones de niñas en todo el mundo estaban fuera de la escuela antes de la crisis de COVID-19, según la Unesco; y más de 11 millones de niñas podrían no regresar cuando la crisis acabe.

Además, dentro de los planteles educativos también existe violencia hacia las niñas.

Vaca pone como ejemplo la concepción de algunos docentes sobre que determinadas materias son más afines a niños que a niñas, como las ciencias. Asimismo, las chicas experimentan violencia simbólica por parte de algunos compañeros en conductas normalizadas entre los niños y adolescentes, como hostigar con piropos, alzarles la falda o burlarse de sus capacidades.

Andrew Pitt, director mundial de Investigación Citi, señaló que “la erradicación de las barreras a la educación y el desarrollo de las niñas puede ser la clave para alcanzar muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas”.

Plan Internacional recomendó la colaboración de los Gobiernos centrales, locales, ONG y el sector privado para derrumbar las barreras que enfrentan niñas y adolescentes para poder terminar su educación secundaria.

Con una educación de calidad las mujeres pueden “lograr la independencia económica, participar en la fuerza de trabajo y llevar una vida sana y libre de violencia”, advirtió el organismo internacional en el estudio realizado. (I)