Por Michelle Carrere, Mongabay Latam

Después del tráfico de drogas y el de armas, la pesca ilegal es la tercera actividad ilícita más lucrativa del mundo. Se estima que alrededor de 26 millones de toneladas de pescados y otros recursos marinos son capturadas ilegalmente todos los años para abastecer un mercado negro que mueve hasta $23 mil millones.

La pesca ilegal puede cometerse de diferentes maneras y una de ellas consiste en capturar productos al interior de áreas marinas protegidas, que han sido creadas para resguardar la biodiversidad que ahí habita.

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Un equipo periodístico de Mongabay Latam en alianza con Diario EL UNIVERSO y los portales Cuestión Pública (Colombia) y Ciper (Chile) analizaron, con la asesoría de expertos en monitoreo satelital y científicos, el movimiento de embarcaciones por un período de cinco años, dentro de cuatro áreas marinas protegidas. Lo que se detectó en esta investigación es que la pesca ilegal acecha a santuarios marinos de Chile, Colombia, Ecuador y México.

Estos cuatro países están dentro de las primeras seis naciones de Latinoamérica que resguardan la mayor cantidad de territorio marítimo. ¿Tienen estos países las herramientas para controlar, vigilar y frenar estas actividades ilícitas al interior de sus áreas marinas protegidas?

Lo que revelan las imágenes

La posibilidad de rastrear en un mapa el movimiento de una embarcación en el océano depende de que ésta lleve a bordo un dispositivo satelital que “básicamente es una caja que está en conexión con satélites en órbitas”, explicó el científico Fabio Favoretto, miembro de DataMares, una organización civil que analiza datos sobre la pesca en México y que colaboró con Mongabay Latam en el análisis de la información para esta investigación.

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Dicho dispositivo envía cada hora una señal a un satélite indicando la posición, velocidad y el rumbo del barco. Esa información le permite a investigadores como Favoretto ver luego, en una computadora, dónde está el barco, hacia dónde se mueve, a qué velocidad y cuánto tiempo tarda.

Cuando una embarcación está pescando, “muchas veces, lo primero que hace es disminuir la velocidad y empezar a hacer viradas o cambios de dirección”, explica Favoretto. El científico, quien también es profesor de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, precisa que dependiendo del arte de pesca que se utiliza, el barco puede tener diferentes comportamientos. “Hay redes de cerco que tienen su característico movimiento circular.

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Otros que son de pesca de arrastre, simplemente disminuyen la velocidad, pero luego siguen una línea derecha. Básicamente con experiencia y conociendo todas estas artes se pueden reconocer estos patrones”, dijo.

Existen distintas plataformas digitales que permiten observar la posición y la ruta de los barcos en el mar. Una de ellas es Global Fishing Watch, cuyo algoritmo combina numerosas variables, entre ellas las descritas por Favoretto, para identificar cuando un barco posiblemente está pescando.

A pesar de que el nivel de certeza que se puede obtener a partir de estas herramientas es alto, para poder afirmar que efectivamente un barco ha pescado es necesario confirmarlo presencialmente. Por eso, esta tecnología es utilizada por los países para movilizar a sus Armadas o autoridades pesquera hacia el lugar de los hechos y confirmar la actividad.

“Nunca tenemos una certeza 100 por ciento. Siempre hay un pequeño porcentaje de error, pero no porque el modelo está mal”, aclaró Favoretto. “Este error podría ser porque ellos (los barcos) hicieron la maniobra, pero no pescaron…la red salió vacía. Lo que yo estoy seguro al 100 por ciento es que ellos hicieron algo que normalmente hacen cuando están pescando”, explicó el estadístico.

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Las actividades sospechosas de pesca ilegal observadas en esta investigación a través del monitoreo satelital, han sido luego contrastadas con otras fuentes para conocer qué embarcaciones tienen antecedentes de pesca ilegal y qué compañías están detrás.

Los hallazgos

En México, se observó que 17 embarcaciones con bandera mexicana y una de Estados Unidos han realizado actividades sospechosas de pesca dentro del Parque Nacional Revillagigedo, donde abundan tiburones y mantarrayas en peligro de extinción, y donde la pesca está prohibida. A pesar de nuestros hallazgos, desde diciembre de 2018 sólo tres embarcaciones han sido denunciadas por presunta pesca ilegal en esta área protegida.

En Colombia, en cambio, barcos de bandera panameña y la flota colombiana de la compañía Seatech —de la conocida marca de atún Van Camps— operan en el Distrito Nacional de Manejo Integrado Yuruparí, colindante con el santuario Malpelo, y donde la pesca industrial no está permitida. Algunas de las embarcaciones tienen también antecedentes de pesca ilegal e incluso de aleteo, es decir que han cortado las aletas de los tiburones y luego han arrojado al mar el cuerpo de los animales.

En todas las áreas marinas protegidas analizadas, la vigilancia y presupuesto destinados al control es insuficiente y, en algunos casos, ni siquiera se han creado los planes de administración que definan una estrategia de monitoreo. Es decir, muchas de estas áreas son actualmente “parques de papel”, lo que las hace más vulnerables ante la pesca ilegal.

Es en este contexto que las flotas chinas se mueven en los límites del mar territorial de cuatro países de Sudamérica para pescar calamar gigante (Dosidicus gigas) y que, en algunas ocasiones, atraviesan áreas marinas protegidas como parte de su recorrido.

Sin ir muy lejos, a inicios de junio, una flota china compuesta por unos 260 barcos llegó hasta los límites de la zona económica exclusiva de Galápagos para pescar calamar gigante. Durante días, este grupo de embarcaciones, al que los pescadores artesanales describen como “una ciudad gigante” en medio del mar, mantuvo alerta a científicos y funcionarios del Gobierno ecuatoriano. Aunque no se reportó el ingreso de alguna de estas naves a territorio ecuatoriano para pescar ilegalmente, su presencia movilizó a autoridades pesqueras, fuerzas armadas y hasta el mismo presidente Lenín Moreno, quien ordenó la creación de un comité para diseñar una estrategia de protección para las Islas Galápagos. Los antecedentes de pesca ilegal de algunas de las embarcaciones chinas fueron clave en la decisión tomada.

Además, durante ese periodo 149 buques apagaron su sistema satelital, dijo el comandante de la Marina, Darwin Jarrín quien también aseguró que “incluso algunos buques han cambiado de identificación. Apagar la señal satelital es uno de los métodos que utilizan las embarcaciones para cometer ilícitos. En el caso de Chile, se detectó que las flotas chinas, en sus largos recorridos por la región, atraviesan el Parque Marino Nazca Desventuradas, el más extenso de América Latina.

Ahora mismo, estas embarcaciones se encuentran frente al mar territorial del Perú y han comenzado a dirigirse hacia el sur poniendo en alerta a las autoridades chilenas.

¿Qué compañías están detrás de esta controvertida flota?¿qué antecedentes de pesca ilegal arrastran algunas de estas embarcaciones? ¿cuáles de ellas han atravesado áreas protegidas o se han movido en los límites territoriales de Ecuador y Chile?

Se identificaron las compañías a las que pertenecen al menos 140 de estos barcos, apenas diez de estas empresas operan 95 de las embarcaciones. La mayoría de estas compañías tienen domicilio en la ciudad de Zhoushan, en el Mar de China Oriental. Este lugar hasta hace algunos años era uno de los puntos neurálgicos de la industria pesquera china, pero hoy sus recursos están agotados. Por lo menos tres barcos con antecedentes de pesca ilegal se han movido dentro o alrededor de Galápagos y de Nazca Desventuradas en los últimos cinco años.

Un delito difícil de rastrear

La pesca ilegal no solamente tiene consecuencias devastadoras para la biodiversidad de los océanos, sino también para la economía de las comunidades costeras que viven de la pesca y para la seguridad alimentaria de toda la humanidad.

El problema mayor es que identificar pesca ilegal es difícil, asegura el investigador Juan Mayorga, quien lidera una alianza integrada por Sustainable Fisheries Group, la Universidad de Santa Bárbara en California (EE.UU.); el programa para la conservación marina Pristine Seas, de National Geographic, y la organización Global Fishing Watch, tres instituciones que buscan potenciar las tecnologías para avanzar en ciencia y en conservación marina.

Los científicos que conforman esta alianza reconocen que proteger los mares de la ilegalidad es un reto. Al contrario de un bosque, donde la tala ilegal de árboles es evidente a simple vista, en el mar todo ocurre bajo el agua y no es posible verlo fácilmente. Además, “la gente que está haciendo las cosas mal no quiere que los vean”, dijo Mayorga. “Entonces la gran mayoría de estos barcos van a apagar sus dispositivos de rastreamiento (para no ser identificados) si es que tienen uno”, agregó. En caso de que no sea así, y dicho dispositivo permanezca encendido, “la legislación y las leyes en muchos países están un par de pasos atrás de la tecnología y todavía no se acepta ese tipo de evidencia en casos legales. Entonces, hay que hacer la intercepción y ese tipo de operaciones mucho más costosas”, explicó el científico.

Al respecto, Alex Muñoz, director para América Latina del proyecto Pristine Seas de National Geographic Society, aseguró que “junto con lo difícil que es detectar la actividad ilegal, está la debilidad de los sistemas legales y judiciales para poder perseguir en los tribunales los delitos cometidos en el mar”. Por eso, sostuvo que “muchas veces los países han optado simplemente por disuadir a los barcos para que salgan de las aguas nacionales en vez de apresarlos e iniciar un procedimiento legal en su contra, ya que los sistemas probatorios están muy desactualizados”. Es decir, precisó, que “es muy difícil probar la existencia de delito y las multas u otras sanciones son muy débiles, y por lo tanto no vale la
pena hacer tanto esfuerzo para una sanción que suele ser muy menor”.

Hay que considerar, además, que aunque la FAO calcula que, “en 2018, el total mundial de embarcaciones pesqueras ascendía a 4,56 millones”, esa cifra es solo una estimación ya que no se sabe con certeza cuántos barcos existen, aseguró Mayorga.

La plataforma Global Fishing Watch tiene aproximadamente 80 mil barcos rastreados con el Sistema de Identificación Automática (AIS) y otros 5 mil barcos que utilizan otro sistema satelital, el Vessel Monitoring System (VMS). “Estamos hablando de unos ochenta y cinco mil barcos, pero no existe simplemente otra organización, otro grupo, que pueda darnos más. Es lo que hay, es lo que tenemos”, dijo Mayorga. De hecho, según una publicación científica en la revista Science, solo podemos ver entre el 50% y el 75% de la actividad pesquera industrial.

La importancia de las áreas marinas protegidas

Los océanos generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, absorben una gran cantidad de emisiones de carbono, regulan el clima y alimentan a la población mundial.

Además, el valor de los océanos como activo total asciende a $24 mil millones, asegura el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Sin embargo, la ciencia ya ha demostrado que el 66 % de los océanos se encuentra deteriorado (Pnuma). El 31% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas y en 40 años han desaparecido el 49% de las especies marinas. Y esta degradación va en ascenso a raíz de la contaminación, del aumento de la temperatura del agua causada por el cambio climático y de la acidificación del océano debido a que está absorbiendo, de la atmósfera, dióxido de carbono en exceso.

Para revertir este problema, las áreas marinas protegidas son primordiales. De hecho, ya se ha demostrado que estas benefician también a la actividad pesquera, ya que funcionan como semilleros de biodiversidad.

Por eso, la mayoría de los países se comprometieron a proteger al menos el 10% de su territorio marítimo para el 2020. Chile, Colombia, México y Ecuador son algunos de los países de la región que ya han cumplido con la meta. De hecho, Latinoamérica ha avanzado notoriamente en proteger el océano, considerando que en el año 2000 apenas tenía el 1,43% de mar protegido y hoy ese porcentaje es del 23,6%, según la División de Estadísticas de la ONU.

“Sin embargo, la superficie física solo representa una parte del compromiso”, aseguró un informe de PNUMA. “Para que las zonas marinas protegidas resulten verdaderamente eficaces se requiere una gobernanza sólida que influya en la conducta humana y reduzca el impacto sobre los ecosistemas”, precisó el documento. Parte de esa gobernanza implica que cada área protegida tenga su plan de manejo donde se establezca de qué modo se van a resguardar los recursos marinos que existen en el área.

En Chile, cinco de las 28 áreas marinas con alguna categoría de protección tienen un plan de manejo. En Colombia, trece de 18; en Ecuador, ocho de 11 y en México, solo una de las 37.

Los sistemas satelitales muestran que cuando un área marina se crea, inmediatamente la actividad pesquera cambia de comportamiento: los barcos salen del área –sobre todo cuando se trata de parques donde la protección es total– para permitir que la vida se multiplique. Sin embargo, tal como demuestra esta investigación, hay excepciones a esta regla.

Aunque Juan Mayorga afirmó que es importante ser pacientes tanto con la elaboración de planes de manejo como con los beneficios biológicos, sociales y económicos que entregan las áreas marinas protegidas, tampoco hay que olvidar que “un área marina protegida sin un plan de manejo no va a ser efectiva”.

“Un área marina protegida tiene que ser bien defendida a través de mecanismos de monitoreo de la pesca y de procedimientos legales y judiciales que permitan sancionar a los infractores”, precisó Muñoz. (I)