El peso de la deuda pública en el Ecuador ha estado presente desde los inicios de su historia como república y durante los 99 años de vida de este Diario. A junio del 2020 ha alcanzado la cifra récord de $59 258,27 millones, cantidad que representa el 61,4 % del producto interno bruto que por ahora está en $96 512 millones. Esta es la fotografía más actual de la deuda en el Ecuador, pero podría inflarse aún más este mismo año si se toma en cuenta que Ecuador conseguirá en los próximos meses $4000 millones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y posiblemente $2000 millones de China. Esto atado a que el PIB decrecerá aún más para finales de año, podría llevar a que Ecuador termine con una deuda de entre 65 % y 70 % del PIB, asegura José Hidalgo, director de Cordes.

Según Hidalgo, la deuda no es más que la contracara directa del déficit fiscal, y por ello tanto este año como en el pasado las noticias sobre la caída o subida de la deuda están relacionadas con los problemas de ingresos y del excesivo gasto de los diversos Gobiernos. En los dos boom petroleros (desde 1972 a 1978 y de 2007 a 2014) se dio el fenómeno de que hubo muchos recursos producto del petróleo y también un agresivo endeudamiento.

La historia de la deuda en el Ecuador empieza más allá de sus inicios como república. De acuerdo con Marco Naranjo Chiriboga, en la publicación del Banco Central Cuestiones económicas, al separarse el Ecuador de la Gran Colombia, el país heredó una parte de la deuda contraída por esta nación con Gran Bretaña para financiar las guerras de la independencia contra España. Dicha deuda solo pudo ser cancelada en 1974. Naranjo asegura que en los años 70, cuando el país se abrió a la era petrolera, la economía no se sustentó en la exportación y en los buenos precios del petróleo, sino también en un endeudamiento externo agresivo. Entre 1971 y 1983 la deuda externa del Ecuador se multiplicó por 30 veces.

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Por su parte, Hidalgo recuerda que en los años 90 creció la deuda (80,95 % del PIB) una vez más como efecto de la caída de los ingresos y el elevado déficit. Durante los primeros años de la dolarización la economía creció, pero la deuda no, ya que había superávit e incluso fondos de ahorro. Para 2006, la deuda estaba en 28,8 % del PIB, un nivel manejable.

En tanto que para 2009, la deuda cayó al 16,4 % del PIB, pero no por efectos de una disciplina fiscal. “Esta caída se explica por la viveza criolla del gobierno de Correa que declaró la moratoria de los bonos y que tras la caída del precio recomprara los bonos a un tercio del valor”, sostiene Hidalgo.

En cambio, a partir del 2010, y pese a la bonanza petrolera y crecimiento tributario, el endeudamiento continuó marcado por una indisciplina fiscal. El gobierno de Correa echó mano de alternativas de financiamiento onerosas, como endeudamiento con bonos y con China, así como con el Banco Central. Parte de esta deuda no se contabilizaba. El techo de deuda que era de 40 % del PIB fue vulnerado, aunque se buscó cambiar la contabilidad consolidando la deuda (sin contar la deuda interna). En marzo del 2017 la deuda agregada llegaba a 41,3 %.

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Con el gobierno de Moreno, el primer año no cesó el endeudamiento agresivo y para diciembre ya estaba en 44,6 %. En la era del ministro de Economía Richard Martínez, a más de transparentar los datos con una nueva metodología (que incrementó el porcentaje a 49,17 %), se intentó bajar lentamente el ritmo e ir hacia el ajuste económico que planteaba un freno a la deuda, para volver a los niveles del 40 % del PIB. Sin embargo, la pandemia echó abajo ese plan. Ahora, tras una exitosa renegociación de bonos, que le permite un poco de oxígeno a una economía estrangulada, el Gobierno ha declarado que busca enrumbar la economía a la sostenibilidad; esto, en medio de una inminente transición de Gobierno. (I)