Marco Fidel Santi Gualinga, de 81 años, padre de Marlon Santi, coordinador del Movimiento Pachakutik, es la primera víctima mortal de la pandemia Covid-19, en el Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku.

Nosotros lo conocíamos como el tío Remigio, el Chamaco y como Charles Bronson por su musculatura y sus bigotes, dice Eriberto Gualinga, cineasta nativo de Sarayaku.

—¿Marco Santi murió infectado con Covid-19?

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—Él tenía síntomas de Covid-19. Un día antes, lo visité, manteniendo la distancia, estuvimos riendo, haciendo chistes. Al día siguiente fui otra vez a visitarlo, pero, llegué cuando estaban rezando. Colapsó de un momento a otro. Eso nos puso en alerta, cuenta Eriberto.

Creo que estuvimos conviviendo con el coronavirus. Poco a poco se iba esparciendo por la comunidad. Los jóvenes lograron superar la enfermedad, pero ahora, el virus está atacando a los más vulnerables y nos preocupa. Por ejemplo, en mi barrio, de cineasta me he convertido en doctor, tengo que ir a ver a unos seis pacientes para darles hierbas medicinales, sugerirles que no salgan, que tome agua caliente, que haga gárgaras con hojas claves que yo conozco. Además, siempre está el ritual del tabaco natural, fabricado en el pueblo, para absorber por la nariz que les ayudaba para descongestionar las vías respiratorias, explica Eriberto.

Acabo de venir visitando a dos familias que han ido a recoger nuevas plantas para poder resistir a la pandemia, están tomando cortezas de árboles que tienen un sabor muy amargo capaz de matar al virus, tal vez por eso estamos resistiendo un poco, pero, la verdad nos estamos colapsando y necesitamos ayuda, porque solo con medicamento tradicional ya no aguantamos, dice.

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—¿Cuántas personas están con síntomas?

—Casi todo Sarayaku. El 80 por ciento está afectado. Con los jóvenes no tenemos problemas, ellos pueden resistir, pero, los más vulnerables no. En Sarayaku viven 1 380 habitantes, de acuerdo al último censo interno.

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Según la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía (Confeniae), en las Nacionalidades indígenas hay 27 personas fallecidas, 622 casos sospechosos y 599 confirmados, distribuidos así:

  • 54 en Sucumbíos.
  • 101 en Napo.
  • 108 en Orellana.
  • 300 en Pastaza.
  • 29 en Morona Santiago.
  • 7 en Zamora.

Desde que un equipo del Ministerio de Salud del Distrito de Pastaza, el pasado jueves 11 de junio, llegó a Sarayaku, hizo 90 pruebas rápidas y 25 dieron positivas, nadie del Estado a regresado.

Aquí hay una médica del Seguro Social Campesino que es de Sarayaku, está en cuarentena porque salió positivo en el Covid-19. La doctora del Ministerio de Salud Pública que también tiene un centro médico pequeño aquí, no puede sola. Necesitamos una brigada de salud que nos ayude en Sarayaku, dice Eriberto.

Ayer, 18 de junio, Sarayaku tomó medidas fuertes para enfrentar la pandemia del coronavirus: vamos a intentar matar el virus con la disciplina. Se suspenden las mingas y aglomeraciones. Vamos a quedarnos 30 días en casa con la libertad de salir a la chacra por comida. No podemos pintarnos, ni tomar chicha en la misma mocawao o cuenco, explica Eriberto.

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Se dispone delegar a dos jóvenes por cada una de las siete comunidades para monitorear y llevar un registro de casos para ver la evolución de la enfermedad y dotar de medicamentos. También se disponen la delegación de dos personas de cada comunidad para recolectar 30 plantas medicinales y hacer un centro de acopio para distribuir a su gente.

Cuando el gobierno suspendió algunos servicios y dispuso la cuarentena, a mediados de marzo, muchas familias huyeron a la selva. Nosotros tenemos otra casa en la selva, la casa vacacional, entonces, fueron allá y estuvieron bien. Allá no estamos confinados, podemos ir a pescar, cazar y disfrutar de las bondades de la selva. Algunas familias todavía siguen allá. Ya no podemos visitarlos para no contagiarlos.

Yo estuve hace más de un mes visitando a las familias que estaban en la selva. Allá no hay estrés. Están recolectando plantas medicinales, raíces, hongos, lianas, cortezas, siempre buscando nueva medicina. Pescando y comiendo carne fresca. Allá están a salvo. Es incomparable la libertad que están viviendo en la selva, dice Eriberto.

En medio de la pandemia, Sarayaku recibió la furia de la naturaleza. El pasado 17 de marzo, el río Bobonaza se desbordó y causó una inundación que el pueblo no había visto en los últimos 100 años. Se perdieron 33 casas, criaderos avícolas, piscinas de cachama, bocachico y tábano. Los caminos intercomunitarios y siete puentes peatonales. Las familias que perdieron sus casas, han empezado a construir otras en sitios más altos y han iniciado trabajos en nuevas chacras.

Desde la comunidad Pacayacu hasta Teresa Mama, nadie tiene una platanera, nadie, dice Eriberto, el plátano y la yuca es la comida de todos los días de los kichwas del Bononaza y de la Amazonía. Todos los que tenían chacras en las islas, orillas de los ríos y pampas, perdieron todo. Solo en las partes altas hay yuca, pero, plátano en este año nadie va a comer. Tenemos que esperar un año para poder tener plátano en nuestra mesa.

Las comunidades vecinas de las partes altas ayudaron, en mingas, a construir nuevas casas y nuevas chacras.

El puente principal de Sarayaku se destruyó. Los que no tenemos canoa, tenemos que halar dedo para que nos lleven al otro lado. El pueblo tiene dos partes principales: la pista de aterrizaje de avionetas en el un lado y la plaza central, en el otro, explica Eriberto.

Aunque Aero Sarayaku está volando, la pista está abandonada. Después de la inundación, no hemos tenido tiempo para una minga de limpieza. No pudimos celebrar la fiesta de Pachamama el 17 de mayo, no pudimos limpiar los caminos, ni la pista, ni el cementerio. Ahí, con las hierbas altas enterramos al tío Remigio, concluye Eriberto. (I)