El encierro es algo que Ecuador no había experimentado, pero, el COVID-19 ha logrado imponer en todo el territorio nacional.

La respuesta ha sido diferente, dependiendo de la región del país. Creo que los habitantes de Quito y sus alrededores, han dado una buena respuesta.

Para conocer cómo se está enfrentando el encierro, vía WhatsApp se entabló diálogo con cuatro familias.

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El martes 17 de marzo, el barrio El Manantial de Sangolquí, en el cantón Rumiñahui de la provincia de Pichincha, amaneció con sus actividades disminuidas. Para entonces, ya se había dispuesto a la población que se quede en casa.

Era una mañana soleada. Las tiendas y otros negocios seguían atendiendo con normalidad, sin embargo, la gente no visitaba estos negocios de la misma manera que lo hizo el día anterior.

SANGOLQUÍ, Pichincha. Vista del barrio El Manantial, en Sangolquí, cantón Rumiñahui, provicnia de Pichincha, a las 20:40.

La noche del miércoles, el barrio lució más desolado, las tiendas cerraron antes de las 21 horas, porque aparte de la disposición de quedarse en casa, había el Decreto de Excepción en todo el territorio, desde las 21:00 hasta las 05:00.

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Hoy, jueves, tercer día de encierro, el aire que se respira, en la terraza o en el patio, parece más puro, más limpio y los vecinos opinan sobre sus experiencias:

Tenemos estrés y se podría decir que es ansiedad, porque es preocupante ver qué otras personas no cumplen con el encierro, dice Dennis Zambrano, de 22 años. Él vive con sus padres.

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- Existe dificultad para el abastecimiento de alimentos, porque algunas cosas subieron el precio y otras están escasas. Moralmente, la familia está preocupada y angustiada por la gravedad de los contagiados en Ecuador y en el mundo.

Para comprar en las tiendas, solo salgo yo, porque soy joven, relata. Mis papás no salen para no exponerse. Salgo con mascarilla y mantengo distancia con toda la gente que encuentro y evito dar la mano, explica Dennis.

En mi familia, el aislamiento se lo está tomando con suma responsabilidad. Hemos tenido momentos en los que mis padres han querido salir a jugar vóley o al banco, pero, los hijos les prohibimos la salida, dice Andrés García, de 25 años, conocido en el barrio como Andy. Él vive con sus padres y su hermana.

Estoy tranquilo, porque la probabilidad de contagio, en el barrio, es baja. Por el momento, no hay problema con el abastecimiento de alimentos o medicina. Normalmente yo salgo a comprar a la tienda, con mascarilla y gel, nadie más puede salir, dice Andy.

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Al aislamiento lo tomé de manera sorpresiva, en mis 24 años, es la primera vez que sucede y si asusta, cuenta por su lado Pablo Coello. En la mañana siento aburrimiento, en la tarde tranquilidad y en la noche estrés. Estamos preocupados por la situación económica, por la debacle que se viene, es estresante, explica Coello. Él vive con sus padres, hermanos y su cuñada, en total siete personas.

Stefani Morales, de 25 años, dice que, si hay estrés en su casa, pero, su familia conformada por ella, sus padres y su hermana, lo ha tomado con tranquilidad, comprendiendo que es por su propio bien. En su casa se ha dispuesto que salga una sola persona a comprar, que use mascarilla, que se lave las manos y use gel cada vez que entre a la casa.

El COVID-19 sigue su marcha, al igual que la vida cotidiana en el barrio el Manantial. (I)