Nacieron en el siglo XXI, en medio de la peor crisis económica de la historia del Ecuador con el cierre de bancos privados y congelamiento de depósitos, y por la que millones de ecuatorianos se vieron obligados a migrar. Pero ellos no la vivieron, sus familias se la contaron.

Y conocen muy poco acerca del sucre; viven bajo el signo del dólar. Se trata de los jóvenes guayaquileños Karelys Rincón (19), Sebastián Merizalde (19) y Danna Robayo (20).

Algunos de los gastos médicos de sus nacimientos y otros como pañales y leche fueron cancelados en sucres. Así ocurrió con Danna, cuenta su padre, Rafael Robayo.

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Ella nació en septiembre de 1999, seis meses después del inicio de la crisis y un año antes de que el sucre desapareciera.

En cambio, con Sebastián y Karelys fue con dólares.

Los tres no conocieron el sucre, ahora lo saben por las experiencias contadas de sus padres, abuelos y también a través del internet. Muy poco desde las instituciones educativas.

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“Lo primero que escuché del sucre es por tradición familiar, anécdotas, cosas del Ecuador de antes. Mi papá se ganó la lotería en sucres y cuando recibió el premio en dólares fue menos”, relata Sebastián.

A los 13 años, Sebastián Merizalde supo del sucre tras conversar con sus padres. Foto: Belén Zapata Mora.

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Afirma que desde sus 13 años, edad que supo del sucre, surgió su interés por conocer más de la moneda.

El joven, entre sus actividades, lee sobre la historia política y económica del país.

Me hubiese gustado nacer antes (de la crisis bancaria) por conocer cómo era mi ciudad en esa época, los cambios de presidentes, ver cómo cambió el país”.Sebastián Merizalde, universitario

Desde que escuchó la frase “cuando me daban un sucre”, Karelys les preguntó a sus padres de qué se trataba.

Ellos le contaron que antes los abuelos de Karelys les daban cinco y diez sucres para que los guardaran y así surgió la frase.

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Desde que comencé hacer preguntas sobre el sucre me pareció complicado. Me parece algo nacionalista, siento que al desprendernos nos abrimos más al mundo”.Karelys Rincón, universitaria

La joven menciona que otro de sus recuerdos fue en el colegio: “Cuando enseñaban historia me decían que hubo gente que perdió dinero y al final con el cambio les daban poco”.

Los padres de Karelys Rincón (c) muestran las monedas de cinco y mil sucres. Así también los billetes de cinco mil, diez mil, veinte mil y cincuenta mil que guardaron desde hace 20 años. Foto: Víctor Serrano.

En cambio, el primer conocimiento de Danna vino de sus tías abuelas, con una de ellas, por una cábala de fin de año.

“Sacaron un par de billetes, moneditas, me enseñaron lo que era el sucre, pero no ahondaron en detalles porque era pequeña (...). Mi tía abuela por parte de padre tiene unos tarros de sucres que los tira en el piso como cábala para tener dinero”, cuenta la joven.

Recuerdo que mi bisabuelo me trataba de explicar cuánto era 25 sucres a dólares, pero yo era pequeña. Ahora los niños deberían conocer lo que ocurrió”.Danna Robayo, universitaria

Afirma que a medida que iba creciendo sus padres le contaron la dura experiencia: la pérdida de sus ahorros tras el cierre de una entidad bancaria.

Danna cuando ve el sucre dice sentirse ‘extraña’ al no estar familiarizada. Lo mismo le ocurre a Karelys.

Danna Robayo buscó en internet los billetes del sucre. Les pareció muy coloridos. Foto: Belén Zapata Mora.

En cambio, Sebastián tiene más curiosidad, tanto así que le hubiese gustado nacer antes para conocer esa historia.

No obstante, hay quienes enseñan ese conocimiento a sus hijos a temprana edad.

Como Patricio Segovia, de 52 años, que cada cierto tiempo le muestra monedas y billetes del sucre a su hijo Nicolás, de 6 años, y le da esta explicación: “Estos eran los billetes que utilizaba cuando yo era pequeño, cuando la mamá era chiquita. Se llamaba sucre, había de colores rosado y azul”.

La recuerdo con cariño porque mi generación nació con esa moneda como un referente. Es un error que la juventud no sepa que Ecuador tuvo su moneda propia”.Patricio Segovia, ingeniero electrónico

Según Segovia, es esencial hablarles sobre historia por dos razones: primero, “(para) que lo tenga claro porque los papás de 25, 30 años dudo que tengan billetes y les expliquen”.

Y segundo, por el significado: “Les perteneció a mis abuelos y yo quiero dejárselos a mis hijos”, expresa. (I)