Afganistán, la nación de 37 millones de habitantes, ha estado marcada por la guerra por décadas. Mucho antes de que este país asiático recibiera los primeros bombardeos estadounidenses, hace ya 18 años como respuesta a los atentados del 9-11, ya había enfrentado una invasión rusa en 1979, la que duró una década.

La vida en el país años antes de la llegada de los rusos era todo lo opuesto a lo que hoy se conoce. En 1940 era una tierra próspera y llena de oportunidades para sus habitantes sobre todo el sector agropecuario.

En la actualidad su economía sigue siendo agrícola, a pesar de que solo el 12% de su tierra es cultivable y de ese porcentaje apenas el 6% se trabaja.

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Frutos secos, joyería, piedras preciosas y textiles son sus principales productos de exportación, que le generaron unos $ 723 millones en 2017 al país, donde, en cambio, las importaciones sumaron $ 7.065 millones.

La actual Afganistán ahora marcada por la violencia y las restricciones gozó décadas atrás de libertades. Las mujeres tenían derechos y educación y no sufrían el oscurantismo que hoy existe por la presencia de los talibanes, un grupo radical islámico que tomó el control de Kabul en 1996.

El grupo, formado por jóvenes, surgió en 1994 para hacer frente a la corrupción. Talibán en lengua pashto significa buscador de la verdad.

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En 2001 este grupo convirtió a Afganistán en el escenario del conflicto armado más largo que ha librado EE.UU., luego de confirmarse que el país era el escondite y protector de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda grupo al que se le atribuyen los ataques del 11 de septiembre.

Bin Laden, de origen saudí, dejó en 1979 Arabia Saudita para luchar en Afganistán contra la invasión soviética, recibiendo entrenamiento de la CIA, vínculo negado por la agencia de inteligencia.

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Sin embargo, cuando las tropas soviéticas se retiraron en 1989, el líder yihadista fundó la organización Al Qaeda y se volvió enemigo de EE.UU. y de su propio país, el que consideraba se había convertido en una colonia estadounidense.

EE.UU. llegó a tener en suelo afgano entre 2010 y 2012 a 100.000 soldados.

El líder terrorista fue abatido a tiros en mayo del 2011 bajo la operación militar estadounidense Gerónimo en Pakistán. Con su muerte, Estados Unidos creyó que erradicaría el terrorismo y el entonces presidente Barack Obama anunció el retiro de la mayoría de tropas estadounidenses de Afganistán para fines del 2016, pasando de 40.000 soldados a 8.400.

Pero para esa época el conflicto armado ya había sumido al país en una difícil situación. De los más de 37 millones de habitantes al menos nueve millones viven en extrema pobreza, según un informe de la ONU del 2017.

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La situación de pobreza e inseguridad por la intensificación del conflicto armado provocó el desplazamiento interno de afganos. Solo en 2016 más de 650.000 se vieron obligados a abandonar sus hogares.

Así también, el número de muertes y atentados a la integridad física de niños aumentó entre 2015 y 2018, según la ONU. En esos tres años la guerra ha dejado 12.599 menores asesinados y mutilados.

El conflicto ha visto pasar ya a tres presidentes estadounidenses: George W. Bush, que lo inició con el objeto de desalojar a los talibanes, eliminar Al Qaeda y estabilizar Afganistán. Obama, que se comprometió a terminarla, pero no lo consiguió y Donald Trump, en cuya gestión se ha intensificado la actividad terrorista con la adhesión del Estado Islámico.

Trump, por meses, ha impulsado acercamientos en busca de un acuerdo de paz con los talibanes. El pasado 8 de septiembre planeaba reunirse con el grupo terrorista y poner fin al conflicto, pero la cita fue suspendida por el mandatario, tras la muerte de un soldado estadounidense.

Los talibanes amenazaron que “EE.UU. sufrirá más que nadie”. Unos 14.000 soldados estadounidenses siguen en la guerra que ha dejado 147.000 muertos en los 18 años que lleva el conflicto armado, cuyo final sigue siendo incierto. (I)