En medio de montañas cubiertas de neblina de la comunidad Cerro Grande, de la parroquia La América del cantón Jipijapa, se levantan algunas marquesinas donde se comienza a secar café de la especie arará amarillo, introducida desde Brasil.

En esta comunidad, ubicada a 500 metros sobre el nivel del mar, comenzaron a cosechar la segunda producción de este café, como parte del programa de renovación cafetalera iniciada hace cuatro años por el Gobierno nacional.

Meses atrás, este café fue objeto de un análisis organoléptico y permitió a estas cosechas obtener un puntaje de 85,5%, de acuerdo con la calificación que realiza la Speciality Coffe Association, que puntúa el café en un rango de 0 a 100 puntos.

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Según el organismo, cuando supera los 80 puntos se habla de un café de especialidad o fuera del rango normal. A más de valorar la acidez, el dulzor, amargor, balance, homogeneidad, aroma y fragancia, se reconoce el país donde procede el grano, la finca y la altura cosechada.

María González, técnica del Ministerio de Agricultura y Ganadería, quien laboró en sectores de la parroquia La América, dijo que no fue fácil cambiar la mentalidad a dueños de plantaciones que ya tenían entre 80 y 100 años sembradas.

“Ellos tenían producción, pero no productividad, sacaban cinco quintales de café cereza en plantaciones viejas, y una planta es un ser vivo, con el pasar de los años solo generaban unos cuántos frutos, entonces había que indicarles que para producir ya no deben pensar con el corazón, sino que se buscaba eliminar plantaciones que eran proclives a ser atacadas por la roya”, señala González.

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En la zona de Cerro Grande hasta el momento han sido renovadas unas 10 hectáreas.

Sandro Vera, director distrital del MAG, indica que solo en Jipijapa se han renovado unas 1.800 hectáreas de café.

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Milton Pin es una de las 40 personas que residen en este recinto, que apostó a la renovación. El año pasado, con su primera cosecha de arará amarillo, cultivó cuatro quintales en grano y ahora aspira a cosechar 15 quintales de café en grano, es decir listo para ser procesado.

Cristóbal Quimí, otro agricultor de la zona, ha aprendido que el café no debe ser expuesto o en contacto con la tierra, que no se debe maltratar y erradicar químicos, así como construir marquesinas donde secar el producto.

“Antes con café que antes teníamos, vendíamos quintales en 15 a 16 dólares, pero ahora incluso con este proceso de mejoramiento en cosecha y poscosecha, nosotros llegamos a vender el quintal a más de 100 dólares”, explica Pin.(I)

Hectáreas

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Con el proyecto de reactivación de la caficultura en Ecuador, solo en Manabí se han cultivado alrededor de 15.000 hectáreas de nuevas plantaciones de cafés en especies como arará amarillo, arará rojo, sarchimor mejorado y otras que se adaptaron a los suelos de esta provincia costeña.