Los partidos políticos uruguayos elegirán este domingo a sus candidatos a la presidencia en una elección abierta y simultánea en la cual la sorpresa es la precandidatura de Juan Sartori, un millonario de 37 años sin antecedentes políticos y cuyo suegro es el magnate ruso Dmitri Rybolóvlev.

“Es el fenómeno político más impactante de la campaña”, dijo el politólogo Adolfo Garcé. “Un perfecto desconocido hace menos de un año, tendrá seguramente una gran votación el próximo domingo. Este desempeño llama especialmente la atención porque Uruguay se caracteriza por la estabilidad de sus partidos y por la longevidad de sus liderazgos”.

La irrupción de Sartori, que aspira a ganar la candidatura presidencial del Partido Nacional, el principal de la oposición, vino acompañada de una serie de escándalos: faltas a las leyes que prohíben la publicidad electoral televisiva hasta un mes antes de la votación, injurias y difamación sobre sus principales rivales y hasta divulgación por internet de audios fraguados de los otros candidatos, algo que nunca se había visto en la política local.

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Sartori tiene como principales rivales a los senadores Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, ambos víctimas de una ola de propaganda sucia que inundó las redes sociales.

Además, miles de uruguayos recibieron llamadas telefónicas donde un supuesto encuestador con acento mexicano o caribeño les preguntó si votarían a Lacalle a pesar de tener problemas con las drogas o si desperdiciarían su voto en Larrañaga, tildado de perdedor.

El empresario millonario, quien ha declarado que hace menos de un año no tenía el menor interés en la política y no sabe cantar el himno de su propio partido, no ha admitido estar detrás de esta guerra sucia y por el contrario se queja de ser atacado y hostigado por sus rivales. Sin embargo, sí reconoció que contrató al publicitario venezolano J.J. Rendón, acusado en otros países del continente de estar detrás de este tipo de “campañas sucias”.

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Sartori ha impulsado su campaña con promesas que sus rivales han calificado de demagógicas: crear 100.000 empleos y darle a los jubilados todos los medicamentos que necesitan de manera gratuita. Incluso ha repartido entre los ancianos una tarjeta con la que podrían retirar las medicinas de todas las farmacias y que se activaría “una vez que llegue a la presidencia”.

El Partido Nacional, casi tan viejo como el país, fundado en 1836, nunca conoció algo parecido.

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“Dentro del partido hay mucha resistencia a Sartori, por considerarlo un intruso y por el malestar que generó su campaña sucia”, dijo el periodista y analista Nelson Fernández, quien acaba de publicar el libro “El voto del agua tibia”, una obra que estudia el comportamiento electoral de los uruguayos desde 1989 hasta hoy.

La mayoría de las encuestas dan favorito en las primarias del Partido Nacional a Lacalle Pou, de 45 años, descendiente de un familia de políticos e hijo de Luis Alberto Lacalle, presidente entre 1990 y 1995. Lacalle Pou, de perfil conservador, fue candidato del Partido Nacional en la elección de 2014 y fue vencido por el actual presidente Tabaré Vázquez, de la coalición de izquierda Frente Amplio.

Mediciones de opinión pública sostienen que Larrañaga, de 62 años, fue desplazado por Sartori como principal rival de Lacalle. Larrañaga fue candidato presidencial del Partido Nacional en 2004, cuando también fue vencido por Vázquez.

Vázquez ha tenido dos mandatos no consecutivos. El primero fue entre 2005 y 2010, cuando fue sucedido por José Mujica.

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“Sartori logró esta notable performance política sobre la base de mucho dinero, de una capacidad de persuasión poco frecuente y de muy pocos escrúpulos. No ha dudado en hacer promesas demagógicas o en recurrir a expertos en ‘propaganda negra’. Sartori crece, además, en el contexto de una sociedad malhumorada, que viene perdiendo entusiasmo hacia la política y que muestra señales de cansancio hacia los políticos”, dijo Garcé.

Para el analista electoral Fernández, aunque no logre arrebatarle el triunfo a Lacalle Pou, Sartori habrá vencido si logra el segundo lugar en su partido.

“Ya es reconocido y ha conquistado popularidad. Si confirma una buena votación, la pregunta no será cómo lo hizo Sartori, sino cuánto ha cambiado la sociedad uruguaya para ser permeable a un fenómeno populista, marketinero, alejado a las tradiciones políticas que han sido valor esencial de la cultura cívica de este país”, dijo.

Mientras tanto, con menos tensiones internas, la coalición izquierdista Frente Amplio, en el gobierno desde hace tres períodos, también elegirá a su candidato. El actual presidente Vázquez no se postula nuevamente porque en Uruguay no está habilitada la reelección para dos períodos consecutivos. El expresidente Mujica declinó presentarse por considerar, según dijo, que sus 84 años ya no se lo permiten.

Cuatro postulantes compiten por ser el candidato oficialista. El favorito es el exalcalde socialista de Montevideo, Daniel Martínez, que representa a los sectores más moderados o centroizquierdistas. Sus principales rivales son la exministra Carolina Cosse, que tiene el apoyo del sector de Mujica, y el dirigente sindical Óscar Andrade, del Partido Comunista.

A pesar de que Martínez es el favorito, las últimas encuestas muestran un crecimiento de Andrade, un sindicalista carismático y panelista de programas de televisión.

Mujica, a pesar de su popularidad en los sectores más bajos de la sociedad, no ha aparecido mucho en la campaña. Eso ha alimentado suspicacias de su relación con Sartori, quien fue uno de los empresarios beneficiados con la apertura del mercado legal de la marihuana durante su gobierno: una de sus empresas ganó la licencia para plantar, cultivar y empaquetar la hierba que el estado vende a través de una red de farmacias.

Dirigentes del Partido Nacional han dicho que Sartori es “una comadreja” que Mujica tiró dentro de su partido. Sartori y Mujica lo han negado.

En las encuestas, detrás del Frente Amplio y el Partido Nacional, viene el conservador Partido Colorado. Uno de los que pugna por su candidatura es el expresidente Julio María Sanguinetti, de 83 años, quien gobernó entre 1985 y 1990 y entre 1990 y 1995.

Hay cerca de 2,7 millones de uruguayos habilitados para votar en las internas, pero el voto no es obligatorio. En las anteriores primarias votó el 37% del padrón electoral.

Si un precandidato llega al 50% más uno de los votos de su partido o al 40% con más de 10% de ventaja sobre el segundo, se transforma en forma automática en el candidato de su partido. Si el ganador no llega a esos guarismos, es la convención del partido, también electa en la primaria, la que debe definir el tema.

Una vez definidos los candidatos y los compañeros de fórmula los partidos ponen rumbo a las elecciones nacionales. El 30 de octubre se celebrará la primera vuelta, en la que también se renovará la totalidad del parlamento. En esos comicios, con sufragio obligatorio, si ningún partido alcanza el 50% más uno de los votos, el 30 de noviembre habrá una segunda vuelta entre los dos candidatos presidenciales más votados.

Las encuestas marcan que, al día de hoy, el nuevo presidente se elegirá en un ballotage entre los candidatos del Frente Amplio y el Partido Nacional, como en las últimas tres elecciones.

El Frente Amplio suele calificar a los partidos Nacional y Colorado, de un modo despectivo, como “la derecha”. En la realidad, ambos partidos han oscilado a lo largo de su historia entre la derecha y la centroizquierda dependiendo del líder del momento. La mayoría de los analistas ubica a Lacalle Pou en la centroderecha. Larrañaga tiene una historia política de centro, pero hoy impulsa un plebiscito para instaurar la cadena perpetua, entre otras medidas, que lo ha inclinado más a la derecha. En el caso de Sartori, nadie sabe exactamente qué representa.

El Frente Amplio ha ganado los últimos ballotages, pero sonados casos de corrupción que obligaron a renunciar al vicepresidente Raúl Sendic, una economía estancada y un récord histórico de homicidios y delitos violentos hacen que muchos analistas vaticinen una elección reñida y el posible fin del ciclo triunfador de la izquierda.

“Uruguay va a una elección polarizada y áspera, entre la continuidad y el cambio, o sea, entre un cuarto gobierno consecutivo del Frente Amplio, o una alternancia en el poder, con una coalición de los partidos que hoy son oposición”, opinó Fernández. (I)