Investigadores estiman haber descubierto una nueva especie humana, con características morfológicas singulares, que vivía en la isla de Luzón, en Filipinas, hace más de 50.000 años, anunciaron el miércoles en la revista Nature.

El análisis de 13 restos fósiles (dientes, falanges de pie y de mano, fragmentos de fémur) hallados en la cueva de Callao, llevaron a los científicos a considerar que se trataba de una nueva especie, que llamaron Homo luzonensis. Presenta a la vez "elementos o caracteres muy primitivos parecidos a los de los Australopithecus y otros, modernos, cercanos a los del Homo sapiens", señala Florent Détroit, paleoantropólogo del museo del Hombre en París y principal autor del estudio.

El hallazgo se realizó en la cueva de Callao. Hasta hoy la lista de miembros del género Homo que habitaban la Tierra en este periodo pasa de los cinco conocidos (neandertales, denisovanos, hobbits de Flores, erectus y sapiens), a seis.

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Todos estos homininos son una familia variopinta de primates unidos por lazos de parentesco más recientes que con los otros homínidos vivos, como los chimpancés o los bonobos. Cada uno representó un experimento evolutivo más o menos exitoso. Todos se han extinguido menos uno, el Homo sapiens, quien cada vez que encuentra un nuevo pariente se pregunta por qué ellos desaparecieron y nosotros no.

El humano de Luzón es un enigma. Es imposible saber cómo era su rostro, pues no hay fragmentos de cráneo, ni qué estatura tenía, porque el único hueso disponible que podía tallarle, el fémur de un muslo, está partido.

Los restos hallados, el primero una falange hallada en 2007 que data de hace 67.000 años, y el resto hallados entre 2011 y 2015 con una antigüedad de al menos 50.000 años, pertenecieron a dos adultos y un niño. Sus dientes, dos premolares y tres molares, son muy pequeños, parecidos a los de un humano actual o a los del Homo floresiensis, el hominino asiático de un metro de estatura y cerebro de chimpancé que vivió en la isla indonesia de Flores en la misma época. En cambio, los huesos de manos y pies son mucho más primitivos, comparables a los de los australopitecos que vivían en África dos millones de años antes y cuyas extremidades estaban adaptadas para vivir colgados de los árboles, detalla el diario español El País. (I)