A Emilia (nombre protegido), de 38 años, le dijeron en la red pública de salud que probablemente era portadora del virus del papiloma humano (VPH), causante del 98% de los casos de cáncer en el cuello del útero, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La madre de dos hijos recuerda que en una consulta preventiva con el ginecólogo le detectaron una verruga en la vagina. Ahí se enteró de que el VPH está entre las enfermedades de transmisión sexual más comunes en el mundo.

“Después privadamente me dijeron que tenía el tipo que no provoca cáncer”, afirma.

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Estudios indican que el 50% de la población que está sexualmente activa es portadora del VPH. Su alta incidencia responde a que el virus es muy contagioso, pudiendo adquirirse incluso con los llamados juegos sexuales o la felación (sexo oral) sin que haya penetración, indica Francisco Plaza, oncólogo ginecólogo del hospital Luis Vernaza de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

Los hombres portadores pueden transmitirlo sin presentar síntomas. Según la OMS, la mayoría de los casos no están diagnosticados ya que se trata de una enfermedad de transmisión sexual asintomática o solo tiene efectos leves como las verrugas vaginales, lo que no permite un diagnóstico certero.

Pero no todas las infectadas necesariamente desarrollan cáncer en el útero. Se han identificado más de cien genotipos de VPH, de los que especialmente dos, el 16 y el 18, son considerados de alto riesgo oncogénico, es decir, son los que pueden generar cáncer, dice el especialista Ramón Martínez.

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El que tendrá Emilia durante toda su vida no es de alto riesgo. Ella tiene el genotipo 11, que produce las llamadas verrugas venéreas que son tratables, pero no causa cáncer cérvico uterino en el futuro.

Martínez indica que en la actualidad hay pruebas denominadas biomoleculares para pesquisar el tipo de la infección por VPH que tiene la paciente.

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“Cuando hay ciertos cambios celulares en la citología del papanicolaou, el siguiente paso es hacer una colposcopia con biopsia, una vez que con ello se certifique que es positiva por infección del VPH, por biología molecular se detecta si son los serotipos de bajo o de alto riesgo”, asegura Martínez.

El sistema nacional de salud en Ecuador no tiene establecido el diagnóstico de este virus de forma directa, lo que constituye un problema al no detectar oportunamente a mujeres con lesiones cervicouterinas en riesgo de evolucionar hacia la malignidad, indica el estudio titulado ‘Epidemiología molecular del virus del papiloma humano en mujeres de la región Litoral”.

Esta publicación del 2017 señala que se analizaron 120 muestras de cepillado endocervical de mujeres de diferentes centros de salud del Litoral del país. El 83,3% (100) de las muestras fue positivo a VPH.

Del total de portadoras se establecieron los genotipos de 75 muestras. El 45,9% correspondió al tipo 16 y el 24,6% al tipo 58, otro considerado de alto riesgo. La conclusión del estudio fue: “Se observa predominio de genotipos de alto riesgo oncogénico”.

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“Pero tampoco es que porque tienen el 16 y el 18 ya van a tener cáncer y hay que sacar el útero”, indica Plaza. De hecho, estudios realizados, agrega, señalan que solo el 10% de las infectadas con la variedad 16 y 18 desarrolla cáncer de cuello uterino.

Ese tipo de tumor maligno es la novena causa de mortalidad femenina en el país (ver cuadro), según el Anuario de Nacimientos y Defunciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) correspondiente al 2017. Y en las mujeres, es el tipo de cáncer más mortal. “Es considerado una enfermedad de transmisión sexual prevenible y curable si se trata a tiempo”, añade Plaza.

El VPH como tal no aparece como causa de morbilidad en registros hospitalarios oficiales. Un dato para hacer seguimiento es el número de afectadas por cáncer cérvico uterino.

Por ejemplo, un total de 1.657 mujeres aparecen en 2017 como egresadas de los establecimientos de salud del país a causa del tumor maligno del cuello del útero. Otras 572 salieron de los hospitales por tumor maligno en otras partes del útero.

Casi la mitad de las que fueron internadas (47%) en ese año debido al tumor maligno en el útero tenían entre 35 y 54 años de edad.

El seguimiento médico preventivo es crucial para evitar fallecimientos. Pero la probabilidad de fallas en el diagnóstico es alta, dice Plaza. “El papanicolaou tradicional es un método noble que permitió dar una lucha frontal contra el cáncer de cuello uterino, pero tiene un alto índice de error. Entre un 40% y 50% de falsos negativos y falsos positivos”, indica.

La alternativa más efectiva es la citología de base líquida. “Aquí se toma la muestra igual que en un papanicolaou con la paciente en posición ginecológica, pero se recoge con un cepillo, sin el uso de la espátula. Luego ese cepillo se introduce en un dial líquido y se determina si es portadora de VPH. En este caso el índice de error va del 1% al 2%, por lo que los exámenes preventivos se pueden espaciar cada dos años si sale negativo”, explica Plaza.

El problema es que tanto la prueba de biología molecular y la de citología líquida no está disponible en los hospitales del MSP y del IESS en Guayaquil, asegura el especialista. En el hospital Luis Vernaza, la de biología molecular cuesta $ 75 y la citología de base líquida, $ 11.

El cáncer de cuello uterino deja un impacto económico. Según una publicación del 2017 de la Revista Ecuatoriana de Ciencia, Tecnología e Innovación en Salud Pública, este costo para los estadíos iniciales es de $ 1.744 con procedimientos como el papanicolaou, la colposcopia y la histerectomía.

Mientras que si la paciente está en los estadíos más avanzados, el costo del diagnóstico y tratamiento estimado es de $ 24.423 con procedimientos, a más de los ya citados, como la biopsia, estudios de laboratorio e imagenológicos (RX tórax, tomografía) y quimioterapia.

Otro estudio de 2017 analizó, en cambio, la prevalencia de los genotipos de VPH de interés en las poblaciones indígenas del sur del país. De las 398 muestras analizadas un 40% eran portadoras de genotipos de VPH de alto riesgo. Esta última investigación se centró en mujeres kicwhas y shuaras de Cañar, Morona Santiago y Loja. (I)