Esa mañana en Eloy Alfaro (Durán) se escucha una voz que declara y declama: “A mí me dicen el Gallo Fino porque yo soy el Gallo Fino de la hacienda Clementina, yo soy el Gallo Fino que les canta a toditas las gallinas”.

La voz es de Gallo Fino, el nombre artístico del amorfinero Roberto Vallejo Suárez, quien hace 81 años nació en José Montero, Boliche, parroquia del cantón Yaguachi. La cabeza cana de este poeta popular está cubierta por un sombrero de paja, además luce una camisa florida y un pantalón blanco de cuya cintura desciende la vaina de cuero en la que porta el clásico machete de nuestros montuvios.

“Así me gusta vestirme, siempre estoy con mi sombrero y el machete. Me gusta el amorfino, ya no depende de mí. Yo tengo una frase que dice: Haz lo que te guste y serás feliz. Nunca estés deprimido, siempre tienes que estar distraído”.

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Mientras caminamos hacia la sede de la Confraternidad de Trabajadores Ferroviarios de Durán, la gente saluda con aprecio al amorfinero, quien dice sus versos en eventos y fiestas populares del cantón y pueblos de los alrededores.

Vallejo, siendo muchacho, aprendió mecánica industrial en la Filantrópica de Guayaquil. Antes de jubilarse prestó sus servicios laborales en el ingenio San Carlos y también en la empresa de ferrocarril de Durán durante treinta años. Refiere que desde hace 38 años está unido a Ana, su esposa, y es padre de seis hijos.

A sus 81 años todos los días, pedaleando su bicicleta, al igual que 30 adultos mayores que padecen de males como alzhéimer, párkinson e hipertensión, acude al centro diurno La Esperanza Canta, donde realizan ejercicios físicos y diversas actividades recreativas. En dicha institución escribe amorfinos y contrapuntos para recitar a sus compañeros y conocidos.

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En un cuaderno pequeño Vallejo anota anécdotas, historias y leyendas montuvias que después transforma en amorfinos.

Poeta montuvio
“Después de que me jubilé, me gustaron los amorfinos”, asegura. Aunque cuenta que desde joven lee poesía clásica, cree que así aprendió a rimar, a crear sus propios versos e improvisar a la hora del contrapunto en las fiestas populares.

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Cuenta que su maestro en el arte del amorfino fue el escritor y folclorista guayaquileño Guido Garay a quien conoció años atrás cuando él visitó Guayaquil a pretexto de las fiestas del mes de julio.

“Garay sacaba amorfinos –dice Vallejo–, fuimos amigos. A él le gustaban los amorfinos y también los rodeos montuvios. Ahí me gustaron los amorfinos, después compré unos libros de poemas”.

Versos populares
De un momento a otro, Roberto Vallejo empieza a decir amorfinos tras amorfinos como un gallo que canta al amanecer: “Canta, canta, Gallo Fino, que te quieren oír cantar, si no cantas bonito, aquí te van a desplumar”, los que caminan a su alrededor se detienen a escucharlo y verlo.

“A mí no me gusta la col, no me gusta la lechuga, lo que me gusta es que una hembra tenga doble pechuga”; algunas muchachas ríen.

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“Yo soy el Gallo Fino de las plumas menuditas, yo soy el gallo que se enamora de las gallinas más bonitas”, expresa el amorfinero ante una muchacha que sonríe.

“Los versos del amorfino yo los digo a mi manera, para mí la cola es rabo y el espinazo cadera”, la gente que lo rodea para escuchar las ocurrencias verbales del poeta popular ríe y así Roberto Vallejo, el Gallo Fino del Amorfino, vive en las calles populares de Eloy Alfaro, Durán, al son de sus versos. (I)