Javier Castañeda está desempleado. Vive junto con su madre, Josefa Farías, en una de las siete carpas que se instalaron en la calle Pedro Fermín Cevallos, en el casco urbano de Bahía de Caráquez, tras el terremoto del 16 de abril del 2016.

A más del polvo debe batallar con las ratas que pululan en el piso, que es parte de la vía. Cartones, zinc, imágenes de santos forman parte de esa covacha.

Señala que tras el sismo algunas familias vecinas consiguieron casa, pero cree que se han olvidado de ellos y de otras personas a quienes se les cayeron las casas y no constan como beneficiarios para recibir una nueva morada.

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Son las huellas del sismo que aún son visibles en una Bahía de Caráquez que no logra recuperarse del todo. En las calles, en inmuebles cuarteados y apuntalados se mantiene la huella de ese segundo terremoto en 20 años. Este sábado se recuerdan dos décadas del primer sismo que cobró una vida.

“Estamos jodidos”, dice Graciela Moreno, activista cultural, quien considera que además de los sismos, fenómenos de El Niño y la mancha blanca, otros factores inciden para que se mantenga un letargo: delincuencia y el silencio de una población que se ha acostumbrado en algunos casos a no reclamar.

“Ese silencio hace creer a las autoridades de arriba que estamos bien…”, señala Moreno, quien agrega que se ha coordinado rescatar y salvaguardar 35 de las 70 casas patrimoniales, pero cuyo proyecto y financiamiento –de más de $ 2,2 millones–, aún no se concreta.

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La migración parece ser el camino que han tomado algunos habitantes. Un censo realizado a través de la iglesia de La Merced indicó que tras el sismo solo en la parroquia urbana Bahía de Caráquez residían unas 4 mil personas, cuando en 1998 vivían un poco más de 12 mil.

“Las personas se fueron a Guayaquil, Quito, Cuenca y otras a otros cantones, incluso algunos se fueron a vivir aquí a la parroquia Leonidas Plaza –aledaña a Bahía–, porque no había cómo vivir”, reflexiona Galo Uscocovich, residente en la calle Montúfar.

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Asegura que pese a que su casa tuvo daños, no recibió ayuda y lo tuvo que hacer con apoyo de familiares.

El malecón se mantiene estrangulado al paso vehicular, debido a que se realiza la construcción del proyecto Priza, de dotación de un sistema de electrificación.

Jorge Mantilla, activista social de Bahía de Caráquez, cuestiona el hecho de que hasta ahora ni el Estado ni el Municipio de Sucre recogen sus impresiones de que se debe implementar una línea trifásica que en la actualidad no constaría en dicho proyecto que solo brindará energía de 220.

Ese mismo colectivo ha hecho señalamientos a proyectos como el alcantarillado sanitario que se viene ejecutando, incluso antes del terremoto.

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En Bahía aún no se entrega la parte baja del mercado y también está en reparación el edificio del Municipio.

Iván Aguirre, vicealcalde de la ciudad, indica que aspira a que antes del feriado del 10 de agosto esté ya la parte baja del mercado e indica que el Gobierno sí ha ayudado a Bahía y al cantón tras el terremoto en proyectos como agua potable, entrega de casas a afectados por el sismo, pero en algunos temas como el inicio de la construcción del hospital Miguel H. Alcívar, es el Ejecutivo el que debe responder. (I)