La diferencia es contundente. El 46,8% de los graduados en colegios particulares obtuvieron un nivel de desempeño satisfactorio y excelente en Matemáticas, mientras que solo el 18,5% de los graduados en establecimientos fiscales alcanzaron ese resultado.

En distintas proporciones, la gran mayoría llegó a los niveles de elemental e insuficiente, es decir, una nota menor de ocho sobre diez en la última prueba Ser Bachiller del régimen Costa correspondiente al periodo lectivo 2017-2018.

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Esta brecha se mantiene en los otros tres campos: Lengua y Literatura, Ciencias Naturales y Sociales. Según el promedio global de las cuatro áreas, el 73,1% de los 172.602 escolarizados evaluados obtuvo elemental e insuficiente; 25,3%, satisfactorio; y el 1,6%, excelente.

En la educación fiscal hay mejoras leves respecto a los resultados del 2016-2017 en Matemáticas, Ciencias Naturales y Sociales. Pero hay un retroceso en Lengua y Literatura , sobre todo en la arista de comprensión de textos, que requiere de hábitos de lectura en un país cuya población mayor de 16 años lee en promedio medio libro al año, según la encuesta Hábitos lectores del 2012.

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Estos resultados confirman la conclusión del Contrato Social por la Educación sobre que el nivel de inversión durante el periodo del correato no tuvo gran impacto en la calidad de la educación, dice su coordinador Milton Luna: “Es gratificante que desde la autoridad educativa se reconozca la brecha. Lo que sucedía hasta hace poco es que no se reconocía y todo estaba en términos de propaganda y de éxito total, pero en la práctica era una farsa”, asegura. Lo asignado para educación en el periodo 2007-2017 suma $39.560 millones, según cifras del presupuesto estatal.

Uno de los cantones que resaltó este año fue Mocache, en Los Ríos. Catorce de los 25 bachilleres que obtuvieron 10/10 en las cuatro asignaturas son de allí. Nueve de ellos estudiaron en la Unidad Educativa (particular) Libertador, en la que los 28 bachilleres de este año llegaron al nivel de excelente (entre 9,50 y 10 de puntaje).

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Sandy García es una de ellos. Ella cree que la infraestructura es un complemento para el aprendizaje. “Practicamos mucho en el simulador y lectura rápida y comprensiva”, dice.

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Miguel Macías, rector de la institución, afirma que todo es parte de un proceso de 4 años: “Suspendimos la parte académica del segundo quimestre y nos dedicamos solo a prepararnos para la prueba”, asevera. “Sé que hay comentarios negativos, que hackeamos las cuentas para acceder a las pruebas, que pagamos, pero no fue así. Dimos énfasis en Aritmética, Geometría. Los chicos a veces no saben identificar la idea principal de un tema y a eso nos dedicamos”, insiste.

La Unidad Educativa Mocache (fiscal) también consiguió mejorar por un proceso de capacitación que se dio fuera de la jornada normal de clases, sostiene su rector, Ruber Morán. “La preparación se inició en septiembre por las tardes”, dice. Ricardo Loor, de 18 años, es uno de los bachilleres de esta institución que obtuvo 10. Cuenta que sus padres pagaron $ 20 al mes por la nivelación.

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Macías justifica que “los padres de los fiscales también están en la libertad de pagar para que con la preparación tengan más posibilidades”. La Constitución del 2008 establece la gratuidad de la educación en el sostenimiento público.

Alberto, en cambio, no pudo acceder a la carrera de Agronomía tras estudiar en la Unidad Educativa Joaquín Gallegos Lara (fiscal), en el sur de Guayaquil. “Es demasiado difícil, ya no recordaba”, afirma. El promedio global de las notas del examen de grado en este centro técnico, que no cuenta con laboratorio de computación operativo, fue de 6,84/10.

Lautaro Ayala, su rector, dice que los graduados en los colegios técnicos tienen menos posibilidad de lograr un buen resultado porque la enseñanza es más práctica. “La prueba Ser Bachiller no observa que en el tercero de bachillerato se reduce la carga horaria y se fortalece la figura profesional práctica que el estudiante requiere en los colegios técnicos”.

A ello se suma la falta de motivación en los docentes y estudiantes: “Una parte del bono que se entrega a las madres puede ir a los adolescentes con entradas al cine o viajes para los que tengan promedios desde ocho en adelante”, plantea.

Otra realidad se da en colegios particulares como el Sagrados Corazones, que alcanzó un promedio de 8,53 (satisfactorio). Miryam Simbaña, su vicerrectora, afirma que los padres de los colegios particulares tienen mayor capacidad de financiar una nivelación. A ello se suma el refuerzo interno. “En nuestro caso desde el primero a tercero de bachillerato hay una dosificación de los contenidos de la prueba”.

Los colegios públicos, en cambio, dice Simbaña, deben circunscribirse a lo que fija el Ministerio de Educación. En la preparación se debe tomar en cuenta también la criticidad de los alumnos: “Es mejor enseñar el porqué y el cómo”.

Teresa Herrera, inspectora del Hispanoamericano, en el sur de la ciudad, cree que la brecha se explica en que en los particulares hay un mayor control para que el aprendizaje se concrete. “No es cuestión de memorizar sino de saber interpretar”, añade.

El rezago, indica Max Núñez, investigador de la Fundación E.dúcate, deja su impacto en la economía: “Los aprendizajes son el corazón de la productividad”, dice en una publicación de la revista Desde el Centro.

Aunque hubo mejoras en la infraestructura de la educación pública, hay grandes diferencias entre los establecimientos, indica Luna. Son condiciones que empiezan desde los primeros niveles en las escuelas.

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentado en mayo pasado indica que el 62% de los niños escolarizados del país asisten a escuelas con agua y saneamiento y solo un 43% va a establecimientos que tienen biblioteca.

El informe resalta que hay una brecha entre los porcentajes de los niños más pobres y más ricos que asisten a escuelas con infraestructura básica. En Ecuador, solo el 41,4% de los niños del quintil más pobre asiste en el tercer año a planteles con agua y alcantarillado. Mientras que entre los niños del cuartil más rico, este porcentaje llega al 87%, según el BID. (I)

Hicimos mucho simulador, lectura rápida y comprensiva más aritmética. Había preguntas en las que te pedían que definas quién es el el receptor”.Sandy García, bachiller