Sobrevivir a un terremoto de magnitud 7,2 en el sur de México para morir poco después al desplomarse un helicóptero oficial, que evaluaba los daños tras el sismo, fue el trágico destino de 14 personas que fueron "despedazadas" por las hélices de la aeronave en Santiago Jamiltepec.

Aunque la tragedia ocurrió el viernes, muchos de los 20.000 habitantes de este poblado ubicado entre las montañas tropicales del estado de Oaxaca, cerca de la costa Pacífico, siguen estupefactos o se persignan con la cabeza gacha cuando pasan junto a los despojos del helicóptero Black Hawk que aún yacen en una gran explanada de tierra.

Las manchas de sangre siguen visibles en la escena acordonada por militares y muchas pertenencias de las víctimas, como cobijas, ropa, juguetes y sillas, están esparcidas entre los restos de la aeronave. Incluso grandes pedazos de hélices llegaron hasta el garaje de una casa aledaña.

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Este polvoriento pero despejado terreno, ubicado a pocos metros de las viviendas, fue el lugar al que numerosos pobladores se dirigieron durante las fuertes sacudidas del terremoto del viernes, que tuvo como epicentro al sudeste de la vecina población de Pinotepa. El movimiento telúrico cimbró hasta la Ciudad de México y revivió el trauma de terremotos anteriores.

Cientos de réplicas se han sucedido desde entonces, por lo que muchas familias con niños y ancianos improvisaron un campamento en la explanada para pasar aquella noche, temiendo que su casa se viniera abajo.

Cuerpos despedazados

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El silencio nocturno se rompió cuando apareció en el cielo el helicóptero en el que viajaban el ministro de Gobernación (Interior) Alfonso Navarrete y el gobernador de Oaxaca Alejandro Murat, en una misión para evaluar los daños que causó el sismo.

"Había unas 20 personas acampando", pero cuando llegó el helicóptero los pobladores "se entusiasmaron y su curiosidad los llevó a correr en masa hacia la nave", explica bajo el anonimato un mando militar desplegado en Jamiltepec.

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Leopoldo García, un habitante que escuchó el desplome desde su casa, asegura que la nave "dio varias vueltas, volaba bajito, bajito, y de repente empezó a coletear y se cayó de chingadazo (violentamente) con la hélice sobre la pobre gente. Y empezó la gritazón".

La gente entró en pánico "cuando vio que una persona está cortada, otra está con las tripas de fuera, otras sin cabeza por la hélice", asegura otro poblador que estaba en la explanada en el momento del accidente.

Las víctimas "se cortaron por la mitad" y los cuerpos "despedazados" fueron recogidos por los propios familiares, subrayó con voz baja y temblorosa este hombre, que no quiso dar su nombre por temor a represalias de los militares.

Según él, las autoridades "no quieren que se sepa la verdad" porque no quieren admitir que el helicóptero "tenía fallas".

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Los funcionarios que iban a bordo del helicóptero resultaron ilesos en el siniestro pero murieron 14 pobladores, incluidos un bebé de seis meses y una niña de 10 años. Quince personas resultaron heridas y algunas perdieron extremidades.

Consternación y también indignación

"Nosotros vinimos a ayudar a la gente, ese es nuestro trabajo, y acabó peor, en tragedia", lamentó la fuente castrense.

El ministro de Defensa, Salvador Cienfuegos, dijo el sábado a los habitantes que su cartera "asume totalmente su responsabilidad" y aseguró que sus soldados se sienten "tristes y consternados".

Pero los pobladores, que este domingo seguían enterrando a sus muertos, se sienten indignados.

"¡Con ninguna disculpa van a remediar esto!", clamó Eduardo Morales en el cementerio de Jamiltepec, tras enterrar a su primo Lauro Sánchez muerto en el accidente a los 28 años.

"Quedaron niños huérfanos, señoras viudas. Esos niños que quedaron mochos (mutilados) de los pies, ¿quién los va a mantener y sacar adelante?", cuestionó visiblemente molesto.

"Todos decimos lo mismo: ¿cómo es posible que murieran así cuando justamente se estaban resguardando del sismo?", se pregunta esta anciana, cuyo rostro cubría con un velo blanco. (I)