Es como una dosis alta de azúcar adicional en las venas, energía que a falta de actividad física se convierte en grasa. De ahí el riesgo de que la ingesta de bebidas azucaradas provoque sobrepeso u obesidad, según los especialistas. Son sustancias que ingresan al organismo y provocan una explosión de insulina producida por el páncreas. El hígado –órgano que regula las cantidades correctas de azúcar en la sangre– convierte esa insulina que sobra en grasa, a más de enviar glucosa al sistema circulatorio.

María Vanegas, jefa del Departamento de Endocrinología del hospital Luis Vernaza en Guayaquil, explica los efectos que tiene la ingesta de jugos y colas con altos contenidos de azúcar: “Hay dos picos de insulina a nivel pancreático, el primero se da al ingerir los azúcares y el otro luego de 30 minutos aproximadamente, entonces cuando nos tomamos una gaseosa le estamos poniendo una carga alta de azúcar al cuerpo... y si lo hago repetidamente desgasto al páncreas”, afirma.

Es un efecto que forma parte de un círculo vicioso, indica Luz María Valencia, profesora de la licenciatura en Nutrición de la Escuela Superior Politécnica del Litoral: “Las bebidas con altos niveles de azúcar suelen promover el sobrepeso por dos mecanismos principales, aumentando la ingesta de calorías totales del día y descompensando la regulación del hambre y saciedad”.

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La última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) publicada entre 2014 y 2015 indica que en Ecuador el 29,9% de niños de 5 a 11 años tienen sobrepeso y obesidad. Esta incidencia sube al 62,8% en la población adulta (de 19 a 59).

Verónica Guamán, de 41 años, y sus hijas: Valery, de 11, y Paola (nombre protegido), de 15, tienen sobrepeso, Y a su esposo, de 53 años, le diagnosticaron diabetes mellitus tipo II –una de las enfermedades que se forja tras una dieta malsana– hace cinco años. Desde entonces él ha tenido tres ataques al corazón que lo han puesto al borde de la muerte. Pero las bebidas azucaradas, las colas no faltan en el menú de este hogar, pese a que los médicos se las han contraindicado.

El historial de sobrepeso de esta familia se forjó ni bien Paola nació, cuenta Verónica: “Yo trabajaba y la niña quedaba con mi suegra. Ella la veía delgadita y le daba sopas, coladas, jugos a partir de los ocho meses. Le daba apetigen (vitamina b) y allí para mí se le abrió el apetito. Entonces empezó a engordar a los cuatro años”, dice.

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Ya en su adolescencia, la profesora de educación física de Paola le dijo que tenía sobrepeso, una condición contra la que lucha hasta ahora. Cuando va al supermercado se fija en el semáforo y escoge jugos en cartón que la etiqueta indica son bajos o medianos en azúcar, los que bebe en los recreos.

El Ministerio de Salud Pública (MSP) indica que en 2015 se dieron 6.817 nuevos casos de obesidad en el grupo de edad de 20 a 49 años en la zona ocho que comprende Guayaquil, Durán y Samborondón (Guayas). Este número se duplicó al llegar a 13.303, en 2016.

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La entidad hace seguimiento a ese grupo de edad porque son los que tienen mayor prevalencia de diabetes. “Tienen hasta un 81,1% de posibilidad”, dice Álex Benavides, nutricionista y analista zonal de promoción de la salud del MSP.

“El sobrepeso y la obesidad son precursores para muchas enfermedades, entre esas están las enfermedades crónicas no transmisibles. La OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda cinco cucharaditas de azúcar al día que son 28 gramos (g). Una sola gaseosa de 600 mililitros (ml) tiene aproximadamente doce cucharadas”, agrega Benavides.

Semáforo para alertar

En noviembre de 2013 se expidió el Reglamento Sanitario Sustitutivo de Alimentos Procesados para el Consumo Humano que obliga a las empresas a etiquetar sus productos con un semáforo.

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Para el caso de las bebidas azucaradas, el MSP indica que el amarillo ya contiene 2,5 g de azúcar en 100 ml del producto hacia arriba. Los que tienen rojo significa que tienen igual o más de 7,5 g por cada 100 ml.

Pero los especialistas recomiendan no consumirlas. Vanegas da sus razones: “Son azúcares de fácil absorción... En la dieta diaria ya ingerimos azúcares menos procesados como el arroz, pastas, el cuerpo no necesita gaseosas”, afirma.

Dentro de este grupo también se encuentra el jugo natural de frutas que en Ecuador se consume por lo general en las tres comidas del día. La Academia Estadounidense de Pediatría recomendó en una guía publicada el 22 de mayo pasado que los niños menores de 1 año no deben tomarlo: “Recomendamos la lactancia materna (exclusiva)”, dice Steven Abrams, coautor del informe. Esta sugerencia se deriva del aumento de los índices de obesidad y de caries, señala el documento.

Según la Ensanut, el 55% de los bebés ecuatorianos de 0 a 6 meses de edad ya toman líquidos diferentes a la leche materna mientras crecían en ese rango de edad, lo que “expone al niño a riesgos innecesarios de enfermar”, dice el documento.

Entre las bebidas está la leche de fórmula (56,2%), agua aromática (21,9%), sopa (21,2%), colada (12,6%), jugo natural (11,9%), leche en polvo (7,3%), yogur (3,7%) y bolos, gaseosas y fresco solo (1,4%).

Benavides dice que si una mamá da lactancia materna exclusiva a su hijo durante sus primeros seis meses de vida, este tiene un 10% de posibilidad de no tener sobrepeso y no ser adictivo a bebidas azucaradas.

En Ecuador, hay una variedad de frutas a muy bajo precio, dice Vanegas, pero aún así: “No se recomienda consumirla en jugo, sino en pedazos para no perder la fibra y su absorción sea más lenta y mejor”.

Bebidas azucaradas, el peligro

Los especialistas concuerdan que el consumo excesivo de bebidas azucaradas se ha relacionado con enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, cáncer, osteoporosis, accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, desnutrición: “El problema está en el abuso, mientras menos las consumamos mejor... Ninguna bebida debe reemplazar la ingesta de agua”, dice Valencia.

Las enfermedades isquémicas del corazón (5.064), la diabetes mellitus (4.566), las cerebrovasculares (4.105) y las hipertensivas (4.380) fueron las cuatro principales causas de muerte en 2015. En estas tienen prevalencia los hábitos alimenticios, según la OMS. El organismo recomienda la imposición de impuestos para reducir la ingesta de alimentos con alto contenido de azúcar y grasas como parte de las políticas de prevención, así como controlar el consumo de tabaco, alcohol y erradicar el sedentarismo.

La probabilidad de muerte por estas causas sube con la edad. El 88% (15.899 defunciones) de los fallecidos (18.115) tenían 50 años o más en 2015.

Bonifacio Marcillo, de 66 años, reconoce que sus hábitos alimenticios ocasionaron que le detectaran diabetes tipo II hace once años: “A mí me encanta el dulce, el arroz, los fideos, los carbohidratos y como nunca he sido gordo o tenido sobrepeso creo que abusé y estas son las consecuencias”. Él se realiza controles médicos en el hospital Luis Vernaza, pero reconoce que no se cuida: “Muy poco hago dieta, tomo gaseosas de vez en cuando, como pocas ensaladas. Estoy consciente de aquello y lo que pueda generar como posibles amputaciones o un coma diabético”, indica.

También asegura que subir el precio de las bebidas con azúcar no cambiará el gusto de la gente por ellas: “Lo que se debe hacer es más campañas para que se comprendan los riesgos de no cuidarse”. (I)