Carlos Sánchez (56), un migrante procedente de Baños (Tungurahua), inició el taller de reparación y mantenimiento de maquinaria para soldar en la década del ochenta cuando el trabajo era manual. Al llegar a Guayaquil buscó primero trabajo en fábricas. Recuerda que dejó alrededor de 40 hojas de vida, pero de ninguna lo llamaron.