El albergue, denominado exaeropuerto, acoge a 1.300 personas en la antigua terminal aérea Reales Tamarindos. Estas personas están en 150 carpas, pero “existen 50 carpas desocupadas, por lo que invitamos a los afectados que estén en refugios temporales que vengan acá, porque esto no es un albergue, es un campamento transformado en una pequeña ciudad”, señala el coronel Fabricio Varela, militar a cargo.

Las carpas son las de Acnur (Agencia de la ONU para los Refugiados). Son cuatro divisiones en su interior, provistas de luz, agua, colchones y en algunos casos hasta con televisores plasma, de propiedad de las familias que pudieron recuperar sus enseres en buen estado luego del terremoto de 7,8 grados del 16 de abril.

Para organizar a las 150 familias hay once oficiales, que reportan a Varela. A ellos se suman unos 80 voluntarios, entre los que están incluidos médicos y psicólogos, y dos chefs, el matrimonio de Mauro Guillón e Irene Suárez, que han prestado antes su servicio a unidades del MIES, en Manabí.

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El servicio de comida está más organizado que antes, cuenta Suárez. El desayuno se da de 07:30 a 10:00. El almuerzo, de 12:30 a 15:30; y la merienda de 17:30 a 20:30.

Sin embargo, Suárez espera más colaboración de la misma comunidad de afectados. “Poco a poco los vamos involucrando para que ayuden. En los primeros días se les enviaba la dotación en unos carritos, ahora ya se acondicionó un comedor con una especie de self service para que cada uno se sirva”.

Suárez admite que con relación a los primeros días, las condiciones han mejorado. (I)