Unos hablan que es el olor que se desprende de los cadáveres en proceso de descomposición que están debajo de las centenas de edificaciones caídas en la ciudad. Otros, en cambio, señalan que el fuerte hedor llega de aguas empozadas, basura no recogida y alimentos que empiezan a dañarse dentro de las casas destruidas y de las casas en pie que no poseen energía eléctrica, ni agua potable.