Incierto ante las múltiples posibilidades que se barajan para evitar abrir un periodo de inestabilidad política si ningún partido logra pactar alianzas para formar un gobierno. Así está el mapa legislativo de España tras el revés electoral que el tradicional bipartidismo sufrió el pasado 20 de diciembre, cuando dos jóvenes partidos, el antiliberal Podemos y el centrista Ciudadanos, acapararon un porcentaje de las curules que por tradición ocupaban el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Unos 34,6 millones de electores eligieron 350 diputados y 208 senadores en las duodécimas elecciones generales desde los primeros comicios democráticos en 1977. Como sugerían los sondeos, el PP (centroderecha) fue el más votado con 123 diputados (28,72%), a pesar de haber presidido España en medio de una de las más severas crisis económicas, herencia de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), del PSOE, y de José María Aznar (1996-2004), del PP. Su principal opositor, el PSOE, liderado por Pedro Sánchez, logró 90 curules (22,01%). Con 69 escaños (20,66%) Podemos se consolidó como la tercera fuerza política y Ciudadanos, como cuarta con 40 diputados (13,93%).

Entonces el Parlamento dejó de ser rojo y azul, los colores que simbolizan a ambos partidos de tradición. Desde 1982, el PP y su rival socialista PSOE se alternan en el poder en este país de casi 47 millones de habitantes.

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Tras un intento de golpe de Estado en 1981, España vivió 21 años de socialismo y luego 12 años de la derecha. Su panorama político adquirió un tinte morado cuando a principios del 2014 se fundó Podemos, dirigido por el profesor de Ciencias Políticas Pablo Iglesias, partidario de las políticas de gobiernos del llamado socialismo del siglo XXI como lo son el de Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Un poco más tarde se coló el naranja de Ciudadanos, liderado desde 2006 por el abogado Albert Rivera y que comenzó a surgir a finales del 2014 a nivel nacional, aunque su peso no sea el mismo que el de Podemos, cuyos orígenes se remontan precisamente al 2011.

Fue el año en que Rajoy comenzó a gobernar a una España sumida en la crisis que nació de la conjunción del estallido de la burbuja inmobiliaria con la debacle financiera del 2008 y que causó que el electorado rechazara al heredero de Rodríguez Zapatero (Alfredo Pérez). Las medidas de austeridad implantadas desde 2010 como la congelación de las pensiones, retraso de la edad de jubilación, reducción en salarios y la tasa de desempleo que se disparó hasta el 27% en 2013 (al tercer trimestre del 2015, había 4,85 millones de desempleados) solo sirvieron para aumentar el descontento.

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Descontento que llegó a las calles de Madrid en 2011 con los ‘indignados’ al grito de “¡No nos representan!”. En una entrevista al medio estatal El Ciudadano en septiembre del 2014, a propósito de su participación en el Encuentro Latinoamericano Progresista organizado por el movimiento oficialista Alianza PAIS, Íñigo Errejón, secretario político de Podemos, explicaba que aunque este no se reclama una expresión política de los indignados, sin esa “masiva politización de gente corriente, Podemos no habría existido”.

Errejón exaltaba, además, que sin ese movimiento no se habría dado un cambio “que ponga a las instituciones al servicio de las necesidades de la gente”. Estas –decía– estaban secuestradas y al servicio de “unas pequeñas élites”. Según ‘El mapa de la corrupción en España’, de diario El Mundo, el 50% de los casos se asocia al PP y el 30% al PSOE. Con datos hasta fines del 2014, en general, de los 483 políticos implicados, 82 habían sido condenados y 28 están en prisión.

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En su libro El método Podemos: marketing marxista para partidos no marxistas, publicado en mayo, David Álvaro y Enrique Fonseca explican que con Podemos España entró a un nuevo escenario, con nuevas claves y una nueva forma de estructurar los discursos. “Antes, la alternativa ante una mala gestión del Gobierno era obvia: votar por el partido de la oposición”. Desde su irrupción en la política, señalan, Podemos creó un mensaje: justificar por qué hay que votarles.

Esto, en un país en el que transcurrieron 20 años para que la clase política se volviera a situar entre las principales preocupaciones de los ciudadanos (en 1995 estaba por detrás del terrorismo de ETA), en parte por el “aire fresco” que representa Podemos y que dejó de ser la centroderecha. Para el analista y doctor en Ciencias Políticas Simón Pachano, el desgaste del bipartidismo respondería a un proceso natural por el paso del tiempo, al descontento por la crisis económica o al “movimiento de insatisfacción general en Europa con la política, con los políticos”.

Esa insatisfacción, aunque se reflejó en las urnas, mantiene un panorama incierto en España. Esta semana, desde el PP se asumió la posibilidad de una repetición de las elecciones generales como “el escenario más viable”. En tanto que Pedro Sánchez dijo que si Rajoy no logra formar Gobierno, el PSOE intentará “una gran coalición de fuerzas progresistas” para “liderar el cambio”, aunque no desveló cómo están las negociaciones con otros partidos.

Para armar Gobierno se necesita el respaldo de la mayoría absoluta: 176 diputados. Considerando su comportamiento durante la campaña electoral, Pachano cree que el reto de Podemos será demostrar que es un partido responsable, que busca fortalecer la democracia. En el camino hacia la búsqueda de escaños, dice, Podemos pasó de una fase “muy al estilo chavista” a otra en la que moderaron su discurso atrayendo a quienes la veían como una agrupación “radical”, para luego retomar su estilo inicial: “el chavismo”.

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José María Burgaleta, portavoz de Podemos Ecuador, sostiene que aunque el objetivo de Podemos es construir una nueva ética política a través del diálogo, no cederán ante “lo anterior”, lo que “no funcionaba”.

La costumbre española es que el monarca invite al ganador de la elección a formar un gobierno, pero el rey Felipe VI también puede nominar a la coalición de otros partidos que reunieron menos votos si pueden ofrecer una opción más estable. El líder del partido nominado debe ganar el voto de confianza en el Parlamento para ocupar el puesto. Si el tema no se resuelve en dos meses, se convoca a una nueva elección. (I)

Si no nos confundimos y podemos constituir un Gobierno de amplia mayoría, creo que podemos tener una etapa de cuatro años de estabilidad”.Mariano Rajoy