“Es un vector fenomenal de enfermedades”, dice el doctor Mark Sklansky, jefe de cardiología pediátrica del Hospital de Niños Mattel, de la Universidad de California (UCLA). En 2014 escribió un artículo junto a otros colegas, alegando que el apretón de manos en entornos médicos puede propagar patógenos y virus.
Pronto hubo otro artículo negando su teoría. Dar la mano ayudaba a mantener el frágil vínculo médico-paciente, era irremplazable, y bastaba con lavarse las manos. “Mucha gente se rio de la idea”, dice Sklansky. “Pero ya no”.
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El estrechón de manos es solo una de las formas de contacto que tuvimos que archivar durante la pandemia por coronavirus, junto con los abrazos, el high five y los apretones de hombros. Y aunque la gente busca reconstruir sus interacciones sociales a lo que eran, algunas formas de contacto físico desaparecerán en buen grado, incluso si logramos tener la pandemia bajo control.
Y mientras unos se deciden a abandonarlo y otros no pueden olvidar la costumbre, las interacciones en persona están volviéndose un poco incómodas. Como en el juego de piedra, papel o tijera, uno extiende una mano abierta y otro le responde con el puño.
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Por qué nos tocamos: estrategia y desestrés
Tocar a conocidos y extraños sirve a un propósito evolutivo, al parecer. El lenguaje es la manera más obvia de hacer nexos con otros, pero el toque “hace aliados y los conserva”, dice Juulia Suvilehto, investigadora de vínculos sociales de la Universidad Linköping, en Suecia.
El toque reduce la agresividad, dice Tiffany Field, directora del Instituto de Investigación del Tacto de la Universidad de Miami, quien comenta que ha visto declinar tanto el toque social en la sociedad estadounidense que tendrá que buscar otro campo de estudio.
Ya anteriormente, el abrazo social cayó en desuso a partir de los escándalos del #MeToo. Los teléfonos inteligentes, opina Field, se encargaron del resto. Hace un año, ella y su equipo observaron a la gente en la puerta de salida de los aeropuertos y anotaron cuántas veces se tocaban. Esperaban ver personas tomadas de la mano o abrazadas. “No vimos eso, incluso entre parejas y familias que viajaban juntas. Todos estaban en sus teléfonos, mirando, tipeando y jugando.
Field no cree que el toque social regrese pronto, pero espera algo diferente entre las familias que están pasando más tiempo en casa. El contacto físico bienvenido es bueno para la salud, reduce el estrés y activa la liberación de oxitocina, la “hormona del amor”.
“Es señal de confianza y cooperación”, dice Sanda Dolcos, jefa de uno de los laboratorios de investigación en neurociencias de la University of Illinois. Incluso ver cómo otros se dan la mano activa los centros de recompensa del cerebro.
Ella cree que el saludo no desaparecerá, pero sí cambiará. La gente guardará sus apretones de manos y abrazos para los más cercanos y de confianza, y desarrollarán nuevos protocolos para los demás.
¿Cuál será el remplazo? Por el momento no hay consenso, y por eso vemos una serie de gestos que no siempre coinciden y nos dejan confundidos: alguien ofrece el codo, el otro el puño cerrado.
Tres formas de saludo deseables y aceptables
El doctor Sklansky, por su parte, es optimista sobre nuestras opciones de interacción social. En 2017 condujo un experimento en dos de las unidades de terapia intensiva neonatal del hospital en que trabaja. Estableció zonas libres de apretones de manos, con señalética y mensajes que animaban al personal a usar otras formas de saludo. Un tercio de los aludidos se resistió, escribió Sklansky en su reporte. Específicamente, los médicos, y específicamente, los hombres.
Creo que no deberíamos darnos la mano nunca más, para ser honestos. No solo sería bueno prevenir el coronavirus, sino que probablemente disminuiría dramáticamente la influenza.
Anthony Fauci
Pero casi todas las familias de los pacientes estuvieron a favor. Menos del 10% dijo que querían darle la mano a su médico. La gran mayoría prefería el contacto visual, una sonrisa y ser llamados por su nombre. En vista del auge de la telemedicina, estos tres gestos no suenan para nada mal.
Menos contacto, más palabras
Desde el punto de vista de Suvilehto, la pandemia y la virtualidad nos dejan el desafío de aprender a verbalizar pensamientos, sensaciones y emociones que normalmente transmitiríamos con un toque –lo cual puede sonar extremo para personas que tienen un estilo kinestésico, orientado al tacto y al movimiento–. “Pero la otra posibilidad es que la gente simplemente dejará de comunicar sus emociones”.
Sklansky, por su parte, está encantado de tomar la ruta de las palabras. “Cuando la gente extiende la mano, le digo: Escuche, preferiría no darnos la mano. Creo que no es una buena idea por varias razones. Y le explico por qué, y les hablo de mi investigación”, dice. “La gente sonríe y piensa que es algo raro. Pero creo que con el tiempo, se acostumbrarán”.
No todos extrañan el apretón de manos
Rob Brooks, autor del libro Intimidad artificial (amantes digitales, amigos virtuales y casamenteros algorítmicos), cree que no hay que retener este saludo solo porque sea una tradición. “El progreso requiere dejar atrás ciertas tradiciones como leer las entrañas de animales, el matrimonio infantil o los sacrificios humanos”, ironizó en un artículo de abril de 2020.
La costumbre surgió, tal vez, en la antigua Grecia en el siglo V a. C. Pero ya en el siglo XI, los estudiosos islámicos estaban preocupados por la transmisión de gérmenes. Esta teoría no fue aceptada por la generalidad hasta fines del siglo XIX. “Nuestros ancestros pasaron la mayor parte de la historia humana sin idea de dónde venían las enfermedades”, trae a memoria Brooks. “Y no captaban la magia salvavidas de lavarse las manos con jabón”.
El aspecto social era mucho más importante también entonces. Al darse la mano, en vez de hacer una venia o una genuflexión, ambas partes se decían iguales y en confianza suficiente como para no portar armas, según describe el historiador británico Robert Hume.
Tal vez por esto, dice Brooks, el apretón de manos será muy extrañado en el área laboral. Los líderes y gente de negocios se ha apoyado mucho tiempo en este gesto para establecer confianza, pero también para leer, en su firmeza y calidez, la personalidad y el valor de un socio o empleado.
Pero a los 20 años del siglo XXI, hay razones más fuertes para dejarlo. Y no solo la crisis sanitaria, enfatiza Brooks. “El movimiento #MeToo demostró que a mucha gente nunca le llegó el memo sobre el contacto físico no deseado. El apretón de manos no debería proveer camuflaje para esto”.
Y sí, no todo el mundo tiene un apretón fuerte, ni a todos les gusta que les estrujen la mano. “No todos quieren que los toques, ni tocarte. El coronavirus les dio a estas personas una razón más para evitarlo. Cuando salgamos del distanciamiento social, recordemos esto”.