Puede llamarlo como desee. escarabajo, pichirilo, peta (en Bolivia), fusca (Brasil, Uruguay y Paraguay), cucaracha (Guatemala y Honduras), poncho (Chile), vocho (México), bolillo (Puerto Rico), cepillo (República Dominicana)… Pero el nombre más apropiado sería Volkswagen Tipo 1, que debido a su curiosa forma redondeada y compacta provocó que The New York Times fuera el primero en rebautizarlo con el apodo Beetle (escarabajo en inglés), en un artículo publicado el 3 de julio de 1938 a propósito de su lanzamiento ese año.

Sin embargo, a pesar de tantos curiosos apelativos, Xavier Rivadeneira, comerciante de 58 años, prefiere llamarlo “limosina” producto de la “travesura” de transformar su tradicional Volkswagen del año 57 en un elegante y largo vehículo con tres hileras de asientos. ¡Todo un imán de miradas! “Compré el carro para arreglarlo. Era pequeño, normal. Al darme cuenta de que requería demasiado trabajo se me ocurrió ir más allá: cortarlo y extenderlo”. Así también podría alquilarlo para recepciones de matrimonios y quinceañeras, ya que tiene un salón para eventos.

The Beetle Clan Guayaquil, club que reúne a propietarios de ese modelo de Volkswagen que han llevado su admiración por esos vehículos a un nivel de sano fanatismo. Esta limosina adaptada es de Xavier Rivadeneira (i). Foto: Moisés Pinchevsky. Foto: El Universo

Dos años ha durado esa transformación –y continúa–, lo cual ha dado como resultado uno de los vehículos más singulares dentro de The Beetle Clan Guayaquil, club que reúne a propietarios de ese modelo de Volkswagen que han llevado su admiración por esos vehículos a un nivel de sano fanatismo. Se autodenominan volcheros. “Somos aficionados a la marca, a estos carros, a su forma. Cuando quieres modificarlos hay tantas cosas que puedes hacerles. Es una mecánica muy sencilla, sin mayor tecnología, pero muy buena. Es un carro muy versátil”.

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Rivadeneira es uno de los socios fundadores de esa agrupación que nació en el 2007 con un grupo de amigos entusiastas que semanalmente tenían la costumbre de reunirse en el parqueadero frente al Mi Comisariato de la ciudadela Urdesa para comentar sobre las adecuaciones que les habían hecho a sus automóviles. Y desde el 2013 se volvió una asociación inscrita legalmente que hoy suma unos 50 miembros, de los cuales mínimo una veintena se reúne cada jueves en el parqueadero del Banco Bolivariano de ese mismo barrio norteño, contiguo al parque Jerusalén.

The Beetle Clan Guayaquil, club que reúne a propietarios de ese modelo de Volkswagen que han llevado su admiración por esos vehículos a un nivel de sano fanatismo. Foto: Moisés Pinchevsky. Foto: El Universo

Creatividad austriaca

La reunión se pone mucho mejor cada 22 de junio, considerado desde 1995 el Día Mundial del Escarabajo. El surgimiento de esa efeméride fue por iniciativa del brasileño Alexander Gromow, un aficionado de ese modelo de Volkswagen, quien en consenso con varios clubes mundiales del escarabajo escogieron esta fecha, ya que el 22 de junio de 1934 se firmó el contrato entre la asociación de la industria alemana del automóvil y el ingeniero austriaco Ferdinand Porsche, genio del diseño automotor a quien se atribuye la invención de ese modelo.

Ingeniero Ferdinand Porsche, creador del Escarabajo de Volkswagen. Foto: newsroom.porsche.com. Foto: El Universo

Su nacimiento evoca a un personaje terriblemente oscuro. La historia narra que Adolfo Hitler, entonces canciller de Alemania, solicitó a Porsche la creación de un auto que pueda satisfacer las necesidades de transporte del pueblo germano. Debía ser un vehículo económico, fácil de mantener y con capacidad para cinco pasajeros, el cual permitiría aprovechar la buena red de caminos en ese país europeo.

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Así Porsche desarrolló el primer prototipo del Volkswagen Tipo 1, vehículo de dos puertas con motor trasero que se enfría por aire (no requiere agua) y tracción trasera, que podía obtenerse con carrocería descapotable. Tanto éxito generó que el fabricante alemán Volkswagen lo produjo desde 1938 hasta 2003 (hasta 1978 en Alemania y desde entonces en países como Brasil y México), siendo el automóvil con más tiempo de producción en la historia, sumando más de 21 millones de unidades vendidas.

The Beetle Clan Guayaquil, club que reúne a propietarios de ese modelo de Volkswagen junto al parque Jerusalén, Urdesa. El motor de estos vehículos se ubica en la parte trasera. Se enfría por aire, no necesito agua. A la izquierda vemos el carro más antiguo del club: modelo alemán 1955 de Jaime Escudero. Foto: Moisés Pinchevsky. Foto: El Universo

Lealtad desde la adolescencia

Esa popularidad ha generado también la aparición de clubes como The Beetle Clan Guayaquil. Su actual presidente es Jaime Escudero, abogado de 62 años, quien en 1984 compró su primer escarabajo en 80.000 sucres cuando era estudiante universitario de tercer año en Jurisprudencia, por lo cual ese modelo alemán de 1955, color negro, se ha convertido en un compañero fiel hasta la actualidad, por lo cual es el modelo más antiguo dentro de esa agrupación. “Aprendí a manejar en ese carro. Allí paseaba con mi señora cuando éramos enamorados. Mis hijos también aprendieron a manejar en ese carro; es parte de la familia. Tenemos tantas historias allí”, señala como ejemplo de buena parte de estos socios, que adquirieron su primer Pichirilo cuando eran adolescentes. “Hoy tengo dos escarabajos y una furgoneta combi. Los volcheros generalmente tenemos más de un Volkswagen”.

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The Beetle Clan Guayaquil, club que reúne a propietarios de ese modelo de Volkswagen que han llevado su admiración por esos vehículos a un nivel de sano fanatismo. Volksrod de Fausto Contreras, contador de 39 años. Foto: Moisés Pinchevsky. Foto: El Universo

Fausto Contreras, contador de 39 años, es también volchero. Su admiración a la marca lo llevó a modificar su Volkswagen 1974, pero al estilo hot rod; es decir, para convertirlo en una especie de carro de carreras, pero que en esta marca se denomina Volksrod. Estos generalmente no tienen guardafangos y desplazan los ejes delanteros para tomar una apariencia más aerodinámica. “Lo compré en el 2018… Quería que mi carro sea distinto, único, para darle cierto look diferente al que tienen los clásicos”. Un motor más grande y potente, llantas robustas, techo más bajo, moderno panel de controles y puertas abatibles hacia atrás lograron aquello que Fausto deseaba: que su carro atrape las miradas por donde quiera que circule, porque no existe otro igual. “Los Volkswagen se prestan para hacerles lo que tú quieras… Comencé este proceso en el 2019 y he venido haciéndolo poco a poco, porque es muy caro”.

Invertir por la alegría

Una buena intervención puede superar los $ 10.000, es decir, costar más del valor en el mercado del propio carro. Pero lo hacen motivados por sentimentalismo puro, por la sensación orgullosa de que forman parte de una cultura que trasciende a todo el mundo, por ello hay clubes similares en diversidad de países. Y en Ecuador operan también en ciudades como Cuenca, Loja, Machala y Quito, por lo cual dos veces al año organizan encuentros nacionales a los cuales acuden a mostrar sus vehículos.

Este fanatismo también involucra a las mujeres. Andrea Cuevas, auditora interna de 43 años, tiene su escarabajo desde hace más de quince años. “Me gusta la marca, el estilo. Incluso hace poco le hice una renovación y lo dejé todo clásico. Lo desarmé completamente. Lo dejé en esqueleto. Fue un trabajo de cuatro meses y medio. Dedicándole tiempo y dinero. Estuve pendiente de todo el proceso, cada día”.

El mítico minibús Combi de Volkswagen fue el utilitario fetiche de los hippies en los años 60.

Un Volkswagen puede funcionar como aquel lienzo sobre el cual se cumplen las fantasías de los adultos admiradores de esa cultura que en los años 60 estuvo muy ligada al movimiento hippie, a la libertad, según destaca Luis Sandoval, quien hace dos años cumplió su deseo de comprar un Pichirilo de 1973, al cual inmediatamente le reparó el motor y le cambió todo el tapizado. “Ahora está como nuevo; lo uso a diario... tengo otro carro nuevo, pero me gusta este; es un estilo de vida”, dice este socio que también tiene un Volkswagen modelo combi del 67.

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La transformación también fue completa en el carro de Omar Jaramillo Rivas, administrador agrícola de 62 años, quien en el 2013 compró su primer Volkswagen y desde entonces es su carro favorito, junto con una combi pintada con estilo hawaiano, con aerógrafo. En el escarabajo reparó el motor, cambió todo el sistema eléctrico, importó accesorios desde Los Ángeles (California); en fin, invirtió más de $ 10.000 en un carro que solo le costó $ 3.000. Y para que siga luciendo como nuevo suele taparlo con un cobertor para protegerlo del sol, el polvo y la lluvia. “Nadie va a pagarme $ 13.000 por mi escarabajo. Pero la satisfacción que tengo al manejarlo, al verlo cómo atrapa miradas, eso no tiene precio”. (I)