Después de casi dos años de incertidumbre, un equipo de investigadores ha logrado descifrar la enigmática fuente de una serie de ondas sísmicas que recorrieron el mundo en 2023.

Cada 90 segundos, durante nueve días consecutivos, la Tierra fue sacudida por un patrón sísmico que desconcertó a la comunidad científica internacional.

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Pero gracias a innovadoras imágenes satelitales, el misterio ha sido resuelto: gigantescos megatsunamis escondidos en un remoto fiordo de Groenlandia fueron los responsables de este inusual fenómeno.

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Según un reciente estudio publicado en la revista Nature Communications, las colosales olas se originaron tras el derrumbe de una enorme ladera montañosa, impulsado por el retroceso de un glaciar afectado por el calentamiento global.

Olas colosales

El desprendimiento desplazó alrededor de 25 millones de metros cúbicos de roca y hielo hacia el fiordo Dickson, ubicado en el este de Groenlandia. Este evento generó impresionantes muros de agua, uno de los cuales alcanzó los 200 metros de altura.

Las olas no se disiparon rápidamente. En lugar de ello, se mantuvieron en movimiento atrapadas dentro del fiordo, rebotando de un lado a otro como si se tratara de una gigantesca bañera.

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Este vaivén, conocido como “seiche”, produjo las enigmáticas señales sísmicas que recorrieron el planeta durante nueve días.

Sin embargo, a pesar de la magnitud del evento, ni siquiera un buque militar danés que se adentró en la zona tres días después del primer sismo logró detectar anomalías visibles en el agua.

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Detectado con imágenes satelitales

La clave para resolver el enigma llegó de la mano del satélite Surface Water and Ocean Topography (SWOT), lanzado recientemente con el objetivo de monitorear las masas de agua del planeta.

Este satélite, equipado con una herramienta de alta precisión llamada Interferómetro de Radar de Banda Ka (KaRIn), logró captar detalles que las tecnologías anteriores no podían registrar, especialmente en áreas confinadas como los fiordos.

Gracias a KaRIn, los científicos detectaron movimientos contrarios en las pendientes del fiordo, evidencia clara del fenómeno de rebote del agua.

Al combinar esta información con registros sísmicos, condiciones climáticas y datos de mareas, fue posible reconstruir lo ocurrido y confirmar la conexión entre los seiches y las señales sísmicas globales. (I)

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