Si conversamos en medio de un bombardeo de voces, música y ruido, el cerebro es capaz de entender el discurso de nuestros interlocutores. “Crecemos escuchando decenas de miles de discursos, de modo que nuestro cerebro crea una especie de mapa conceptual de la probabilidad de que un movimiento de la boca y un sonido vayan juntos”, dice Michael Beauchamp, profesor en el Departamento de Neurociencia del Baylor College of Medicine.