La influenza H3N2, conocida popularmente como la “supergripe” por la intensidad de sus cuadros respiratorios, se ha convertido en una de las variantes estacionales más comunes y agresivas.
Sus síntomas suelen aparecer de forma repentina y pueden afectar seriamente el bienestar del paciente durante varios días.
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Síntomas y riesgos de la gripe H3N2
Entre las señales más frecuentes se encuentra la fiebre alta, generalmente superior a los 38 °C, acompañada de tos seca persistente que, en muchos casos, puede extenderse hasta por dos semanas.
También son habituales el dolor de garganta, los dolores musculares y corporales, la fatiga severa, el dolor de cabeza, la congestión o secreción nasal, además de escalofríos y episodios de sudoración.
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Aunque la mayoría de las personas se recupera en alrededor de una semana sin necesidad de hospitalización, la H3N2 es capaz de generar complicaciones graves, especialmente en personas vulnerables.
Entre estas se incluyen neumonía bacteriana, infecciones de oído, infecciones de los senos paranasales y el empeoramiento de enfermedades crónicas, como asma, diabetes o insuficiencia cardiaca.
Los niños menores de 5 años, los adultos mayores de 65, las mujeres embarazadas y quienes padecen enfermedades crónicas del corazón, pulmones, riñones, hígado o trastornos metabólicos y hematológicos tienen un mayor riesgo de presentar complicaciones.
El virus H3N2 es un subtipo de la influenza A y uno de los más estudiados por su capacidad de mutar y causar temporadas de gripe especialmente intensas.
Su nombre proviene de dos proteínas de superficie: la hemaglutinina tipo 3 (H3) y la neuraminidasa tipo 2 (N2), claves en su comportamiento y facilidad de transmisión.
Ante la presencia de síntomas, especialistas recomiendan acudir a un profesional de salud, evitar la automedicación y mantener reposo, hidratación y aislamiento para prevenir contagios.
La detección temprana y el tratamiento adecuado siguen siendo esenciales para reducir los riesgos asociados a esta “supergripe”. (I)