Hay tres condiciones básicas que permitirían hablar de un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en un niño. Estas son la atención dispersa, la inquietud y la impulsividad. Son los síntomas primarios.
Los niños evaluados se dividen en quienes tienen atención dispersa solamente y quienes tienen, además, hiperactividad e impulsividad.
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La doctora Catina Solano Mosquera, médico y psiquiatra de niños y adolescentes, explica que el diagnóstico oportuno del trastorno ocurre a partir de que el niño entra a la etapa escolar, en que ya ha pasado por su primera etapa de crecimiento y desarrollo.
Y si se detecta ya en la adolescencia, se añade un cuarto síntoma: los cambios en el estado de ánimo.
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El diagnóstico, afirma la doctora Solano, es interdisciplinario. “No desde un solo punto de vista. Se pide evaluación psicológica, psiquiátrica y neurológica. De acuerdo a eso, se determinan las necesidades del niño, en las cuales se debe trabajar”. Así se toman decisiones, por ejemplo, la terapia farmacológica.
¿Hay un factor genético en el TDAH?
En esta condición del neurodesarrollo se habla de factores genéticos y ambientales. “Cuando uno hace la historia clínica, investiga si hay antecedentes dentro de la familia con este tipo de síntomas, en los padres o familiares directos. Y, por supuesto, se van investigando también las comorbilidades, como los síntomas emocionales”, dice Solano.
Las comorbilidades más frecuentes en los niños con trastorno de atención puro son los problemas de aprendizaje. Aquí es necesaria la intervención pedagógica. Y si un niño tiene el trastorno de atención asociado a hiperactividad motora o impulsividad, entonces se piensa también en que hay un trastorno de conducta.
“Cuando llegamos a la adolescencia, la hiperactividad cede, pero se mantiene la impulsividad y se agregan los síntomas emocionales”, agrega la especialista. Esto sucede cuando los niños han pasado por situaciones de mucha represión y llamados de atención, de un manejo que no ha sido el más acertado.
Hay que buscar alternativas en oposición a la represión y al castigo. “Lo más adecuado es que los niños vean una disciplina firme y clara, nunca con gritos ni malos tratos”, advierte la psiquiatra, porque ellos, al no tener una autorregulación adecuada, intentan constantemente hacer lo que quieren.
Una disciplina firme empieza por el ejercicio físico regulado. “Esto ayuda muchísimo a darle un buen sistema de contención”. El uso de los medicamentos también entra en este apartado. “Es muy penoso ver niños que no han sido manejados de una manera correcta cuando llegan a la etapa de la adolescencia. No tienen relaciones sociales adecuadas y no son aceptados por los compañeros; no obedecen, a pesar de recibir llamados de atención recurrentes, tanto en casa como en la escuela”.
La suma de la farmacología (si se requiere), un deporte estructurado, una disciplina sostenida y un buen ambiente familiar da al niño un buen pronóstico. “Si vamos restando estas intervenciones, el pronóstico se hace un poco más complejo”.
Síntomas que aparecen en la preadolescencia
Un tema muy actual es que algunos niños pueden presentar síntomas de TDA o TDAH a partir de los 11 años, en la preadolescencia. Han podido sostener un periodo de atención estable durante la etapa escolar, pero luego hay muchos cambios en el pensamiento.
“El pensamiento también crece, no solamente el físico; hay cambios desde el punto de vista emocional y cognitivo”, indica la médica. “Cuando nos encontramos con esto, es necesario evaluar y confirmar o descartar si el niño tiene alguna condición de un déficit de atención”.
Esto involucra también a la escuela. Cuando los niños tienen alguna dificultad cognitiva, se benefician del trabajo coordinado y la supervisión. Solano no habla de atención especializada, pues dice que de eso no se trata, sino de un manejo acertado, en el que los profesionales den pautas a los profesores y estos den retroalimentación a quienes están trabajando con el niño, para que este pueda seguir avanzando.
¿Qué más puede hacer la escuela?
La escuela puede asegurarse de que el niño haya sido evaluado, para que los profesores sepan lo que está pasando. Así podrán dar un poco más de tiempo a los niños para cumplir con asignaciones y tareas. “Hay que darles pautas y señales para que empiecen a trabajar”. Por ejemplo, no darles una tarea para mañana, sino ampliar el plazo a dos días, y cerciorarse de que el compromiso se cumpla.
“A veces, los niños con trastornos de la atención no llegan a ser perseverantes; se aburren fácilmente. Se les da tiempo, se los ubica en la parte delantera del salón para que estén más atentos”. Y no se los estigmatiza, advierte Solano. Ellos no necesitan una atención diferente, sino una guía y conversaciones que los orienten.
Un poderoso elemento es el ejemplo. “La perseverancia la enseñan los padres. El aprendizaje del deporte también la da. Lastimosamente, estamos en una sociedad complaciente. Un niño entró a un deporte y al mes ya no quiso, no le gustó, se cansó o los padres no tienen tiempo para llevarlo. Pero cuando uno es perseverante, los logros son maravillosos”.
La disciplina es un gran estructurante del sistema nervioso, según indica la doctora Solano. “Un niño con una buena estructura familiar se va autorregulando, va madurando y va saliendo adelante con sus propios recursos”.
Esta disciplina debe ser directa y cara a cara. Trate de que su hijo comprenda lo que le está diciendo. Una vez que se establece la comunicación y la visualización entre padres e hijos, se les explica el comportamiento esperado, y también las recompensas o las pérdidas si esto no se cumple. De esta manera, si hay un mal comportamiento, el padre no tiene que idear o improvisar maneras de castigar, porque según el acuerdo al que llegaron, son los hijos los que pierden los privilegios.
La importancia de la medicación en el TDAH
El medicamento que se utiliza en ciertos casos del trastorno por déficit de atención es descrito por Solano como uno de los que más tiempo tienen en el mercado, sin cambios. Se trata del metilfenidato, que se aprobó en 1937. Sigue siendo el fármaco principal, y los resultados adversos, dice la médica, se deben a los usos fuera de la prescripción.
“El metilfenidato no genera dependencia; se puede retirar en cualquier momento”, asegura la psiquiatra. “Cuando el niño ha requerido el medicamento y no lo ha recibido, ha sido muy lastimado. Es el niño quien recibe los llamados de atención recurrentes en la casa, en la escuela, con los amigos, el equipo de deportes”. Al llegar así a la adolescencia, está emocionalmente frágil y no tiene confianza en sí mismo, pues ha sido cuestionado por un comportamiento no correcto que no podía controlar. (F)